Finalizaba el mes de febrero cuando recibí un correo electrónico del Consulado de Colombia en Barcelona, ciudad donde resido desde hace varios años, donde me daban la noticia de que había sido seleccionada para participar en la jornada electoral del 11 de marzo del 2018 en calidad de presidenta principal de la mesa 28. Al comienzo sentí aburrimiento de tener que dejar mis rutinas acostumbradas de un día domingo para ir a prestar un servicio ciudadano, sin embargo, como amante de la democracia me surgió la inquietud de cómo sería participar en un proceso electoral desde una posición distinta a la de ejercer el derecho al voto.
El Consulado prestó una asesoría muy completa a través de cursos, capacitaciones y consultas para que cada uno de los participantes pudiéramos desempeñar nuestra función de la mejor manera, planificaron, informaron y trataron de cuidar uno a uno los detalles que permitirían tener una jornada de votación en el marco de la normalidad. Su labor había empezado desde el lunes 5 de marzo cuando se abrió la posibilidad de votar para las personas que vivimos en el extranjero. Como era de esperarse, los problemas y las inconformidades no faltaron, la gente haciendo uso de las redes sociales mostraban al mundo quejas y reclamos, que básicamente empiezan con la ausencia de cultura ciudadana. Si hay algo que he aprendido en Europa es que la puntualidad Suiza es maravillosa, llegar a tiempo, hacer las cosas con calma, de manera organizada y planificada siempre facilita la vida. Ahora bien, observando los reclamos es notorio identificar que como buenos colombianos dejamos para el último minuto las cosas, así que muchos no pudieron entender que si llegaban las 4 ya no podrían votar, afortunadamente siempre quedaba la opción de votar el domingo 11 en la escuela Pía de Diputación, donde se habían dispuesto 30 mesas de votación para atender a los 45.000 ciudadanos que en la actualidad inscritos están en dicho Consulado.
Con los primeros rayos del sol y el abrazo de la llegada de la primavera empezó a las 7 de la mañana la instalación de las mesas, la identificación de los jurados, el repaso final de las instrucciones y el comienzo de una experiencia que despertó en mi un sentido patriota que no conocía. Para cada mesa estaban programados 4 jurados, sin embargo en la mía solo llegamos 3, cada una con libro en mano por temor a que nos tocara con esa clase de colombianos típicos que tienen tanto odio e intolerancia en su corazón que no admiten que existan votantes para candidatos distintos a sus candidatos. Por fortuna, los libros nunca salieron de los bolsos, quienes me acompañaron en la mesa 28 son ese tipo de mujeres preparadas, formadas con una conciencia social profunda, que al igual que yo anhelan un cambio en aquellos que desde las instituciones gubernamentales dirigen el país.
A las 8 y sonó nuestro himno nacional, con lágrimas de emoción, bendiciones en algunos, nerviosismo en otros se abrieron oficialmente las votaciones del día domingo para Senado, Cámara y las dos consultas. Nosotras fuimos las primeras en votar. Queríamos estar seguras de haber entendido el proceso, recibir la cédula, verificarla en la E10, entregar los tarjetones de Senado y Cámara, el de una de las consultas solo si la solicitaban, verificar que solo depositaran los tarjetones entregados y firmados en las urnas correspondientes y entregar el certificado de votación junto a la cédula, después del registro. También teníamos en la mesa los diplomas para los primivotantes, nombre que se les otorga a aquellos ciudadanos que votan por primera vez. Todo fluyó de manera tranquila en nuestra mesa, las horas pasaban y de las casi 800 personas que teníamos en la lista, donde el 90% podrían llevarse su diploma, nadie llegaba. Eran las mesas del comienzo las que tenían las cédulas de las personas mayores las que durante toda la jornada presentaron un flujo continuo e ininterrumpido de votantes, al final terminamos con 6 votos. Le dimos poco trabajo a nuestros veedores, ya que teníamos un par de jóvenes amables de diferentes partidos que supervisaban cada uno de nuestros movimientos, ambos con la responsabilidad sobre su espalda de velar para que la transparencia durante toda la jornada se pudiese reflejar en la voluntad del ciudadano, sin que hubiese ningún tipo de manipulación. Quiero resaltar que como ciudadana colombiana nunca me había detenido a pensar en la valiosa labor de estas personas, ni en todo lo que implica el proceso.
Una vez el reloj marcó las 4 de la tarde, nuevamente los acordes del himno se convirtieron en la señal del cierre de las votaciones. La verdad es que el escrutinio es un proceso lleno de procedimientos pequeños. Confieso que soy de las que piensa que la Registraduría es bastante lenta a la hora de informar los resultados, sin embargo, ahora que viví el proceso entendí cuán importante es tomarse el tiempo para hacer las cosas bien. Por otro lado, al tener a esas personas que representaban a distintos partidos, todos pendientes y atentos a los resultados del acta de cada mesa, me pregunté: ¿por qué solo el partido Mira libró esa batalla de años para probar lo que era evidente para los ojos no solo de sus veedores? Sin embargo, no quiero desviarme del tema principal de esta crónica electoral.
Los colombianos amanecimos con la noticia de quiénes serán nuestros próximos senadores y congresistas, y con ella hubo un aire de esperanza al leer que entre los senadores más votados estuvo el doctor Antanas Mockus. Quiero invitarlo maestro, profesor, pedagogo a que con su genialidad y sencillez le devolvamos la esperanza a esos jóvenes que nunca llegaron a tener su diploma en la mano, esos jóvenes que no creen por los hechos en sus gobernantes, esos jóvenes que lo admiran y que sienten empatía por las ideas de algunos políticos pero están anclados en sus casas sin salir a votar. Usted, doctor Mockus, ha logrado a lo largo de su vida hacer cosas inimaginables. Su cultura ciudadana transformó positivamente la capital, sus atributos personales al desnudo callaron un auditorio enfurecido, sigue apostando por nuestro país, por el cambio, por la educación, mas allá de cualquier enfermedad, quebranto, resultado político, creencia religiosa. Además, con sus obras nos muestra una y otra vez cuánto ama a nuestro país. Ignorantes son los muchos que no logran entender sus propuestas sencillas, sus métodos que no necesitan mantequilla o mermelada para endulzar el gusto por la democracia. Nuestros jóvenes han adoptado la postura cómoda de señalar, de quejarse, de ser críticos con el gobierno, sin realmente participar desde lo más importante en el proceso de elección de un gobernante, el voto. Lo invito a que se ingenie la forma de conquistar a aquellos que verdaderamente son la esperanza del cambio que necesita el país.