"Santos y Uribe son lo mismo por eso hay que derrotarlo", Robledo

"Santos y Uribe son lo mismo por eso hay que derrotarlo", Robledo

El senador del Polo, quien busca regresar al Senado, confiesa sus preocupaciones a 15 días de elecciones. Entrevista con el periodista español Ricardo Angoso

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febrero 27, 2018

A sus 67 años, Jorge Enrique Robledo es, seguramente, uno de los oradores más brillantes de Colombia. A su larga trayectoria profesional de profesor, arquitecto y político con vocación de servicio público, se le viene a unir su condición de ser el senador más votado de Colombia con más de 191.000 votos. Ahora, con el viento en contra, porque según él muchos maquinan en su contra, quiere repetir en el Senado y, de paso, salvar al Polo Democrático de la debacle que algunos le auguran. El senador Robledo, como el general de García Márquez, quizá está en su laberinto. Y como en la novela del Nobel, quizá se pregunte "¡carajos!, ¿cómo voy a salir de este laberinto?".

Ricardo Angoso: ¿Qué balance hace de estos años de presidencia de Juan Manuel Santos?

Jorge Enrique Robledo: Si se exceptúa el proceso de paz, que a pesar de sus errores y particularidades, fue un acierto haberlo hecho, el balance de Santos es desastroso. Los acuerdos de paz, en lo fundamental, terminaron bien porque desarmaron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), que era el propósito principal. Nos salimos de más de medio siglo de guerra y nos embarcamos hacia otra era.

Pero, ya digo, si se exceptúa el asunto del proceso de paz, todo lo demás del gobierno de Santos es un desastre manifiesto. Si uno examina la situación económica, es un desastre; si uno mira el estado de la sociedad, es otro desastre y si mira la política, desgraciadamente es otro desastre. Pero con una advertencia, Santos coge el país con la bonanza minera, como Uribe, y entonces, se puede decir, con un chorro de plata entrando muy importante y con un buen crecimiento. Y, ahora, sin embargo, Santos entrega un país con un endeudamiento altísimo, un crecimiento bajo o nulo y con una economía claramente en recesión. Vamos hacia abajo, el balance de Santos es claramente muy malo.

El problema es la política ejecutada. Aquí el problema no es de los maquinistas, que siempre han sido bien malos, sino las carrileras por las que viajan, que van al abismo. Otros que hubieran hecho lo mismo habrían llegado al mismo resultado. Aciertan en el proceso de paz y consiguen desarmar a las Farc; se deslegitimó la idea de que cuando algo iba mal en Colombia uno se echaba una mano a la pistola y arreglaba las cosas. En ese sentido, fue un cambio importante en la política y se abandonó esa idea de arreglar los problemas del país por la vía armada. Con este proceso, esta idea queda descartada y las Farc, claramente, han salido derrotadas.

R.A.: ¿Pero no le parece que el proceso no tuvo una traducción en la reducción de la violencia en el país si tenemos en cuenta que el año pasado hubo 12.000 homicidios y casi 7.000 desaparecidos?

J.E.R.: Yo no caí en esa ilusión que con la firma de la paz con las Farc se iban a resolver otros problemas nacionales porque Colombia tiene muchos desafíos. Se iba a terminar con la violencia de las Farc pero pervivirían otras violencias, como la del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que no estaba sujeta a la negociación. Quedaban otras violencias, como la del narcotráfico y la delincuencia común. Nada de eso tenía por qué cambiar de la noche a la mañana.

Entonces aquí mucha gente se montó en la ilusión de lo que íbamos a lograr era la paz con mayúsculas y lo que simplemente se iba a lograr era el desarme de las Farc con todas las limitaciones que eso tiene, pero eso no le quita la importancia histórica que tiene el hecho de haberlas desarmado, que ha sido un gran paso para un país con más de medio siglo en guerra. Y le digo que ha sido un gran paso porque las Farc eran una guerrilla muy fuerte primero en lo militar y después en lo político.

Había miles de personas defendiendo la lucha armada en la calle y eso tenía un enorme calado político en el país. Hemos tenido en este país un debate de más de medio siglo acerca de si esa lucha armada se justificaba o no debido a la pobreza que padecía Colombia. Evidentemente, ha quedado claro que esa violencia no se justifica ni con la pobreza, que yo lamento desde luego, y que hayamos llegado a esos acuerdos significa un gran paso para el país. El problema radica en que la gente se hace grandes ilusiones más allá de la realidad y cuando no se cumplen las expectativas, claro, se frustra.

Luego hay otro problema de fondo que ha enturbiado este proceso y es la posición de Álvaro Uribe, que ha sido cerril a la hora de reconocer la realidad y contribuyendo a la descomposición del debate. Entonces, hemos llegado a un punto en que no hay siquiera un consenso básico sobre las verdades de toda esta historia y así hemos llegado a esta situación de cierta incomprensión, de ausencia de un diálogo razonable entre las partes.

  • El rechazo a los acuerdos de paz por el uribismo

R.A.: ¿Cree que la victoria del "no" en el plebiscito sobre los acuerdos de paz representaba el sentir de la mayoría de los colombianos?

J.E.R.: Sí, porque el debate político se ha degradado mucho, como en ocurre en otras partes del planeta, en el sentido que los hechos ya no importan porque uno pone sobre la mesa un hecho incontrovertible e irrefutable y el otro se lo niega sin argumentos, dejando a la gente en la duda.

Asistimos a una descomposición en el debate político en Colombia, de tal forma que hechos que son innegables y claros son negados por alguien que contra toda lógica los rebate. La mentira cada vez se utiliza más en la política, tal como la conocimos con el dirigente nazi Joseph Goebbels, quien aseguraba que una verdad repetida mil veces se acaba convirtiendo en una verdad y la gente se lo cree así no sea cierto el argumento. Incluso Goebbels sostenía que cuando más desproporcionada y grande es la mentira la gente se la cree incluso antes y sin titubear.

Y si a ese aspecto añadimos que las redes están agravando este problema porque están creando unas realidades virtuales que permiten un debate sucio de una forma escandalosa. El asunto de las redes creo que debe ser analizado por la humanidad seriamente porque se han acabado convirtiendo en un instrumento de manipulación como nunca nadie se había imaginado hasta ahora.

  • La corrupción

R.A.: ¿Qué medidas se pueden tomar para poner freno a la corrupción galopante que padece Colombia?

J.E.R.: Esta corrupción que ahora tiene Colombia, que es de las más altas del mundo, todo hay que decirlo, tiene su origen en un pacto que se hizo cuando se firmó el Frente Nacional hace sesenta años. Este asunto está perfectamente documentado y consistía fundamentalmente en que los dos grandes partidos tradicionales de Colombia, el conservador y liberal, aceptaron hacer política con corrupción. La teoría oficial argumentaba que para vencer al populismo, considerado el mismo como cualquier idea que no estuviera de acuerdo con los dos grandes partidos, valía todo, incluida la corrupción en el paquete.

Eso aquí se tradujo en clientelismo, mermelada y todas aquellas malas prácticas de sobra conocidas. Se autorizaba, así, a la clase política a hacer política utilizando la corrupción a cambio, eso sí, de establecer una macroeconomía favoreciendo los intereses económicos de un determinado grupo social, pero a su vez también favoreciendo a las trasnacionales. Entonces, lo que tenemos hoy es la putrefacción de todo ese sistema que ha durado sesenta años. Ha sido una olla de corrupción que se ha cocinado durante todos esos años y hoy los resultados de esa demencial política a la vista están.

No estamos ante una corrupción de ovejas descarriadas ni de manzanas podridas, sino que es una corrupción del sistema, es decir, sistémica, que es como yo la defino siempre. "El problema no es la corrupción, sino el sistema que la genera y mantiene", como dijo el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes en una ocasión y afirmación que yo suscribo. Y en ese sistema está inmersa toda la política tradicional de Colombia, toda sin excepción.

El Partido Liberal y el Partido Conservador han participado de ese sistema viciado, pero también los demás partidos del país, que son sus astros y sus hijos políticos. Todos forman parte del sistema por acción u omisión. Aquí sólo hay una posibilidad de cambio en el país y es poner al frente de la presidencia de la República a alguien de fuera del sistema, derrotando a los que nos han llevado a esta tragedia durante tantos años y que han gobernado mediante la corrupción a Colombia.

No se puede de otra manera y esa es, precisamente, nuestra propuesta con Sergio Fajardo. No es que falten Leyes, porque aquí a nadie se le autoriza a utilizar fondos ilícitos para financiar su campaña, como hizo el presidente de la República, sino que hay cambiar el sistema que ha permitido este pacto formal para gobernar este país durante más de medio siglo utilizando la corrupción.

  • La salud en Colombia

R.A.: ¿Qué falla en el sistema de salud colombiano, qué se debería de cambiar?

J.E.R.: Hay muchos aspectos, como la corrupción reinante desde hace sesenta años a la que hay que sumar la Ley 100, que entregó al capital financiero la gestión de la salud y que son unos bandidos, en general. Se les entrega como si fueran ángeles y sin ninguna auditoría ni control por parte del Estado. Parece increíble, incluso mentira, pero es la pura verdad. Las EPS representan a ese capital financiero al que me refiero.

Yo pregunté en una ocasión a un ministro de Salud acerca de porque no había ninguna auditoría sobre este asunto y me contestó que el sistema estaba establecido sobre la libre competencia, de tal forma que a la gente siempre le quedaba el recurso de cambiar de EPS si no estaba satisfecha con el servicio. R

obar en el sistema de salud es una ganga y se hace con toda impunidad porque se estableció sobre ese sistema de libre competencia y no de defensa de los intereses públicos. Yo llevo destapando estas lacras desde el 2010, demostrando lo que pasó por ejemplo con Saludcoop, la Contraloría sanciona a esa EPS por sus prácticas y por robarse los fondos, pero al día de hoy la realidad es que hoy nadie está en la cárcel y nadie se responsabilizó políticamente por lo ocurrido. Más bien lo contrario: le echaron tierra al asunto y aquí no pasó nada, como suele ocurrir siempre en Colombia. Aquí lo que hay es un gran consenso de la derecha tradicional colombiana, en la que se incluye el Centro Democrático, acerca del modelo económico de país que quieren y en ese mismo se incluye a la salud.

Como ha pasado con el caso Odebrecht, donde se ha llegado a un pacto para que se afronte este asunto desde la total impunidad y en el mismo se incluyen el Centro Democrático, a la Unidad Nacional, a Santos, a Germán Vargas Lleras y a Luis Sarmiento Angulo, que es el hombre más rico de Colombia. Y el Fiscal, que es el titiritero mayor, que se ha prestado a este juego para que la impunidad prospere, tal como ha ocurrido finalmente.

  • El descrédito de la política

R.A.: ¿Parece que hay una crisis de la política tradicional, no sólo en Colombia, sino a nivel global, no cree?

J.E.R.: Creo que este modelo de la globalización es un sistema de brutal concentración de la riqueza en unos pocos países y en esos países en manos de muy pocas personas. Las cifras de concentración de la riqueza son escalofriantes y las cifras de la pobreza también, como las del desempleo. Y eso genera mala calidad de vida de la población, de deterioro de la salud y otros elementos que generan exclusión social.

Entonces, con esos antecedentes, es normal que en el mundo entero haya un repudio general a la política, pero, además, si a eso añadimos la inmensa corrupción en la que estamos inmersos es explicable el malestar. George Soros, que es uno de los grandes financieros del mundo, ha llegado a decir que en la era de la globalización quien manda es el capital financiero y que el capital financiero que poseen los bancos no es inmoral, sino amoral, es decir, que no tiene moral, y en este sistema, claro, les va bien a los que no tienen moral, apareciendo en la cumbre los que no tienen escrúpulos.

El lumpen, en definitiva, por muy poderoso que sea, es el que finalmente está decidiendo la suerte de las naciones y de millones de hombres. Así las cosas, no nos sorprendamos porque haya este descontento a nivel global y que haya una confusión total. Trump, por ejemplo, es parte de esas oligarquías corruptas y ha llegado a tener éxito por esa confusión que reina hoy en día en todo el mundo.

R.A.: ¿Cuál es la alternativa ante la situación que estamos viviendo, sobre en un momento en que la izquierda hace políticas de derecha y ya casi no hay distinción entre ambas concepciones ideológicas?

J.E.R.: Cada vez la palabra izquierda se usa más como aditamento ideológico que sirve para definir menos a un campo porque, por ejemplo, en Colombia una cierta izquierda se ha entregado definitivamente al juego del establecimiento. La palabra izquierda parece que se ha convertido en una suerte de chaleco antibalas o salvavidas para que detrás del rótulo hacer lo que se te dé la real gana. En Europa también hay mucho de esa conducta y ocurre un fenómeno parecido. No hay tampoco una propuesta alternativa porque los que supuestamente eran de izquierdas acabaron defendiendo el neoliberalismo y la globalización, conviviendo con todas las lacras del mundo. Ese, en mi opinión, es el problema de fondo.

En el caso de Colombia, y aquí me refiero a nuestro caso, estamos haciendo por resistir, luchando con esa tendencia y haciendo propuestas que estén sujetas nuestra realidad nacional, al caso específico colombiano. Nosotros hemos presentado una propuesta nacionalista que pasa por un gran objetivo, que es que nos dejen crear riqueza en Colombia. Es que la globalización neoliberal es tan dura contra un país como Colombia que ni siquiera nos dejan crear riqueza. La sentencia pareciera que nos ha dictado que debemos de vivir con todo lo que suponga la minería y todo lo demás se lo tenemos que comprar a los Estados Unidos y Europa, generando, con ello, la destrucción de nuestra industria y del sector agropecuario.

Al mismo tiempo eso convive con las grandes trasnacionales y oligopolios, constituyendo, casi, una suerte de nuevo colonialismo. En nuestro proyecto, además, caben las empresas del país, que las están quebrando, y el pueblo que sufre este sistema absolutamente demencial. Ese es mi proyecto para Colombia pero reconozco que en el mundo entero no se están planteando propuestas y alternativas serias a la globalización porque las grandes trasnacionales se han ido comprando con sus ingentes recursos a importantes sectores de los movimientos populares. Vivimos momentos de gran confusión pero la lucha sigue aquí y en todas partes, también en Europa.

  • La izquierda en Colombia

R.A.: ¿No tiene la impresión de que la situación de la izquierda hoy en Colombia es peor que hace unos años, en el sentido de que está más fraccionada y dividida?

J.E.R.: Esa es la punta del iceberg, creo. El asunto está en que la época de Uribe las fuerzas populares confrontaban con él y era fácil, le salías a dar la batalla y listo. Santos, sin embargo, es un corruptor profesional. Llegó con el mandato de la Casa Blanca para destruir a la izquierda a fuerza de corromperla. Es un diseño perfecto. ¿Santos por qué pone a Angelino Garzón de vicepresidente? Garzón ya no era de izquierdas, era un hombre del establecimiento, pero Santos lo pone porque había sido sindicalista y quería aparecer como un hombre progresista.

Después captó a alguien que había sido del Polo, Luis Eduardo Garzón, que acabó de ministro de Santos. Luego pactó con Gustavo Petro, que también venía del Polo, y este acabó pidiendo el voto para la fórmula Santos-Vargas Lleras desde la primera vuelta. Posteriormente, siguiendo la misma estrategia, Santos nos "saca" del Polo a Clara López. La agresión de Santos contra el Polo ha sido sistemática y recordemos que seguimos siendo la primera fuerza de la izquierda en Colombia. ¿Dónde fracasa Santos? En que no logró llevarse al Polo al bloque santista.

En el último minuto logramos salvar al Polo de Carlos Gaviria y mantener su identidad. Por eso es que estamos en la coalición en la que estamos y que se podría definir como "ni-ni", ni con Santos ni con Uribe, porque aquí el juego del establecimiento es cooptar a la izquierda colombiana. Nadie ha sido más agresivo contra la izquierda y los movimientos populares en Colombia que Santos. Se propuso destruir a la izquierda pero no lo consiguió, pero sigue insistiendo en ese juego.

R.A.: ¿Cómo examina la crisis de Venezuela, la llegada de miles venezolanos a las fronteras de Colombia?

J.E.R.: Venezuela es una tragedia en sí misma, es muy doloroso lo que está pasando en ese país. El nivel de sufrimiento de la gente es espantoso. Y lo que ha ocurrido tiene que ver con el modelo económico que han implantado, que no funciona y todo hay que decirlo. Los hechos ahí están y lo que sostengo no es pura retórica.

Ese modelo económico no funciona porque a mi juicio se tomaron medidas que golpearon a la economía empresarial y ese es un error gravísimo. En países tan subdesarrollados como los nuestros, si usted golpea a la economía empresarial debilita todo y sume en un caos a la economía. Luego recuperar ese tejido es muy difícil, es un proceso que tarda años.

A eso le añadimos la ruptura del orden institucional y el antagonismo que hay en el juego político entre el gobierno y la oposición, mostrando un cuadro realmente complejo. Ha habido un rompimiento del orden institucional y de ahí se generan los choques que está habiendo. Pero, no obstante, quiero dejar algo claro y es que son los venezolanos los que tienen que resolver sus problemas por ellos mismos sin interferencias externas.

Me parecería un grave error que Estados Unidos auspiciase un golpe de fuerza en Venezuela para facilitar un cambio de régimen. Una intervención militar en Venezuela sería un error y sería inaceptable desde cualquier punto de vista. Además, cualquier salida militar en Venezuela incendiaría Colombia.

Los hechos del Medio Oriente muestran que uno sabe por dónde empiezan las agresiones militares pero no sabe cómo terminan y que las posibilidades de que rieguen e inflamen la región son todas. Los venezolanos deben encontrar por medios pacíficos la salida a sus problemas y dar con criterios democráticos una solución a los conflictos en que se hallan inmersos. No puede haber una injerencia de tipo colonial en la crisis Venezuela, sería absolutamente inadmisible y la peor de las salidas.

R.A.: ¿Por qué finalmente no se decantó por ser candidato presidencial?

J.E.R.: Fui candidato presidencial, estuve por un año en esa carrera. Pero el Polo decidió apostar por una convergencia mayor en una gran candidatura "ni-ni", ni santista ni uribista. En el santismo está incluido Vargas Lleras, que puede acabar también en el uribismo, porque ellos son como primos hermanos.

Esa pelea entre santistas y uribistas es para engañarnos, para ocultar que representan lo mismo y defienden los mismos intereses. Al final siempre llegan a un acuerdo para seguir en el poder los de siempre. Lo más seguro es si Fajardo pasa a la segunda vuelta se unan todos para evitar que sea presidente. Ese mandato para hacer una gran unidad acabó generando el proyecto político que ahora presentamos a las presidenciales y que ahora lidera Sergio Fajardo.

Así, tras llegar a un acuerdo programático, llegamos a la conclusión de que quien mejor representaría el proyecto sería Fajardo. Yo tomé esa decisión porque yo solo hago política en función de aquello que considero sea lo mejor para Colombia. Y el Polo también llegó a esa conclusión: esa candidatura era el mejor proyecto para Colombia y cumplía el objetivo de que era "ni-ni", ni santista ni uribista.

Además, Fajardo puede concitar la unidad necesaria para ganar las elecciones y ser el próximo presidente de Colombia. Por eso motivo, di paso a Fajardo y ahora me presento a las elecciones legislativas, en una carrera que no se presenta muy fácil. Mi voz incomoda demasiado, por denunciar demasiadas malas prácticas, y hay poderosas fuerzas para que no sea senador de la República en las próximas elecciones. Incluso me están atacando con gran dureza en las redes sociales. Pero seguiremos dando la batalla, eso lo tenga seguro.

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