En el auge de los comicios que determinarán los nuevos mandatarios del país, mucho se ha hablado de agricultura, proliferación empresarial, nuevos modelos económicos, guerra y paz; estas dos últimas palabras, la dicotomía que ha sido la base manipuladora de los dóciles neurotransmisores colombianos en los últimos 50 años. Sin contar el extremismo sobrepuesto en el miedo que inculcan "los líderes" al hacer comparaciones distópicas de Colombia con otros países vecinos como Venezuela.
Se ha hablado mucho, ¡sí!, pero se ha propuesto poco. La mayoría de candidatos se han dedicado en sus discursos más a vilipendiar a otros, que a exteriorizar líneas propositivas para contrarrestar, la que es hoy por hoy, la trágica situación nacional. Y es que, analizando la situación detenidamente, la educación como en más de 200 años de historia, ha quedado sepultada en el colofón del olvido político, de nuevo. Se amenaza con ser como una segunda Venezuela, y lo más certificados para reflejar la situación de los bolivarianos, son sus más cercanos vecinos en el territorio.
San José de Cúcuta, el territorio solemne que mostró el sendero al primer acto díscolo y dignificante que vivió el pueblo al que todos buscaban por El Dorado... la emancipación comandada por Simón Bolívar. Por ese entonces, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, quien embolaba la bandera de la victoria y el progreso como patriotas, nunca pensó que la ciudad que bautizaron como la “Perla del Norte”, por su repercusión histórica y cultural en la creación de la nueva Colombia, se convertiría en el barco del olvido, tripulación comandada por piratas con sobrepeso que se jactan de su “viveza” y sus “mañas” para subyugar y manipular desde la ignorancia y la barbarie a sus ciudadanos esclavos, quienes, cegados por el odio y la corta memoria, siguen alimentando los buches codiciosos de estos tiranos que cada vez, son menos capaces de controlar esa embarcación maldita que pareciera sin escapatoria soportar el vaivén oscuro entre Escila y Caribdis.
Traer a colación la situación de Cúcuta en estas épocas electorales es exteriorizar y prender las alarmas para que los mandatarios excaven muy al fondo de su ser y puedan, por primera vez, ser sentipensantes, esa cualidad de pensar y sentir; y desde la alteridad comprender y coadyuvar al otro. Que no se dediquen a despotricar, sino a proponer y planear estrategias de acción; que susciten una cultura de paz y no de odio. La polarización y la falta de educación, ha sido la condenación que ha tenido que soportar la capital nortesantandereana (y en general todo el país); esta se ve representada en la idiosincrasia de un pueblo que siempre ha sido dependiente, displicente, ilegal, que ha carecido de ética y ha vivido con una mentalidad simplista que se basa en el pillaje, la individualidad y la violencia.
Hoy, la Perla del norte” es un pequeño espejo que refleja el ser de una sociedad colombiana acrítica, sin hábito de lectura e intolerable ante el otro. Hoy el llamado es a la autoinspección, a la consciencia que siempre es aclamada en épocas electorales; tanto al pueblo como a sus dirigentes, a preguntarse, si tal vez la búsqueda de reconocimiento y el egoísmo ha hecho que se olvide los más importante, aquello por lo que tanto lucharon los antiguos próceres, un nación justa, igualitaria y en paz. La cuestión, también, se basa en considerar si actualmente el país está a la par.. o peor que Venezuela.
