A mí el humor de Alejandra Azcárate me parece de lo peorcíto. Está bien que un comediante deba ir lanza en ristre contra todo, sobre todo contra lo políticamente en correcto, pero sus chistes contra los pobres, los viejos, y las gordas la hacen ver como la que es: una gomela que hace sus shows a la altura de un público excluyente, elitista. Sin que le paramos muchas bolas la Azcárate se presentó anoche en Viña del Mar. Afortunadamente el evento ya no importa demasiado en Colombia. Hemos evolucionado. ¿Se acuerdan cuando en los noventa ganó Edna Rocío y Carolina Sabino y acá, en este pueblo, casi las recibimos en el aeropuerto con carro de bomberos?. El público del Viña del Mar no es exigente, es grosero y a veces ignorante. Ahí abuchearon a Eric Clapton. Es un público, como casi todo el chileno, pacato, medio ochentero.
Azcárate se tomó mucho tiempo para pensar si actuaba o no en Viña del Mar. Tenía miedo. Su monólogo era ideal para la gomelería colombiana pero no sabía si iba a resultar la cosa en Chile. Estaba nerviosa y en el primer minuto la tensión se podía cortar con un chuchillo. Unas risas tenues acompañaron su presentación y al final incluso la vitorearon. En televisión, mientras tanto, la audiencia se deshacía en ataques a la Azcárate. Decían que era aburrida, que estaba más entretenida la chica de lenguaje de señas que ella. No sabemos por qué razón, si su manager es muy hábil o qué, pero inexplicablemente le dieron dos gaviotas, una de oro y otra de plata.
Aunque hubo amplios elogios de los chilenos que, sobre todo, alababan su buen español y su “elegancia” también hubo críticas:
Lo único que podemos decir es que en Chile tienen que estar muy mal si les parece graciosa y elegante la Azcárate. Acá en Colombia no es más que una comediante del montón con su humorcito de cuarta categoría, lleno de prejuiciosos y de odio. No la queremos