Ha despertado mucha curiosidad el experimento de la empresa Postobón con niños de la etnia en su segunda infancia, inducidos al consumo de unos productos no certificados por las autoridades sanitarias del país. Alrededor de 3.000 infantes consumieron gratuitamente las fórmulas por un periodo de 6 meses. Hubo muestreos de sangre y seguimiento de talla y peso para medir los efectos o reacciones. La experiencia, independiente del propósito de la empresa que ha declarado que no tiene interés en comercializar, cae dentro de la categoría de investigación en humanos.
Según declaraciones de la compañía, la decisión de entregar sin costo alguno las bebidas en La Guajira obedece a ayudar con una intervención integral a una comunidad de mucha relevancia para el país. Sin embargo, esto no coincide con la responsabilidad social empresarial que hace mucho ruido con lo que da. En este caso muy pocos sabían, y aún no saben, de lo que se trata. Si solo fue un gesto humanitario, ¿cuál es el interés de hacer seguimiento a las variables percentiles de sangre, peso y, sobre todo a talla, en una etapa de crecimiento?
El Ministerio de Salud ha solicitado a Postobón en tres oportunidades (Nov 9/17, Feb 12/18 y Feb 19/18) especificar el objetivo, el propósito, los avances y los resultados de las pruebas que realizó con la bebida Kufu y le puso como plazo perentorio el 20 de febrero de 2018 para el informe; esperamos haya cumplido. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) adelanta gestiones para conocer a ciencia cierta lo ocurrido en La Guajira. Todo esto después que sucedieron los hechos. Fueron periodistas independientes quienes denunciaron el caso.
Según Postobón, estas bebidas en sus dos presentaciones están fortificadas, una con vitaminas y minerales (B5, B6, B9, B12 y magnesio y zinc), nutrientes que ayudan al desarrollo cognitivo y al metabolismo de la energía; y la otra, de mango y avena con vitaminas A, C, E y con adiciones de minerales zinc y selenio, nutrientes que ayudan a fortalecer los sistemas inmune y óseo. El suministro de tales cocteles de vitaminas y minerales modifica los procesos biológicos y sicológicos de los infantes, por lo que la investigación empresarial se rige por la resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud.
Según la normatividad, estudios como estos deben realizarse con protocolos aprobados que deben estar listos antes de iniciarlos. El hecho de que no lo hayan entregado denota, quizás o que no existan, o que tratan de ocultarlos por alguna circunstancia. Ello atenta contra los mínimos estándares mundiales en salud y la empresa debe responder ante la opinión pública por esta falta de ética. La misma ley colombiana prevé que en situaciones como estas se debe experimentar primero con animales, en laboratorios o con otros medios científicos, prehumanos, en todo caso.
Dudo que se haya realizado el consentimiento informado por escrito, firmado por los padres de cada uno de los niños sometidos a esa experimentación. No es un tema menor. No puede trascender que en Colombia ni siquiera se pida autorización para la experimentación con personas, por fuera de los estándares definidos por la ciencia para hacerlo. Se ha generado mayor indignación en la sociedad porque fueron niños de los sectores más vulnerables del país. Todo parece indicar que se escogieron precisamente por eso.
El hecho de escoger niños indígenas para el experimento es una muestra más del racismo y el clasismo en Colombia. Es casi la misma lógica perversa de por qué el monstruo violador asesino Rafael Uribe Noguera escogió a la niña indígena Yuliana Samboní. Ojalá no hayan sido las imágenes de la pornomiseria de los wayúus muertos de hambre y desnutridos lo que llevó de facto a considerar que no hay mucho que perder o poner en riesgo, ya que esos niños ya mueren día a día, aún sin la ayuda de Kufu.
