Hace unos días, con base en una simulación realizada por mi asesor pensional, me enteré de que si continúo en un fondo privado me pensionaré con aproximadamente $4,4 millones mensuales. Esta cifra representa solo un poco más de la cuarta parte de mi salario (integral) actual. Lo anterior no me sorprende porque soy consciente de que mi ahorro pensional obligatorio es relativamente bajo: durante mis primeros 20 años de vida laboral devengué salarios muy por debajo del que tengo ahora y por más de 5 años dejé de cotizar debido a que estaba estudiando un posgrado.
Sin embargo, lo que sí me sorprendió fue darme cuenta de que hay otra forma de aumentar significativamente mi pensión: pasarme a Colpensiones, el fondo público (tengo plazo de hacerlo hasta los 52, esto es, 10 años antes de la edad de pensión). Si hago el cambio mi pensión será de aproximadamente $8,6 millones mensuales. Es decir, que si en lugar de dejar que mi pensión la paguen mis ahorros, le entrego esos ahorros al Estado, casi se me dobla la pensión. Gracias a la generosidad pública recibiré un regalo mensual de $4,2 millones.
Este no es un caso único. Todos mis colegas con edades similares, y de ingresos altos, han recibido la misma recomendación, pasarse a Colpensiones antes del momento límite. Mi asesor me ha dicho que entre las personas a quienes presta esta consultoría mi caso es ciertamente uno de los más notables, pero que es normal que las personas de mi nivel de ingreso aumenten su pensión en unos 3 millones pasándose al régimen público.
Es absurdo que una persona de ingresos altos termine recibiendo este tipo de subsidios por parte del Estado. El problema radica en que en el régimen público la mayoría de las personas sacan del sistema mucho más que los aportes que hacen al mismo, es decir, reciben subsidios. Esto sería razonable si ocurriera únicamente con aquellos que tienen ingresos muy bajos, pero no, ocurre con la mayoría y como resultado tenemos un régimen en el que los subsidios más grandes van a las personas de ingresos más altos, lo que resulta inadmisible.
Adicionalmente, un sistema en el que cada quien saca más de lo que aporta es insostenible. Para solucionar ese desbalance se requeriría o aumentar la edad de pensión (más tiempo contribuyendo y menos retirando) o aumentar el descuento mensual que se hace a cada trabajador (aumentar la contribución) o disminuir el porcentaje de la pensión con respecto al ingreso base (disminuir el monto de los retiros).
Muchos analistas rechazan estas medidas con el argumento de que no solucionan problemas como la falta de empleo, la informalidad y el alto número de personas que llegarán a la vejez sin una pensión. Es cierto, pero eso no implica que la insostenibilidad del sistema o los subsidios a los altos ingresos no sean problemas serios que se deban corregir. Adicionalmente, aún si lográramos con prontitud aumentar el nivel y la estabilidad del empleo y formalizar a la mayoría de los informales, tarea nada fácil, el problema de insostenibilidad no se resolvería, solo se aplazaría un poco. La llegada de más cotizantes al sistema incrementaría los recursos para pagar las pensiones actuales; sin embargo, esos nuevos cotizantes al cabo de unos años se volverían pensionados y seguiría siendo cierto, a menos que se cambiara el sistema, que los aportes de cada persona son menores que sus retiros y que los más subsidiados son los más ricos.