El tema central del foro convocado por el periódico El Tiempo y la Universidad del Rosario el jueves de la semana pasada, “La ética de lo público”, no fue realmente la ética. El tema central del evento, que contó con la participación de seis candidatos presidenciales, de funcionarios públicos y del profesor de Harvard Michael Sandels, fue la corrupción.
Ocurre que al momento de discutir sobre la ética en el ámbito de lo público la corrupción es un tema evidentemente ineludible, no solo por su carácter coyuntural, sino también porque pone en evidencia la profunda crisis de valores que padece actualmente la sociedad colombiana. Conviene, no obstante, dada su importancia, la pregunta por los términos bajo los que se formulan actualmente las discusiones sobre la corrupción. ¿Tiene sentido debatir sobre corrupción? ¿Conducen dichas discusiones hacia soluciones concretas y reflexiones profundas o recaen en retóricas conocidas con fines políticos pero sin repercusiones visibles?
Pareciera ser que las pautas para discutir sobre corrupción se encuentran ya dadas. Las respuestas a algunas de las preguntas que la discusión suscita son apenas lógicas y los mecanismos legales para combatir dicha problemática se encuentran ya, en su mayoría, incorporados a la constitución colombiana. En ello coincidieron, de hecho, Duque, De la Calle y Vargas Lleras en el encuentro que protagonizaron durante el foro. ¿Conviene, en ese orden de ideas, centrar la discusión sobre la corrupción en soluciones legales? ¿En que debería centrarse entonces? Para el profesor Michael Sandels, invitado especial del evento, “no hay mucho campo hoy en día para el debate sobre la corrupción.Todo el mundo está en contra de ella”.
Como problemática la corrupción resulta más bien clara cuando se concibe dentro de la escala de lo público y dentro de la esfera política; la discusión entorno a la corrupción en lo público por ende, aunque clara, resulta también limitada y cae con frecuencia en fórmulas conocidas. La corrupción, no obstante, para Sandels, no es un fenómeno exclusivo de la política y de sus funcionarios. Desde su óptica constituye una problemática principalmente cultural que se perpetúa en la esfera de lo privado y que repercute visiblemente en la manera como los ciudadanos conciben la vida en comunidad. Transgrede la escala de lo público precisamente por que se encuentra directamente ligada con los valores y normas bajo los que una comunidad se constituye como tal.
¿Es corrupto el ciudadano que acude a un tramitador para hacer una diligencia o el ciudadano que le compra una boleta a un revendedor? Desde este tipo de preguntas abordó Sandels el fenómeno de la corrupción durante su intervención en el foro y a través de ellas se vislumbra no solo el amplio espectro bajo el que concibe la problemática, sino también el grado de ambigüedad que ésta alcanza cuando se aterriza a la esfera de lo cotidiano. Para Sandels, en definitiva, son 3 los desafíos que afronta la sociedad Colombiana en la actualidad: La corrupción, la desigualdad, y la ambigüedad de los términos bajo los que se formula el debate público. Ninguno de los desafíos se resolverá, propone, si no se aborda junto con los otros dos. Combatir la corrupción implica, consecuentemente, combatir la desigualdad social y cambiar radicalmente el imaginario bajo el que la problemática se concibe. El debate en torno a la corrupción resulta por ende tautológico si no se formula a la luz de una discusión profunda sobre la responsabilidad del ciudadano frente al bienestar público y los valores y normas éticas que guían su accionar cotidiano.