Los diálogos y negociaciones entre el gobierno del señor Santos y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln) en la Mesa de Quito se encuentran en el aire y las voces que auguran, con argumentos de mucha consistencia, su parálisis definitiva en los próximos siete u ocho meses se manifiestan con harta frecuencia.
Las preguntas que conviene formularse al respecto son las siguientes: ¿es viable esa negociación con el actual gobierno? ¿Tiene capacidad y campo de maniobra el señor Santos para asumir con seriedad y responsabilidad los compromisos que se construyan en un eventual pacto de finalización del conflicto con dicha organización popular?
Responder estas cuestiones demanda examinar objetivamente la coyuntura y el contexto político, social, económico e internacional del país.
Tres elementos a considerar: estado de la implementación de los acuerdos con las Farc; el debate electoral para elegir parlamentarios y presidente y relaciones con Venezuela.
La construcción de la paz a partir de los consensos alcanzados en la Mesa de La Habana se mueve en un espeso y podrido pantano como resultado de la conducta gubernamental y estatal de adulterar los textos de la convivencia.
Todo el régimen político neoliberal se aventó contra cada uno de los componentes (agrario, democracia ampliada, Jep, garantías políticas, drogas, víctimas) para barrerlos y desviarlos de manera perversa. Poco o nada va quedando de lo que llevó a la precipitada desmovilización y entrega de las armas por parte de las Farc.
El ataque fascista acaecido en la esfera pública contra la movilización del nuevo partido político y sus candidatos ha mostrado las peores lacras de la seudo democracia oligárquica. Es increíble el cinismo de la elite gobernante frente a los desmanes callejeros de las pandillas ultraderechistas que bloquean cualquier avance de la pacificación. Complemento de lo ocurrido en las esferas institucionales con la Justicia Especial de Paz, la Reforma Rural Integral y la erradicación voluntaria de los cultivos de coca.
El violento y frustrante cuadro de esta paz trucha no es ciertamente un mensaje que estimule y aliente un acuerdo con los elenos, más con el cuadro sangriento del exterminio continuado de los exguerrilleros y de los líderes sociales y de los derechos humanos.
Esta “paz imperfecta” que tenemos en la actualidad produce más perplejidades que certezas, así los párrocos de la politología oficial quieran distorsionarlo todo con sus desuetas narrativas a la manera del transitorio Víctor Correa de Lugo y otros parásitos de la consultoría oficial.
Lo cierto es que una adecuada caracterización de lo que se está dando hoy en esta materia debería remitirnos más a lo que sucedió en Irlanda del Norte después del Viernes Santo de 1998 hasta el 2010 en que la guerrilla depuso las armas, y menos a la tenebrosa experiencia de Guatemala que implicó una derrota estratégica del bloque popular, como parecería estar ocurriendo entre nosotros. Es decir, la perspectiva es la prolongación del conflicto social y armado por muchos años más con disidencias y estructuras insurgentes acumuladas.
El ambiente electoral en curso manipulado por los grupos ultras de la derecha para generar miedo y terror entre la sociedad y tapar de esa manera la pavorosa corrupción de los clanes oficialistas volcados en su reproducción y perpetuación tampoco aporta el clima necesario para el funcionamiento de la Mesa de Quito. La perturba y disloca por causa de las ambiciones y metas oportunistas de los actores participantes desde el lado santista, incluyendo ciertos mediadores ya especializados en precipitar y adulterar salidas que como los estamos viendo en el caso de las Farc han ocasionado los problemas de la pervertida implementación.
El “agente oportunista” de la paz solo calcula sus negocios, capitales, votos y cuotas burocráticas, desconociendo y afectando los acumulados históricos y estratégicos del movimiento popular que los elenos han incluido en su Agenda de paz pendiente de nuevos desarrollos en el Quinto ciclo colocado en el congelador por cuenta de la bochornosa manipulación de la Casa de Nariño que se niega a debatir el cese al fuego y de hostilidades bilateral y a cumplir mínimos de convivencia como la protección efectiva de los líderes sociales masacrados, la eliminación de los grupos paramilitares y la depuración con la reforma democrática de los aparatos militares y policiales.
La campaña electoral en curso ha puesto en evidencia la precariedad política del señor Santos restándoles credibilidad a sus agentes emplazados en la capital del Ecuador. Al jefe de la Casa de Nariño se le acabó el combustible y su desgaste es inocultable, llevando a pensar en otros momentos para que el Estado y la sociedad en su conjunto asuma con solvencia todos los problemas que implica terminar una guerra.
El tema de las relaciones con Venezuela es, desde luego, otro factor que afecta las conversaciones con los elenos en tanto que la política intervencionista y golpista que promueve Santos contra el Presidente Maduro, como un agente del imperio gringo, desenmascara sus reales intenciones en la estrategia de desarme de las guerrillas revolucionarias para impedir cambios estructurales en Colombia.
En conclusión son bastante difíciles las condiciones en que se debate la continuidad de los diálogos con los elenos.
Es lo que por lo demás explica el paro armado convocado por dicha organización para exigirle al gobierno y sus delegados que paren la masacre de los integrantes de las Farc y de los líderes sociales, lo que debe incluir la depuración del Ejército y la policía infestados de elementos fanáticos de la ultraderecha fascista.
Nota. “Patria o muerte” no es una consigna. Es un diagnóstico.