No es extraño que las recientes encuestas coincidan en que el problema más apremiante que percibe la ciudadanía colombiana es el desempleo. La preocupación está plenamente justificada. En medio de la desaceleración económica reciente, el más afectado ha sido el mercado laboral, que entre 2010 y 2016 creó 2 % anuales de nuevos ocupados, en tanto la producción creció al doble. En este periodo, de los casi 3 millones de nuevos ocupados creados, el 97 % fue en el sector servicios, en áreas de alta informalidad como el comercio, la construcción y el transporte, mientras los sectores de la producción real y de mayor valor agregado solo representaron el 3 % de la nueva ocupación.
Por eso ofende que el presidente de la República y el ministro de Hacienda hayan dado un parte de tranquilidad, manipulando las recientes cifras laborales del Dane y burlándose de la tragedia que sufren millones de hogares que no tienen acceso a un trabajo decente. El colmo del cinismo es un gobierno celebrando que el desempleo aumentó.
Durante 2017 hubo 65.000 desocupados y 212.000 inactivos más. Los trabajadores por cuenta propia y los que trabajan sin remuneración en la familia o empresas ya representan el 48 % de la ocupación total, ¡a punto de superar a los empleados! y 63,5 % de los ocupados no cotizaron a pensiones. No nos llamemos a engaños, lo que abunda en Colombia es el rebusque para sobrevivir, camuflado de empleo por estadísticas amañadas que -de sincerarse- mostrarían que el desempleo real es de 20%.
Los que trabajan sin remuneración en la familia o empresas
ya representan el 48 % de la ocupación total,
¡a punto de superar a los empleados!
La fórmula establecida por el actual gobierno es escalofriante. Primero: quiebra a las empresas con políticas públicas antiproducción. Segundo: en la calle, la ciudadanía se ve obligada a las ventas ambulantes. Tercero: Gobierno y Congreso aprueban un código de policía que judicializa las ventas ambulantes. Cuarto: sus candidatos obtienen votos prometiendo políticas asistencialistas, tipo Familias en Acción. Resultado: el círculo de pobreza y sometimiento está completo, para garantizar su continuidad en el poder.
El presidente Santos y sus acólitos están embelesados con que les den el visto bueno en la OCDE, para quienes el salario mínimo de Colombia es muy alto. Mientras tanto, el drama de millones es la imposibilidad de encontrar un trabajo estable y bien remunerado, como consecuencia de una política económica cuyo éxito consiste en rezar para que el precio del petróleo suba. Se debe hacer todo lo democráticamente posible para que la indignación de los desempleados se refleje en las urnas.
Twitter: @mariovalencia01