¡¿Qué?! ¡¿Qué?! Este título sería impensable desde la óptica del marxismo más conspicuo y, más si se quiere, desde la del leninismo rampante, aquellos escrito a la manera de El Capital y El imperialismo, fase superior del capitalismo, firmado por Carlos Marx, y V.I. Ulianov, cuyo alias es universalmente conocido.
Sin embargo, si no fuere aceptable desde el simple rigor de la economía política tomada como infraestructura, cabría pensarse en el resurgimiento de su supraestructura mental e imaginario ideológico, el oscurantismo religioso, por oleadas, que se compadecería con el concomitante resurgimiento del feudalismo de nuevo cuño.
Pero es mejor que empecemos por el principio.
Se ha estado hablando del mejor estar de la economía del mundo luego del advenimiento del regalo de Trump a los multitrillonarios. Hablamos del mundo pues esa ola será un tsunami que desbaratará primero y se tragará todo luego. Es como si hubieran cumplido años masivamente y su travieso líder les brindara una tarta de cumpleaños con todos los juguetes, desde merma de impuestos, ruptura de controles a la avaricia, hasta negación del incremento de salarios con obvio incremento de la plusvalía. ¡Solo falta una guerra mundial! No les caería mal, para que luego de amasar las enormes fortunas que se anuncian, haya menos mañosos pobres que atender. Ellos, se hicieron ascuas hace poco en Davos. ¿Dónde está mi parte del pastel?, parecían preguntarse.
Un acucioso periodista, George F. Will, en The good economic news is actually bad. Here's why, ha develado en The Washington Post, citando a Keynes nada menos, que como nos ha ocurrido a todos más de una vez en la vida, cuando se sueltan las amarras todo el mundo sale a gastar. Por eso la buena noticia se convierte en mala. ¿Quién va a pagar los platos rotos de una demanda desbocada y, de más de una burbuja muy próximas a inflarse? Bueno, nada de esto importa por dos razones aprendidas de las últimas crisis. En el ínterin los multitrillonarios se llenarán a tope, y cuando las burbujas estallen, habrían crecido tanto las grandes empresas que no podrían ser disueltas, los dinosaurios solo se extinguen una vez y, nuevamente con el advenimiento marxista de las crisis, se socializarán las pérdidas y se les llenarán los bolsillos con el dinero de todos. Ganarán por punta y punta y el doble por la última cifra.
Hasta aquí es claro que, aparentemente, todavía estamos en el capitalismo. Pero alguien saca las castañas del fuego y agrega el siguiente comentario: “We are turning from a capitalistic economy in which things are made by many and sold to many to a feudalistic/manorialistic economy where things are owned by the few and rented to the many”. Suscribe Mark-fs, en la sección de comentarios de Washington Post.
Que el traductor de Google nos regala como: “Estamos abandonando una economía capitalista en la que muchas personas hacen cosas y las venden a una economía feudalista / señorial, donde las cosas son propiedad de unos pocos y se alquilan a muchos”.
Si esto es así, tal como ha demostrado T. Piketty en su El Capital del siglo XXI, el título de este comentario deja de ser obvio para convertirse en una cantera de investigaciones a cual más urgente y pertinente. Incluso, si como se sostiene, que el plan presupuestal de Trump de “reducir los ingresos y aumentar los gastos con el propósito de destruir a la Seguridad Social, Medicaid y Medicare, y privatizar todo para el beneficio de los multimillonarios”; con lo cual podríamos por lo pronto cerrar el cuadro de argumentos necesarios para concretar nuestro análisis.
Lo anterior quiere decir, que la documentada descripción de Piketty de la superconcentración de la propiedad en el 1% de la población mundial ya no sería sinónimo de capitalismo, sino de feudalismo. Habría que releer a Piketty, y obviamente a Marx y a Lenin, desde una nueva óptica. Además de su rotundo análisis económico habría que agregar la aparición creciente del oscurantismo religioso, el oscurantismo evolucionista que reniega de la ciencia y, el regreso obligado a energías provenientes de la leña y otros derivados solares; sobre todo del advenimiento inminente de plagas mediante la destrucción anunciada de los sistemas de salud del mundo. Ah, y la reinvención alucinante de gobiernos oligárquicos bajo la égida del populismo más mentiroso y mezquino. Que yo recuerde, después del libro de Piketty, hubo enconados debates en EUA acerca de la flamante irrupción de la oligarquía, ya no financiera si no política, avanzando hacia una nueva división de las riquezas del mundo.
Marx había demostrado en alguna parte de El Capital, debate sobre la acumulación originaria, que este sistema económico devenía de la destrucción del sistema feudal anterior. Y luego Lenin expuso incontrovertiblemente que ya para la Primera Guerra Mundial, pero sobre todo en la Segunda, el capitalismo había dado paso a su fase más aguda, el imperialismo. Pero, ¿quién hubiera pronosticado jamás, siquiera en chanza, que del imperialismo, o del Imperio, como avanza Toni Negri, tornaríamos al feudalismo?
Es apenas natural que este análisis sea sometido a estudios de mayor rigor y relevancia. Adivinamos que de él podría no quedar piedra sobre piedra. Al fin y al cabo, Marx, Lenin, por un lado, y Keynes y Piketty por el otro, son monstruos de la inteligencia del mundo; sin embargo, para un simple mortal como yo, un frío de terror visceral me recorre la columna vertebral rumbo al sitio donde se solían colocar los hierros candentes: ¿nos quedaremos en el feudalismo o nos precipitaremos derecho hacia el esclavismo, sin agüeros?
Para cerciorarnos de la eventualidad emergente de este último acierto, cabe recordar que Trump ha hablado de “países de mierda”, de donde ni siquiera podrían traerse inmigrantes hacia su plan multitrillonario de infraestructura. En las condiciones del nuevo feudalismo, entronizado mayormente con un desaforado crecimiento de la robótica, lo esclavos se quedarán pudriéndose en su mugres países.
Nota: Se anexa traducción Google del artículo de George F. Will en The Washington Post.
ANEXO.
Las buenas noticias económicas son realmente malas. Este es el por qué.
En 1930, John Maynard Keynes estaba preocupado, pero no sobre lo desagradable que había comenzado el año anterior y se demoraría lo suficiente como para ser conocido como la Gran Depresión. Lo que preocupaba al economista británico era que la humanidad "está resolviendo su problema económico".
En su ensayo "Posibilidades económicas para nuestros nietos", Keynes, tratando de disipar el pesimismo, predijo que "suponiendo que no hay guerras importantes ni un aumento importante de la población", el "problema permanente de la raza humana", la "lucha por la subsistencia" - "Puede ser resuelto". Esto, advirtió Keynes, podría distorsionar el cableado neurológico de la raza humana, porque la humanidad ha evolucionado a lo largo de muchos milenios por la fatiga y el estrés. Los "hábitos e instintos" básicos no son aptos para un futuro de ocio y abundancia. Porque hemos evolucionado como criaturas diseñadas por la naturaleza "para luchar y no para disfrutar". Por lo tanto, el trabajo tendría que distribuirse, quizás en turnos de tres horas y semanas laborales de 15 horas, para mantener a las personas preocupadas.
Luego vino la peor guerra de la historia, al igual que un gran aumento de la población y un enorme enriquecimiento en todo el planeta. Y hoy la gente todavía trabaja y se esfuerza. En 1943, Paul Samuelson, que se convertiría en uno de los principales economistas de Estados Unidos y ganaría un Premio Nobel, anticipó la paz con el presentimiento. Las cosas buenas, la desmovilización de más de 10 millones de los servicios armados, la economía que ya no está ocupada produciendo instrumentos de destrucción, causarían cosas malas. Habría "el mayor período de desempleo y dislocación industrial que cualquier economía haya enfrentado alguna vez". Cualquier economía. Nunca. Lo que realmente sucedió se recuerda como el Boom de la posguerra.
Este paseo por el carril de la memoria sugiere esta regla: todas las noticias son noticias económicas, porque todo afecta la economía o revela actitudes o comportamientos que pronto lo afectarán. Y todas las noticias económicas son malas, especialmente las buenas noticias económicas, porque dan lugar a un mal comportamiento.
Considere este reciente titular de la portada del Wall Street Journal: "Los estadounidenses ahorran menos como buenos tiempos". El artículo comenzó: "Alzas en los precios de las acciones y mejores perspectivas de empleo" - ¿Buenas noticias? Buena pena: "han desilusionado a los estadounidenses con un derroche de gastos que reduce la cantidad de jubilados y días lluviosos". Entre 2008 y el tercer trimestre de 2017, el valor neto de los hogares estadounidenses aumentó de $ 56 billones a $ 97 billones (¿Buenas noticias? Recuerde, eso es un oxímoron), pero "las caídas previas -a mediados de la década de 2000 y fines de la de 1990- fueron precedidas por periodos de aumento de los valores de los activos y especialmente bajo ahorro".
En diciembre, la tasa de ahorro de los hogares de Estados Unidos fue la más baja (2.4 por ciento del ingreso disponible) desde las tasas de ahorro negativas en 2005 y 2006, antes de que estallara la burbuja inmobiliaria. Muchos estadounidenses, olvidando el hecho más insoluble (que nada dura), convirtieron el capital de sus casas en efectivo para financiar el consumo inmediato. Hoy, 104 meses después de que la recuperación de la Gran Recesión comenzó en junio de 2009 (cuando la tasa de ahorro era del 6,6 por ciento), 2,5 millones de hogares todavía valen menos de lo que se debe en sus hipotecas.
A partir de 2013, el 45 por ciento de los hogares en edad de trabajar no tenían ahorros para la jubilación. Seguridad social (pago anual promedio, $ 15,500), que proporciona el 33 por ciento del ingreso anual de las personas mayores y 90 por ciento para los jubilados, pero solo el 35 por ciento de los ingresos previos a la jubilación de un hogar típico, el año pasado se convirtió en el primer trillón de Estados Unidos -dollar-un-año programa. En ausencia de reformas, su fondo fiduciario se agotará para 2035 y los beneficios tendrán que reducirse en un 23 por ciento. Un estudio de la Reserva Federal de 2015 reveló que la mitad de los encuestados dijo que no podían reunir $ 400 para hacer frente a una emergencia; un tercio dijo que no podían vender activos, aprovechar ahorros para la jubilación o recurrir a familiares y amigos para pagar tres meses de gastos. En 2017, los ahorros medios de los hogares ($ 14,500) para los que estaban cerca de la edad de jubilación habían disminuido 32 por ciento en una década, y por primera vez, los estadounidenses mayores tenían más deudas de tarjetas de crédito que los estadounidenses más jóvenes. Entre 2003 y 2015, el endeudamiento de los que tenían entre 50 y 80 años aumentó un 60 por ciento. Hoy en día, aquellos entre 65 y 74 tienen cinco veces más deuda que la cohorte de esa edad hace dos décadas.
¿Te preguntas cómo ese comportamiento se volvió normal? Una respuesta parcial podría ser:
Los estadounidenses consideran que la postergación de la gratificación es antinatural, lo cual es así. El tiempo era, sin embargo, el ahorro se consideraba una virtud. La gente se sentaba en las mesas de la cocina, calculaba cómo llevar sus desembolsos, para vivir y jubilarse, en alineación con sus ingresos. Pero finalmente muchas personas decidieron: Esto no es divertido. En lugar de eso, desconectemos las decisiones de gastos agradables de hechos pesimistas sobre recursos, viviendo así como lo hace el gobierno federal.