Rionegro, Antioquia: la nada terminó por convertirse en todo

Rionegro, Antioquia: la nada terminó por convertirse en todo

"El nadaísmo es una excusa para conglomerar rebeldes con y sin causa, para decir lo que no se debe decir, para ser lo que no podemos"

Por: Juan Esteban Trujillo
enero 29, 2018
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Rionegro, Antioquia: la nada terminó por convertirse en todo

Como siempre nos recibieron con cinco piedras en la mano y otras tantas en los pies, bueno, hasta en las orejas rocas tendrían, así justificarían muy bien su sordera espiritual, esa cera envidiosa que les tapona los tímpanos. Desde "vigilancia" los titiriteros movieron sus marionetas preferidas; nos agredieron con indirectas, enhebraron trabas para que todo saliera al revés, abusaron de la inocencia de los nuevos asistentes y en un momento dado, cerraron la puerta principal para que nadie más entrara, no lograron su objetivo. Su nulidad intelectual es perpetua: ¡No han podido entender que su miedo nos alimenta! Que nuestro deseo de unión cultural es como una gigantesca montaña, enraizada en una esperanza intangible y susceptible a la eternidad, seguiremos arando en el mar si es que así es como ellos lo quieren ver y llamar, seguiremos barriendo el desierto de sus chanchullos. Malditos dictadorzuelos graduados con honores en la Universidad de la Pacotilla. Nosotros no queremos discipulados, no deseamos movimientos, ni sismos masivos, y tampoco quietudes e inmovilidades, somos conscientes de que nuestra generación está perdida y muerta y la que viene también; nuestra labor es muchísimo más profunda, desinteresada, amplia, inabarcable. Y se planteó de lleno desde que empezó todo el desorden: ¡Hay que tomar cartas en los asuntos que nos vulneran como pueblo, como sociedad, como seres humanos!

El homenaje comenzó y solo estaban tres de los poetas que iban a participar en el encuentro. Uno de ellos llamó la atención por su actitud crítica y de protesta; esa forma de recitar tan propia de Gonzalo Arango, una extraña música manaba de sus cuerdas vocales, sin embargo, por fuera del desconversatorio y del claustro, resultó ser equivalente a la mitad de una moneda de cincuenta pesos, como yo lo había predicho con el público como testigo y el micrófono como aliado (aunque su certeza poética me hizo omitir sus arrogancias por un momento, el perfume de la poesía me hizo olvidar su hedor individual); su calidad como poeta no queda invalidada pero si tergiversada, por las aristas de su personalidad astillada, repugnante y puntiaguda, él y sus apóstoles escuderos, con morrales tejidos y pulseras de hilo enredadas en las flacuchentas manos, intentaron enterrarme con la mirada cuando me dirigía con mis fantasmas hacia el Nido del Jabalí, para hacer un análisis del encuentro comiendo crispetas y tazando una miserable cerveza, porque no teníamos para más, incluso le pedí propina al mesero, pues nuestros bolsillos le rendían también tributo a los que Gonzalo se palpó al llegar otra vez a la ciudad de Medellín y no encontró en ellos absolutamente nada más que rotos y cadáveres de mariposas, entonces decidió crear algo a partir de ese vacío: El nadaísmo.

Estos entes vergonzantes y extremistas del "antisistema", que parecían haber viajado desde los años 60 en una máquina del tiempo, se fueron en su nave multidimensional llorando a casa, porque mi voz resultó ser inmortal: ya ven ustedes, unos hippies amando el odio, por el simple hecho de que me rasuré la lengua antes de cantar la canción de mi causa, vaya partida de comediantes inéditos. Por otro lado, el tiempo dijo la verdad y señaló a todos a los que llegaron tarde, su destino era escuchar solo lo que debían, el auditorio se alcanzó a ver medio lleno y también medio vacío, pero nadie descubrió que el famoso vaso del refrán, en realidad no existe, y que por ende, cada persona era en sí misma una multitud que reclamaba ser llenada de conocimiento e iluminación: cuántos artistas, cuantos locos de atar, cuántas nuevas voces habían doblado las vigas de la realidad, cuántos poemas se liberaron de su camisa de fuerza y salieron a enloquecer los oídos receptivos, y también cuántas reconciliaciones fueron gestadas.

La Revista Nabú, por su parte, después de la ejecución de la descabellada ceremonia, se dejó transformar por la noche y la luz azul de la luna, trazaron un círculo de amigos en donde los libros fueron cervezas y las letras se encapsularon en partículas de alcohol (quizás adulterado), idolatraron la bohemia e ingresaron en su sangre las moléculas de la desinhibición, y haciendo emerger el diseño del caos, tejieron una conversación nadaísta que también se apoyó en el núcleo de una planta ancestral; la arquitectura de las risas y las observaciones siderales, se abrazaron y cayeron como meteoritos sobre el Parque de la Libertad, liberándonos a todos. Yo pasé por allí para hacer mi trabajo arqueológico, recogiendo frases benditas por la providencia y la mística de una revolución en apariencia, inconcebible. Todos dijeron lo que querían decir, escucharon lo que apetecía a sus oídos, en sus ojos se veía el alma de la regalada gana y vi que todavía hay maniáticos y maniáticas que valen muchísimo la pena. El humo de los cigarrillos no dejaba ver nada, como si los trenes de sus conciencias hubiesen colapsado sincronizadamente, parecía que su espíritus fueran los únicos que podían salir con vida de la tertulia disfrazada de catástrofe, todas las voces repetían lo mismo de diferentes formas: "Qué chimba, men", "Hay que hacer esto", "Hay que hacer aquello", "Crea", "El barrio no miente", "Rótelo", "Otra cerveza".

Jugaron a ser actores inconclusos, jugaron a ser poetas marginales, jugaron a ser niños, y también jugaron a ser ellos mismos. Jugaron con fuego y se enorgullecieron de quemarse, se tatuaron sus cenizas sobre la frente y así regresaron a sus cuevas para seguir planificando su propio exilio, comprendieron la esencia: ¡Todos seremos olvidados!... Eso era lo que tenía que pasar, el nadaísmo es una excusa para conglomerar rebeldes con y sin causa, para decir lo que no se debe decir, para ser lo que no podemos, para morder manzanas prohibidas y adoptar al gusano como mascota, nuestro cerebro será su umbral y el gusano se paseará por los jardines de nuestra memoria, perforando las venenosas rosas negras de nuestros desconciertos, en sus mordiscos microscópicos se levantaran aldeas de poesía, de arte, de puro arte, de puto arte.

Fue el tiempo y la hora para escuchar información secreta, para reconocer los rostros de los nuevos anarquistas, le tomamos la temperatura a las melancolías propias y ajenas, para rasgarnos las alas y lanzarnos todos al mismo vacío sin fondo, del que Gonzalo surge victorioso en un globo de oro, cada vez que se articula uno de sus poemas o se rememora una de sus soberbias hazañas; lo que puedo yo decir es que estaría orgulloso de saber que usamos el nadaísmo como medio, y no en lo absoluto como un fanático fin. Gustoso se sentaría a beberse un vino añejo con nosotros, cobijado por el frío de las noches que se incineran de estrellas y luceros en Rionegro. Ojalá este espacio sin cerraduras siga teniendo eco en los jóvenes, ojalá la literatura siga despertando el héroe que todos llevamos dentro. Gracias por ir, gracias por irse, gracias por volver, gracias por quedarse, gracias por llegar tarde, gracias por abrazar al monstruo que habita bajo cada una de sus camas, por comprender que era él quien temía de nosotros, y de nada por haberles ayudado a comprender la metafísica cósmica de sus sombras, sombra a la cual ahora mismo, mientras leen esto, están abrazando. El viernes 26 de enero ahora es un día en el que gracias a Dios se hizo de noche.

PD: ¿Ya vieron Los ojos de mi madre?, ¿les paso el link? ¡Véanla antes de que Donald Trump acabe con lo que queda del mundo!

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