Cada mañana de domingo, desde la primera hace 85 semanas hasta la última la semana pasada, sentí la misma expectativa y emoción. Madrugué a ver mi columna publicada en Las2orillas como si fuera un niño esperando el regalo del Niño Dios. Desde que mi amigo Juan Mosquera me conectó con Elisa Pastrana y me embarqué en este proyecto de introspección, reflexión y publicación semanal, han pasado muchas cosas en el gran planeta y en mi pequeño mundo.
Ganó Trump, El Reino Unido decidió salir de la Unión Europea y en Colombia se acabó el conflicto armado más antiguo del hemisferio y el No ganó el plebiscito por centímetros. Esta columna me sirvió como terapia y antídoto contra la depresión y la entrega al nihilismo. Reflexioné sobre mi condición de columnista, compartí historias de padre enamorado y me aventuré en diversos temas, algunos de los cuáles me han interesado desde hace muchos años y otros que sentí me caían como relámpago y que era incapaz de ignorar.
Escribí esta columna en un momento de profunda polarización y generalizada desconfianza en el país. No rehuí ningún tema pero intenté siempre plantear mis opiniones de manera tranquila, sin insultos o descalificaciones simplistas y evitando que se convirtieran en combustible para la hoguera de las pasiones y las vanidades que suele ser la vida pública. No se si siempre lo logré.
No rehuí ningún tema,
intenté siempre plantear mis opiniones de manera tranquila,
sin insultos o descalificaciones simplistas
Publicar cada semana también me permitió conocer y compartir opiniones con algunos de los mejores escritores del país. Recibí consejos y observaciones invaluables y en algunos casos reconocimientos y piropos que aun hoy me hacen sonreír y hasta suspirar.
Agradezco a los lectores que cada semana me leyeron, comentaron y criticaron. Espero haber sido buena compañía y que mis temas y aproximaciones hubieran sido motivo de reflexión y buena discusión.
Escribo esta nota de despedida porque emprendo un reto laboral y político que no me permite ni el tiempo ni la distancia necesaria para mantener este espacio y sus contenidos. Saber retirarse, así sea temporalmente, es fundamental en todo y para todo.
Esta columna no hubiera sido posible sin el aporte y el apoyo de tres mujeres. Elisa Pastrana, editora de de Opinión de Las2orillas, quien me abrió la puerta y quien a partir de su experiencia, con gran prudencia, respeto y sutileza me aconsejó en temas sensibles. Alba Clemencia Ardila mi editora en jefe. Con ojo de profesora; minuciosa, rigorosa e implacable, a ella le debo correcciones, trasnochadas y en buena parte el orden y claridad de los textos. Finalmente, a quien fuera siempre mi primera y última lectora antes del irreversible clic de enviar: Juli mi esposa. Desde la puntuación hasta el análisis de los impactos y las diferentes lecturas posibles del texto, Juli vivió esta aventura con la misma intensidad y pasión que yo. ¡Gracias!
Hasta pronto.