En La Ceja, pueblo del Oriente de Antioquia, 65 mil habitantes, calles trazadas con regla y escuadra, bicicletas (un número que lo posiciona como el segundo más bicicletero de Colombia), productor de flores y de personajes como Fernando Gaviria, Juan de Dios Aránzazu o Gregorio Gutiérrez Gonzáles, no tiene, propiamente hablando, una institución de educación superior de calidad que esté ubicada dentro de sus 134 kilómetros cuadrados.
Como en todo el país sobran cárceles (148) y faltan universidades (ochenta), sobran policías y faltan profesores. En La Ceja sobran opciones para trabajar en floristerías, pero no hay ni una universidad. Nos dirán que está el Sena, pero este centro de educación cumple la misma función: mano de obra calificada para cultivar cebolla, ser cocinero u obrero, técnicas que, la mayoría de veces, se alejan de las necesidades de una población que necesita poner a trabajar el cerebro y no entretenerse decorando uñas.
Si la oferta académica de un joven de La Ceja no encaja en lo anterior, tendrá varias opciones: todas conducen a la puerta de un autobús, a no ser de que la familia tenga para darle el último modelo de Renault o para arrendar un apartamento en Medellín.
La solución para que sus jóvenes sean arquitectos, ingenieros, médicos, historiadores, agrónomos, abogados, se consigue viajando. Sí, todos los días, varios kilómetros, incontables horas de la vida comprendiendo el mundo detrás de una ventanilla o durmiendo trayectos que duran doce kilómetros hasta la Seccional Oriente de la Universidad de Antioquia, donde la oferta académica presenta doce opciones. Si sumamos otros diez minutos más de vía (cinco kilómetros) aparece la Universidad Católica de Oriente (una alternativa privada, no es muy cara, pero sí es poco usual para jóvenes de escasos recursos). Y si desgastamos 45 kilómetros (sumando trancones, una hora y media de vida) encontramos opciones como la Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia, Eafit, Universidad Pontificia Bolivariana, Universidad de Medellín (en las últimas tres estudian los del programa Ser pilo paga, los que le deben el alma al Estado o los que tienen buenos ingresos económicos). También hay otras como La del Norte, la del Sur, Institución universitaria… y cuanta de garaje se hayan inventado.
El municipio, desde la administración anterior, ha puesto todos sus esfuerzos para cubrir un programa al que se ha denominado ‘subsidio de trasporte’, el cual es una alianza público privada entre la administración municipal y la empresa de Transportes Unidos. Precios módicos para disminuir el caudal de dinero en pasajes diarios. Dependiendo del estrato socioeconómico, si se fue víctima del conflicto armado y otros factores, el estudiante recibe un porcentaje del pasaje, este varía, puede llegar a alcanzar el ochenta por ciento del valor del tiquete. Varios jóvenes, postulantes en el programa, aseguraron estar agradecidos con el apoyo económico que les ha brindo el municipio. El número de estudiantes beneficiados supera los setecientos. Ejemplo: si se fue víctima de la violencia, un tiquete de catorce mil pesos pasa a costar tres mil. Por el contrario, si no se es una víctima, un pasaje de catorce mil (precio confirmado por la empresa transportadora el pasado 17 de enero para la ciudad de Medellín) pasa a costar nueve mil con el programa.
Cada año los requisitos para recibir el subsidio, según los estudiantes, son más: papeles, documentos, certificados, fosyga, horario. “Siempre hay que pedir una carta, nosotros somos víctimas; cada año hay que llevar un certificado de que somos víctimas, como si en el 2017 hubiéramos sido víctimas pero en el 2018 no”, asegura Mariana, estudiante de ingeniería agronómica en la Universidad Nacional.
Manuel, víctima de la violencia, 21 años, hijo de una madre cabeza de familia, que responde por otros tres hijos estudiantes que viajan cada día a la ciudad de Medellín: dos en la Nacional y una en la de Antioquia, el pasado 17 de enero se llevó una gran sorpresa: “Usted ya no puede recibir el subsidio de transporte” ¿Cuál es la causa? “Está trabajando”.
Para la administración municipal: ¿se revisaron en profundidad cada uno de los casos para quitarles a muchos de los estudiantes el subsidio? ¿Acaso no es meritorio que un estudiante que trabaja (con todo lo que esto involucra: tiempo, menos estudio, menos materias) reciba el subsidio de transporte? “Manuel no trabaja porque quiere, trabaja porque tiene que aportar una ayuda económica para la casa”, asegura su madre. El contrato de Manuel dice que gana cada mes un salario de $298.508 pesos, los precios normales de transporte cuestan $280.000 pesos, sin sumar los demás gastos que se llevan a cabo en la ciudad de Medellín. Sus cuentas, solo en transporte, para trasladarse cada día a la sede de Minas, en Robledo, dan una suma de $360.000 pesos mensuales. “Estar independiente en el sistema de salud, no significa que uno tenga la capacidad; uno está estudiando y está trabajando solo dos días a la semana: sábado y domingo”, agrega Mariana. Manuel recibe el auxilio de transporte para desplazarse todos los fines de semana desde Rionegro hasta La Ceja. En la dependencia encargada aseguran que el auxilio de transporte lo está gastando en el estudio, algo que es completamente ilógico, pues Manuel viaja hasta Rionegro a trabajar y no a Medellín, ciudad en donde estudia.
Al contactar al alcalde de La Ceja, Elkin Ospina Opina, no pude obtener una respuesta a través de teléfono celular. Por otro lado, dos concejales de La Ceja, como quedó en evidencia en una sección del concejo, aseguran que votaron negativamente por la propuesta que disminuye los recursos económicos del subsidio de transporte en La Ceja. Los restantes concejales, once, decidieron, sin tener educación profesional –en la mayoría de los casos– su voto en forma positiva para que se disminuyan los recursos del transporte en la educación.
Queda preguntarse: ¿Quién tiene más mérito para recibir un subsidio: un estudiante que tiene que trabajar, porque le toca, o uno que solo se dedica al estudio por completo? Los casos se deben de revisar, pues hay injusticias con muchos.
¡No se es necesario inundar un municipio con cámaras de seguridad para vigilarlo de los jibaros, hay que brindarles oportunidades de estudio a los jóvenes para que no existan los primeros! Que nunca se le olvide a la administración: la mejor inversión es la educación ¡Siempre!