El 2017 marcó un cambio radical en la percepción de las empresas internet. Mientras que hace cinco años se hablaba de los grandes avances que estas empresas produjeron en innovación, su aporte al crecimiento económico o al bienestar y facilidad de comunicación para el ciudadano común, el 2018 abre con una ola de preocupaciones del público, de los reguladores y de los medios, entre otros.
La gran mayoría de estas empresas son jóvenes y han tenido un crecimiento fenomenal. Facebook se creó en el 2004 y hoy tiene más de dos billones de usuarios, el iPhone cumplió una década el año pasado mientras que Google o Amazon acaban de entrar a la década de los 20. Hoy hay más de 1 billón de usuarios iOS y 2 billones en Android. Tal vez por su juventud y por el gran impacto que han tenido estas empresas en la forma como cada uno vive su vida, hasta ahora esta industria ha gozado de un ambiente amigable y positivo.
Sin embargo, este nuevo año llega con una presión para que respondan más rápida y asertivamente a los retos que su crecimiento ha traído. Empresas como Facebook, Google o Twitter no pueden responder que solo son plataformas y refutar cualquier responsabilidad sobre el contenido que movilizan. En el 2017 se discutieron temas tan sensibles como la adicción de los usuarios (incluyendo niños) o la credibilidad de las noticias que se diseminan como ciertas sin serlo. Los dos inversionistas más grandes de Apple le han pedido que investigue los efectos sobre los niños por el uso intenso que hacen del iPhone o del iPad. Y varios reguladores han expresado su preocupación sobre el poder desmedido y dominante que tienen esas empresas. Estos y nuevos temas de la industria de tecnología estarán sobre el tapete este año. La era en que las empresas lanzaban tecnologías y servicios innovadores sin responder por los efectos parece estar llegando a su fin. Los llamados no son espurios.
El objetivo de los creadores de estos productos que hoy aceptamos como normales es lograr que dediquemos la mayor cantidad de tiempo posible en ellos. Por ejemplo, antiguos empleados de Facebook o Google han reconocido los esfuerzos para conseguir productos que hagan que los usuarios dediquen la mayor cantidad de tiempo posible en sus plataformas. Su modelo de negocios de publicidad depende de ello, y lo han hecho bien, pues más del 60 % de gastos en publicidad digital va para este dúo. Uno de los principales parámetros para medir el éxito de un portal es el tiempo de permanencia de los clientes en él.
El impacto de las plataformas
en procesos democráticos fue evidente
en las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2016
El impacto de las plataformas en procesos democráticos fue evidente en las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2016. El Congreso de esa nación realiza una investigación sobre los efectos que la publicidad en Facebook, Google o Twitter por parte de agentes externos (en este caso, rusos) pudo tener en los resultados. Incluso, si se llegara a la conclusión que no afectó el resultado final, permanece la pregunta sobre cómo se aplican leyes electorales tradicionales, no solo en términos de la publicidad, sino con respecto al impacto potencial sobre el electorado al difundir noticias falsas o de fuentes dudosas con el objetivo de influenciar la votación. Estas mismas preguntas se están revisando para otros procesos electorales incluyendo Brexit, las elecciones en Francia, Alemania o Catalunya. No es tarea fácil. Ningún gobierno decidió sobre el funcionamiento del internet, de ahí que sea libre, una zona sin leyes que erosiona la soberanía de los países e ignora fronteras.
No hay duda que estas empresas deben asumir mayores responsabilidades por los efectos de sus productos y servicios sobre los usuarios. La industria ha evolucionado, y, aunque de forma tímida, en su mayoría ha anunciado cambios que pretenden responder a algunas de las dificultades percibidas. Sin embargo, las soluciones no se encuentran solo en ajustes y cambios de comportamiento de los gigantes tecnológicos, ni en la creciente ola de regulación que parece inevitable. No hay una mejor defensa contra la adicción a los dispositivos o plataformas, ni contra la aceptación sin cuestionamientos de una noticia falsa, o un electorado educado, que una buena educación. Así como todos los dispositivos de seguridad de un carro no pueden proteger a los demás de un conductor ebrio, la buena educación y formación de nuestros ciudadanos del futuro será lo que al final permita que el nuevo entorno digital y tecnológico juegue a favor del individuo y no solo de las empresas o la industria. Al final, la responsabilidad es compartida, la educación empieza en la familia y acaba en el colectivo social y cultural al que se pertenece.
No hay duda que estas empresas deben asumir mayores responsabilidades por los efectos de sus productos sobre los usuarios
@aarcilaa