En busca de la Mona Mariela: el mito guerrillero del ELN

En busca de la Mona Mariela: el mito guerrillero del ELN

Murió Omaira Vásquez, la única mujer en llegar a la Dirección del ELN. Pero hubo una que estuvo desde el inicio de la guerrilla en Santander junto a Camilo Torres

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enero 17, 2018
En busca de la Mona Mariela: el mito guerrillero del ELN

Cuando comencé mi viaje al departamento de Santander me dijeron que en El Socorro, la tierra de los comuneros, vivía la Mona Mariela, la primera mujer guerrillera del Ejército de Liberación Nacional. El 7 de enero de 1965 el ELN se tomó Simacota, un pequeño pueblo sobre la Cordillera Oriental en las faldas de la Serranía de los Yariguíes. Dieciocho días antes un grupo de 26 hombres y una mujer se adentrarían en el monte para preparar el primer golpe de la guerrilla que los lanzaría oficialmente a la vida política y militar. Entre ellos se encontraban los hermanos Vásquez, fundadores del grupo armado, y Nicolás Rodríguez Bautista, ‘Gabino’, hoy integrante del comando central.

El grupo de guerrilleros llegó a las 6 de la mañana a una casita en un filo desde donde podían ver la panorámica de todo el pueblo. La toma duró dos horas. Después de haber matado a tres policías y dos soldados, robaron la droguería del pueblo, la sucursal de Bavaria, las armas de la estación de policía y $ 54.000 pesos de la Caja Agraria, ubicada en una de las esquinas del parque central. Fabio Vásquez y la Mona Mariela llegaron en cuestión de minutos al edificio y sacaron la plata. Mientras tanto, los guerrilleros iban entregando un pequeño texto que tenían preparado: el manifiesto de Simacota fue leído por Vásquez al frente de la gente reunida en el parque. Con la toma no solo nació oficialmente el Ejército de Liberación Nacional como movimiento guerrillero, también nació el mito de la Mona Mariela. Quería saber de ella.

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La Caja Agraria estaba ubicada en una de las esquinas del parque central. En la misma casa hoy se encuentra el Banco Agrario / Foto: Julián Parra

Después de preguntar por Paula González Rojas, el verdadero nombre de la guerrillera santandereana, lo único que sabía de ella es que había nacido en El Hato, era profesora y ahora estaba pensionada. Sin embargo, nadie me daba razón de ella, y los pocos que la reconocían por su nombre de guerra aseguraban que no vivía ahí, sino en Bucaramanga, en Bogotá e incluso en Barranquilla. Después de cuatro días de búsqueda un profesor del Colegio Universitario de El Socorro me dijo que fuera a buscarla en su pueblo natal porque allá todavía vivía la familia, quizá ellos podrían ayudarme.

Desde El Socorro hasta El Hato hay una hora en carro por una trocha de 30 Kilómetros. Al llegar a la plaza entré a la única tienda que estaba abierta. Volví a repetir la misma pregunta: “¿Conoce usted a Paula González?” El hombre me miró con cara de asombro, se inclinó por encima del mostrador y me respondió en voz baja: “¿la Mona?” Por fin había dado con la mujer que, con cada indagatoria nueva, se me dificultaba más creer que realmente existiera. “Ella no vive en este pueblo, pero su hermana sí. Vaya a su casa, de pronto allá le den razón”.

 

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La Mona Mariela nació en El Hato, Santander. Creció junto a 10 hermanos en una casa que hoy se cae a pedazos /Foto: Julián Parra

Me abrió la puerta una joven morena, con botas de caucho y gorra negra. Me miró con recelo mientras unos metros atrás de ella se encontraba otra mujer, asomando la mirada detrás del marco de otra puerta. “¿Esta es la casa de Paula González?” La pregunta pareció incomodarlas e inmediatamente me preguntaron quién era. Después de explicarles durante quince minutos la razón de mi viaje, todavía parado en la entrada como quien no es bienvenido en la casa, se acercó la mujer que estaba escondida. Pude ver su rostro y las canas que pintaban su cabeza. “Yo soy la hermana de Paula, pero ella no vive acá y hace mucho tiempo que no la veo”. Me pidió que le mostrara mi cédula y le diera mi número celular. Me llamó inmediatamente para asegurarse de que no le mentía. Abrió la puerta y me sentó en un sillón. “Pero dígame, joven, ¿por qué anda buscando a mi hermana?” Le expliqué que me habían dicho que esta era la casa de Paula González… Me interrumpió de inmediato: “Yo sé quién es Paula González, ya le dije, es mi hermana. Pero, ¿por qué la busca?” Sabía que no estaba buscando solo a la profesora, sino a la primera guerrillera del ELN.

La joven que me había recibido seguía de pie junto a la puerta. Les conté lo poco que sabía de la Mona Mariela. “¿Y usted vino hasta acá solo para buscarla? Quiero decirle que yo no conozco a ninguna Mona Mariela, mi hermana no se llama así y no sé si es la misma guerrillera de la que tanto hablan”. Sin embargo, con su mirada me decía todo lo contrario. “Yo solo quiero saber un poco más de ella porque me han contado tantas cosas contradictorias que ya no sé si es verdad lo que dicen o no”.

Pasaron casi 30 minutos desde que toqué a la puerta hasta que me invitaron a seguir más allá de una pequeña sala a la entrada de la casa. Le empecé a narrar aquello que había escuchado. La Mona Mariela había ingresado a la guerrilla porque en los años 60 el Ejército mató a sus padres en su propia finca cuando ella era todavía una niña. “Eso es falso —me respondió tajantemente su hermana— mi madre murió hace 15 años y mi padre hace 22”. Marco González y Tránsito Rojas no eran ningunos hacendados como se decía y el Ejército no los había asesinado. El mito de la Mona Mariela, la mujer que llegó a tener más de 70 hombres bajo su mando y fue reconocida como una de las mejores a la hora de robar dineros de los bancos para financiar la guerrilla, necesitaba una justificación para la guerra. “A ella se la llevó la guerrilla cuando tenía 16 años. Recién había terminado el colegio cuando la engañaron; esa gente le echó un montón de mentiras para convencerla”.

Paula González había dejado el pueblo desde esa época y solo había regresado de vez en cuando, clandestinamente, para visitar a su familia. La última vez que estuvo en El Hato fue en el funeral de doña Tránsito, en 2002. Nadie la vio en el lugar, ni siquiera la hermana porque el Ejército había rodeado el cementerio esperando que apareciera. Pero ella nunca se presentó, no podía. Sin embargo, sí fue a la casa después del entierro, saludó, se quedó unos minutos y se volvió a ir.

Según su hermana, las dos son muy parecidas. Fueron monas, pero el tiempo ha pasado y el cabello rubio ahora esta plateado. Años atrás, cuando todavía iba a El Socorro, la saludaban en la calle creyendo que era Paula, y ella les seguía el juego. Prefiere evitarse dar algunas explicaciones, que le pregunten en dónde está su hermana o si todavía está viva. “Ella no es profesora, eso también es mentira. Paula estudió medicina en Venezuela. La gente inventa.”.

Los señalamientos en el pueblo han encerrado a las dos mujeres en la casa. Las han acusado de ser asesinas, terroristas y guerrilleras. “Mi hija es enfermera, pero no le han querido dar trabajo por ser sobrina de la Mona”. El recelo con el que me recibieron se justifica en la soledad, en el aislamiento al que han sido llevadas por cargar con el peso de un nombre de guerra. Su hermana asegura que le ha costado mucho hablar sobre Paula porque eso solo les ha causado dolor. Sin embargo, la admiración hacia ella se ve en sus palabras y en las de su hija, quien con alegría asegura que su tía es la mujer que más admira en este mundo. “Ella es un cerebro andante y se volvió la vida de toda nuestra familia”.

La casa en la que vive la hermana con su hija es la casa familiar en donde crecieron once muchachos. Don Marcos González llegó muy joven a El Hato desde Barichara. Conoció a doña Tránsito en el pueblo y tuvieron once hijos. Paula fue la séptima y su hermana es la menor de todos. “Esta casa es más que la casa de la Mona Mariela, tiene una historia política mucho más vieja que la guerrilla”. Don Marcos fue un líder en la región y el fundador del Partido Liberal en el pueblo. Sin embargo, la gente ya no se acuerda de ese pasado y solo reconocen aquella casa esquinera como la cuna de una guerrillera.

Después de varias horas de conversación el rostro serio de la hermana de Paula cambió por una sonrisa permanente. Los recuerdos parecían venir en ráfagas de tristezas y alegrías. Sin embargo, al final todo vuelve a lo mismo. La guerra no solo se llevó a su hermana, también cambió por completo su vida y la de su familia. “Las personas creen que nosotros somos unos monstruos, y solo porque tenemos la misma sangre que la Mona nos señalan”. Y en medio de una risa mientras prepara el almuerzo, me cuenta con un poco de orgullo: “Joven, ¿usted sabe quién es Camilo Torres?... Pues mi hermana estaba con él cuando lo mataron. La gente no lo sabe, pero Camilo murió en sus brazos, fue a la última persona que vio antes de que lo mataran en el monte”.

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Omaira Elena Vásquez, la única mujer en llegar a la dirección del ELN, murió el pasado 9 de enero en La Habana, luego de 20 meses en cuidados intensivos. Fue conocida como la 'Comandante Paula' y junto a la Mona Mariela, se conviertieron en las mujeres guerrilleras más importantes del ELN

La casa en la que creció Paula González o la Mona Mariela se cae a pedazos. Sin embargo, su hermana ha intentado por todos los medios mantenerla de pie. Ha tocado puertas para que les ayuden a reconstruirla, pero no está dispuesta a contar la historia de su hermana; quiere que sea ella misma quien lo haga.

Son casi las 5 de la tarde y después de tanto conversar, el mito de la primera guerrillera del ELN sigue intacto. Todavía no sé dónde está, ni su vida en la guerra, pero al despedirme de las dos mujeres, que ya no me miran con desconfianza, la sobrina de Paula se me acerca en la puerta y me dice en secreto, “Regrese en 30 años y yo le cuento toda la historia”.

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