A la Unidad Defensora del Espacio Público (UDEP) al parecer le importa más defender los derechos de un pedazo de andén que respetar los derechos humanos de los vendedores ambulantes. Así es nuestra querida Colombia.
He visto escenas indignantes de personas empobrecidas llorando y rogando para que la gente del espacio público no le decomise los productos que vende para ganarse la vida. Casi siempre son personas que viven en la extrema pobreza y que elaboran unos cuantos fritos y jugos con el fin de ganarse unos pocos pesos y no dejarse arrastrar al fondo de la quinta paila del infierno de la miseria; algunas son víctimas de desplazamiento, las cuales son reconocidas como seres humanos con derechos constitucionales especiales por su condición de vulnerabilidad y por la negligencia por parte del Estado colombiano en la preservación de su seguridad integral.
Pero, aunque los vendedores ambulantes desplazados cuenten con todos esos privilegios de orden constitucional, parecería que en ocasiones no se tienen en cuenta por los que defienden el espacio público. Deberían tener presente que prima el derecho al trabajo, como derecho fundamental, sobre el derecho al espacio público, así como el derecho al debido proceso, puesto que Colombia sigue siendo un Estado Social de Derecho.
Según el Banco Mundial, Colombia es el segundo país más desigual de América Latina, informaba el diario La República del día jueves, 11 de enero de 2018. Y sin embargo la persecución judicial y la criminalización de la pobreza en el país aumenta con el nuevo Código de Policía. Es como si la gente empobrecida estorbara y en lugar de combatir la pobreza y la desigualdad social prefirieran esconder a los pobres y acaso acabar con ellos. Nos quitaron la justicia y nos dejaron la ley, la ley del más fuerte, como dijo Eduardo Galeano.
Los ricachones que se piensan los dueños de las ciudades turísticas del Caribe colombiano creen que el turismo solo puede hacerse con mar, arena, sol, agua y escondiendo a la gente empobrecida, tal como hicieron en Cartagena de Indias en la pasada visita del papa Francisco. En lugar de construir con urgencia un moderno acueducto para la Bahía más linda de América, construyeron El Parque del Agua para que los turistas se bañen. Por lo visto el inmenso mar Caribe no les parece suficiente a los ingeniosos hidalgos de Santa Marta.
Yo solo me opongo al desarrollo urbano que genera exclusividad y exclusión sociales; no odio al concreto, pues mi relación con él es, ha sido y será muy cordial. Estoy en total oposición contra todo tipo de violencia que perjudique los más débiles y, por supuesto, tiendo a fraternizar con todos los que anden mal por causa de la injusticia, sobre todo, porque yo mismo la he sufrido. Ya es hora de escuchar a la gente y tomarla en cuenta, como ocurre en las democracias de verdad. Es necesario realizar un censo de los vendedores ambulantes a nivel local y nacional y concertar una mesa para ubicarlos en el espacio público.