El señor "K", emprendió un viaje en busca de un ingrediente que diera sabor a una "receta".
Partió de una pequeña población, donde había nacido y pasado la mayor parte de su vida. Había buscado desde siempre ese ingrediente en los mercados locales, pero no lo había encontrado por ningún lado.
Buscó entonces otros horizontes, cruzó fronteras y emigró a lugares lejanos jamás imaginados por él.
Siempre probaba lo inusual, tratando en vano de sentir ese sabor especial ó por lo menos diferente que diera sazón a su "receta".
También se daba la oportunidad de ensayar, de combinar elementos y hacer mezclas al azar para poder lograr su cometido.
Seguía los consejos de afamados "chefs y cocineros" También de los sabios truquitos de la abuela pero aún así no lo encontraba.
Con todos estos ensayos, en la preparación de los platos, notaba en ocasiones el desequilibrio que alteraba el sabor, cosa que el no advertía. Lo notaba por que los demás se lo hacían saber, dejando su plato servido ó empezado. Acompañado de las críticas respectivas por su desatino en la "receta". Le decían que tal vez debería dejar de buscar tal ingrediente y hacer lo usual, seguir una receta sin buscarle cosas que no tiene. Así de sencillo, pero para el no lo era, puesto que el sentía que le faltaba sabor.
Lo inquietaba el pensar en las "recetas" de los demás, el por qué algunos con tan escasos ingredientes hacían suculentos platos. Que en su caso particular, podía contar con abundantes ingredientes y que pocas veces eran disfrutados ó por lo menos aceptados por el y quienes los probaban.
Por esas razones se dio a la tarea de conseguir el "ingrediente para su receta". Se convirtió casi en una obsesión. De ahí que se embarcó en esa empresa para buscar su objetivo.
En sus diversos viajes degustó diferentes recetas sin lograr deleitarse. En un momento pensó que tal vez se trataba de una conspiración fraguada en su contra y estos temores le generan una gran confusión. Como si las personas con las que había vivido gran parte de su vida y las que conocía recientemente tuvieran alguna conexión.
Entre seguir buscando y dudando, se le pasó el tiempo
Al cabo de tantos años y acostumbrado a su condición, se va camino a una montaña y decide tumbarse a la sombra de un árbol. Observando al rededor, ve a un sembrador. Que parece jugando con la tierra. La mueve de un lado a otro con un rastrillo, la toca con sus manos y la amasa.
Se le acerca y entabla una breve pero sustanciosa conversación.
Era una persona de ciudad, un gran maestro, que había salido también a buscar un "ingrediente para una receta" porque empezó a sentir un sinsabor. Optó inicialmente por visitar a su médico quien le había sugerido exámenes para detectar algún daño en sus papilas gustativas que pudiera explicar el no percibir ningún sabor en las comidas, pese a sazonarlas aún en exceso. Con el resultado de los exámenes favorables, pero aún con su sinsabor, también se embarcó en la búsqueda de un ingrediente para sazonar su receta. Hasta llegar a encontrar en aquella región, su ingrediente para la receta, la cual la resumió así.
El sinsabor no está en la boca, ni en la lengua, está en lo que se hace y cuanto se disfruta. El ingrediente secreto es el que le da el sabor a la receta, a la vida. Sabe a los ingredientes con que se prepare. Es importante hacerlo cada uno, para evitar culpar a otros de un desbalance en su preparación.
Pero ¿Quién entonces no preferiría excederse en las mieles y evitar la amargura? ...mmm..., hasta la miel hastía.
Además, el punto es que a veces se cree tener la receta ideal y no saber a nada. En ese punto se encontraba cuando inició la búsqueda. Sumaba uno a uno los ingredientes; un poco de sal, un poco de azúcar, sentir lo agridulce y pensaba en que tal vez era un ingrediente distinto y se dio a la tarea de conseguirlo. Se decía: Cuando le agregue ---, va a saber delicioso. Lo conseguía y en vez de saborear, sentía el sinsabor.
Muchos ingredientes después, volvió a sus raíces, allí mismo donde se encontraba ahora para darse cuenta que la vida debía saber a algo. A algo bueno. Empezó a centrarse en pequeñas cosas, hasta insignificantes y sintió disfrute y alegría. En su despedida, recordó que era maestro no porque enseñaba, sino porque aprendía.
El señor "K" sacó sus propias conclusiones: La receta es personal, los ingredientes son de cada uno y el sabor también. Con poco puede hacerse mucho si lo valoramos. En las pequeñas cosas también hay grandes cosas. No necesitamos de expertos para nuestra propia receta. La SAZÓN es la RAZÓN de la VIDA.