En Colombia para el 2018, si se llega a materializar el gobierno de transición que propone el partido de la Farc, se estaría entrando en un bloque de poder hegemónico comunista que indudablemente conduciría a la nación a una esclavitud política similar a Venezuela o Cuba. Para ello no solamente se cuenta con candidatos abiertamente marxistas-leninistas, sino que además las fuerzas totalitarias tienen aspirantes solapados a la presidencia de la república que aparecen como progresistas o alternativos, pero que sus colectividades políticas están afiliadas al comunista Foro de São Paulo o tienen el respaldo de partidos que tienen membrecía.
El comunista italiano Antonio Gramsci, muerto en 1937, diseñó de forma pérfida, lo que ha sido en las últimas ocho décadas el engendro marxista-leninista, sin olvidar que la susodicha doctrina se convirtió en la organización criminal más grande que conoce la humanidad en todos los tiempos. Además, Gramsci para completar ese cuadro de horror revolvió al marxismo con el maquiavelismo, buscando la perpetuidad del partido en el poder, para crear camarillas que mediante la mentira y la violencia nunca entregaran el manejo del Estado, a no ser con levantamientos populares como ocurrió con la caída del muro de Berlín y la debacle de la URSS.
La nomenclatura parásita comunista que se instaura en la dirección del Estado cuando conquista el poder, antes y después de lograr sus objetivos burocráticos, tiene un comportamiento irracional, buscando ganarse mediante un discurso miserabilista a los sectores más ignorantes y atrasados de la sociedad. De ese modo, alcanzar la hegemonía en el plano político, económico, social y cultural, teniendo como base para sus abyectos fines la enajenación y el adocenamiento de las masas.
Para que la secta marxista-leninista tenga éxito no importa que su teoría sea criminal e inescrupulosa, pues lo que más importa es que se cumpla en la práctica. Por ello, como decía Marx, “los obreros no deben de tener ideología, sino conciencia de clase”. Lo anterior para que se comporten como un rebaño y puedan ser fácilmente manipulados por la élite del partido y así construir la dictadura eterna, en donde las llamadas clases subordinadas son utilizadas de masa de maniobra para consolidar el poder del partido.
Para Gramsci la conquista de la hegemonía es un proceso que se vuelve constante en donde la cultura juega un papel preponderante. Además, el partido se convierte en el Príncipe moderno de Nicolás de Maquiavelo, siendo fundamental la apología a la violencia y al engaño. Para eso el partido se organiza de arriba hacia abajo, lo que se conoce en el marxismo-leninismo como el “centralismo democrático” y que también lo enseñó Lenin en su escrito de 1904 “ Un paso adelante dos atrás”, demostrándose el carácter burocrático y brutal del leninismo.
Siguiendo el método maquiavélico, Gramsci plantea las dicotomías y los reduccionismos para dividir a la sociedad. Por eso los seguidores de la secta marxista-leninista, sus idiotas útiles y algunas personas despistadas, sin ningún empache hablan de que se debe estar con la izquierda o con la derecha, con el socialismo o con el capitalismo y con la burguesía o el proletariado, pues el autor del Príncipe decía “ que en una confrontación no se puede ser neutral, porque se es avasallado por el vencedor con la complacencia del vencido”.
En consecuencia, en el conflicto político militar que ha sufrido Colombia a lo largo de 53 años, los jefes del partido comunista y los cabecillas de las Farc se burlaban de la neutralidad que argumentaban diferentes sectores en el país, como si los seres humanos fueran unos imbéciles que solo pueden pensar en dos opciones, cuando el razonamiento lleva a tener muchas maneras de concebir el mundo. Para los marxistas los ciudadanos son simples herramientas que no tienen el sagrado derecho a pensar y que se usan para satisfacer los apetitos de la burocracia del partido.
Las teorías de Gramsci han tenido sus conspicuos seguidores dentro de la aberración comunista totalitario. De hecho, se cree que Mao Tse-tung las aplicó rigurosamente en la China conjuntamente con su camarilla, lo cual produjo cerca de 60 millones de asesinatos durante la colectivización y la revolución cultural. Igualmente, el tirano Fidel Castro en Cuba también fue alumno aventajado de Gramsci, pues sus métodos perversos son fiel copia de las orientaciones del comunista italiano.
Por su parte, Hugo Chávez en Venezuela dio claras muestras de su admiración por Gramsci y por ello creó bandas armadas llamadas colectivos, dizque para defender la revolución. Sin emargo, el epígono más destacado de Gramsci dentro de la fauna marxista podría ser el genocida de Camboya en la década de los setenta del siglo pasado, Pol Pot, quien mató a 3 millones de camboyanos siguiendo la consigna “pensar y leer es contrarrevolucionario”. Y así personajes siniestros y tristemente célebres del comunismo totalitario han sido los fervientes seguidores del esquematismo gramsciano.
El bloque histórico esbozado por Gramsci es una mezcolanza, sin importar la cantidad, en donde también se incluyen a grupos de distraídos, eclécticos e irresolutos que se puedan alienar para que el partido los dirija y así buscar la hegemonía del Estado reteniéndola para siempre, siguiendo una estrategia de desgaste en contra del enemigo o “guerra de posiciones”. Para ello no hay necesidad de tener en cuenta la voluntad popular, ni a las mayorías nacionales, ni tampoco los resultados electorales, mucho menos a la democracia que se utiliza de acuerdo a las condiciones.
Latinoamérica por su rezago ideológico y falta de discernimiento ha tenido que soportar la aplicación de los métodos de Gramsci que expresan las intenciones torvas de la secta marxista-leninista. Por ello después de la caída del muro de Berlín, Fidel Castro junto a Lula Da Silva fundaron el Foro de São Paulo en 1990; Hugo Chávez montó el socialismo del siglo XXI, utilizando y ultrajando la memoria del libertador; Evo Morales de forma engañosa usó al indigenismo y ahora las Farc buscan con el fin del conflicto crear su bloque hegemónico de poder para llevar a Colombia a la degradación y el envilecimiento con una dictadura violenta por los siglos de los siglos. No importa el disfraz que use el comunismo totalitario, los resultados para los pueblos son los mismos: sufrimiento, miseria y muerte. La antítesis del hegemonismo es la democracia con pluralismo.