Es increíble encender el televisor y verlo allí, en un canal internacional, compartiendo mesa con exfutbolistas como Jorge Bermúdez o Rubén Capria, intentando ponerse al nivel de Jorge Barril o Vito de Palma y verlo una y otra vez fracasar en ese intento, porque ni siquiera puede hilvanar bien una frase.
Aunque suene muy difícil de creer, el tipo ha mejorado. Cuando empezó Hablemos de fútbol sus metidas de pata eran tan constantes que Mario Kempes no soportó no solo su impertinencia sino su divismo rampante y renunció a los pocos meses. En los estudios de ESPN era catalogado como figura no grata, no saludaba a nadie y constantemente se burlaba del Matador, como si fuera él quien hubiera marcado dos goles en la final de un Mundial.
Claro que ha mejorado mucho, al menos ya aprendió a leer bien en voz alta y ya renunció a ser un analista serio para convertirse en el “comediante” de la mesa. Cuando se pone trascendental, Vito y Barril no ocultan su desesperación y pareciera que en cualquier momento se van a levantar de allí a buscar con urgencia un bozal y cerrarle la boca de una vez y para siempre a este parlanchín. Igual, alguien lo interrumpe porque siempre que interviene mandan a la pausa, y al quitarle la palabra demuestra que dentro de la mesa lo quieren como si fuera un hijo bobo. Ellos saben que en cualquier momento este calvito gracioso sacará una de sus perlas como el día que leyó el correo de un tal Diego Norrea.
Es lamentable ver cómo mete la cucharada con su voz temblorosa para advertirles a los argentinos que ni sueñen con nacionalizar a Álvarez Balanta, el joven defensa colombiano de River Plate, ya que Pékerman lo convocó a los amistosos contra Bélgica y Holanda y que nunca vestirá la camisa albiceleste, o las noches cuando afirmaba que Gio Moreno era el nuevo Maradona o que Sherman Cárdenas es el reemplazo del Pibe Valderrama.
Por ahí anda una propaganda donde el hombre camina por la Javeriana sin saber qué hacer con las manos o como pararse. Se ve nervioso, incómodo, diciéndole a Latinoamérica que el gran sueño que tuvo en su vida era formar parte del equipo de ESPN. Habla de su Bucaramanga natal pero no cuenta nada de su época de DJ en dónde el último disco que le gustó fue Llena tu cabeza de rock Volumen 3 y su último ídolo Miguel Mateos, o de Pelotas, el horrendo programa que hacía con su compadre Antonio Cazale. Esas cosas es mejor borrarlas del inconsciente colectivo aunque para la desgracia de nuestro amigo en cuestión existe ese baúl de los recuerdos infinito que es youtube.
Qué desgracia el nuevo periodismo deportivo colombiano. No hemos podido superar a Hernán Peláez, Iván Mejía o el gran Jaime Ortiz Alvear. Nos quedamos con estos muchachos ya un poco avejentados que salieron de Radioactiva a relevar a estas enciclopedias vivientes del fútbol. Intentaron ser muy originales poniéndole rock a sus transmisiones radiales pero los resultados han sido penosos, estridentes… ridículos. Para colmo de males nuestro personaje en cuestión es premiado participando en ESPN, comentando los partidos de las mejores ligas de Europa, invitando al espectador avispado a bajarle el volumen al televisor y poner, como banda sonora de un Manchester City – Arsenal, Sticky Fingers para sentirnos más cerca de Inglaterra.
Por lo pronto el continente deberá soportarlo este año, el más futbolero de todos los años. Hablará de los temas que más le interesan y de las que más sabe, como por ejemplo de la nueva camiseta de Irán o del color de los guayos de Cristiano Ronaldo. Pero lo más grave es que empezará a generar falsas expectativas dentro de sus cada vez más numerosos seguidores, afirmando, a medida que se acerca el Mundial, que Colombia es clara favorita para ganar el torneo. Ya se vienen, después de 20 años y como un maldito dejavú, el ambiente triunfalista, liderados, cómo no, por personajes como Andrés Marocco.