Extraño bastante los tiempos en los que un ciudadano en Bogotá al subirse a un taxi le indicaba por donde debía ir y cuál era el destino final. Hermosa época, no importaba si el conductor conversaba con uno o no, realmente lo que interesaba era que al pasajero fuera llevado al lugar que necesitaba.
Hoy las cosas han cambiado, ya no es uno como pasajero quien le indica al conductor del taxi por donde debe ir y cuál es el destino final. Ahora es el taxista quien decide por donde lo lleva, si es que este desea llevarlo, porque de lo contrario la respuesta es “No señor(a) no voy por allá”, y al ciudadano no le queda otro remedio más que bajarse del carro, si es que lo deja subir, porque por lo general este pequeño intercambio de palabras se da a través de la ventana del auto, y ojalá no esté lloviendo en ese momento.
Este vicio en el que han caído los taxistas en Bogotá no es el único, desafortunadamente los ciudadanos que deseen tomar este servicio luego de las 12 de la noche, deben tener la billetera llena de plata, porque quien pone el valor de la carrera no es el taxímetro como lo indica la regla, sino el mismo conductor, si y solo si, está dispuesto a llevar a la persona a su destino final, porque de lo contrario la respuesta es “No señor(a) no voy por allá”. Como es de esperarse, en el caso de que el taxista decida hacer el viaje con las condiciones que el mismo impone, el valor económico del desplazamiento no baja de los 20 mil pesos así sea a tan solo dos cuadras de distancia, y la pregunta del millón es, ¿quién protege a los ciudadanos de estos abusos y mal comportamiento de estos señores?
La respuesta es muy sencilla, nadie, porque por más que la Secretaría Distrital de Movilidad haya suministrado un número telefónico para que los ciudadanos reporten la queja, los taxistas saben que esto no es más que un saludo a la bandera y que la autoridad de tránsito en Bogotá no les va a obligar a actuar de forma correcta y prestar y garantizar un buen servicio a las personas, porque de ser así, está costumbre que molesta a los bogotanos y bogotanas, no se hubiese extendido hacia la mayoría de conductores que “prestan este servicio”.
Ahora, es bueno también preguntarse ¿qué están haciendo las empresas de taxis para evitar que sus conductores sigan actuando a su conveniencia?. Lastimosamente la respuesta es nada, y la mejor prueba de esta afirmación, es que hoy día estos señores actúan a sus anchas y con total anarquía, justamente porque saben que no hay quien les esté controlando.
Como ciudadano espero una respuesta de las autoridades de tránsito al interrogante que hoy se encuentra vigente en la mayoría de los ciudadanos en Bogotá que por una u otra razón deben tomar este servicio y que hoy no saben ¿Quién controla a estos señores? , y si en el caso de que haya algún control que honestamente lo dudo, ¿Por qué este no se hace efectivo?, y sobre todo ¿Por qué no se traduce en un mejor servicio?
