Las declaraciones del señor ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, en las que afirma que los líderes sociales han sido asesinados, entre otras, por líos de faldas, indignan, duelen, avergüenzan; pues se trata nada menos de quien tiene bajo su responsabilidad la salvaguarda de la vida y la seguridad de cada uno de los colombianos, más aún, de quienes ejercen un papel como defensores de sus derechos y de las comunidades a las que representan, en su anhelo de que se sigan colocando los cimientos de la paz o de intentar dejar atrás los desastre heredados de una guerra que no cesa.
Sus declaraciones son una cruel burla de quienes han sido las víctimas, es escupir sobre la mancha cada más grande y seca de tanta sangre derramada; es el reflejo de la indolencia de un Estado que, además de incapaz, por omisión o compromiso se hace cómplice de quienes por defender y no dejar que se toquen sus intereses y privilegios o se denuncien sus fechorías, fría y simplemente matan; matan porque saben que la impunidad los premia o los condona, como se hace hoy en boca de un ministro cínico, cobarde y melindroso.
Si algo de dignidad quedara en este país, si algo duele tanta muerte, si algo de respeto espera el ciudadano de quien ejerce un cargo público, lo mínimo que debería esperarse, o en tal caso exigirse, es la renuncia de quien, por defender su ineptitud y la ociosidad de su cargo, intenta maquillar un hecho más tozudo que saber que, como todos los mortales, también fue parido por su propia madre.
Por eso digo, señor ministro, de qué se ríe...