La pasada decisión de Donald Trump en la que Estados Unidos reconoce a Jerusalén como capital de Israel, además de ser polémica en el contexto del conflicto palestino-israelí, puede tener repercusiones estructurales en el Medio Oriente, de manera que es necesario interpretarla a largo plazo y en un marco casi que global.
No en vano, la unanimidad con la que los líderes globales, tanto de Europa, como Rusia, China, América Latina, el mundo árabe, el mundo musulmán y hasta el Vaticano le pidieron a Trump mesura en este asunto y mantener el status quo, respaldado por todo un andamiaje legal proveniente del Consejo de Seguridad de la ONU desde 1967.
Existen cuando menos cuatro consideraciones que se deben tener en cuenta para comprender los alcances de la decisión.
En primer lugar, queda claro mas que nunca que Palestina requiere de una potencia que le respalde, con el mismo compromiso que tiene EE.UU. con Israel, lo cual partiría el sistema internacional en una confrontación hegemónica directa. Rusia no es una opción práctica, ya que aunque sería un formidable —y posiblemente interesado— rival para Estados Unidos y esta es la oportunidad para demostrarlo, buena parte de la línea mas dura del gobierno de Tel Aviv proviene de Europa Oriental o incluso de la misma Rusia y ha mantenido sus vínculos —especialmente económicos— en ella.
En segundo lugar, y tal vez lo más importante-, volvería religioso un conflicto que en esencia no es religioso. Buena parte de las sociedades musulmanas (incluso la gran mayoría que acepta el carácter plurireligioso de Jerusalén), no vería pacíficamente cómo Israel sea quien determine los destinos de Jerusalén Este, donde se encuentran dos de las mezquitas mas sagradas para el mundo musulmán. Acá la reacción de Irán sin duda será de las más esperadas, toda vez que sin ser árabe, la antigua Persia siempre se ha mostrado cercana a Jerusalén
En tercer lugar, del conjunto de los musulmanes, Arabia Saudita no tardará en mostrar su apoyo a Israel y no protestaría, dejando espacio para que Irán lo haga enérgicamente, lo cual sería usado por EE.UU. como pretexto para volver a prender el tema iraní y presentarlo como el enemigo en el Medio Oriente y denunciar el acuerdo 5 + 1.
Incluso, derivado de lo anterior, es posible afirmar que de la tibia reacción de Arabia Saudí se sospechen dos elementos. En primer lugar la fragilidad de la unidad árabe en torno al lado palestino y en segundo lugar, la muy próxima decisión de Bin Salman de normalizar sus relaciones con Tel Aviv.
En cuarto lugar, existe una alta probabilidad que Hamas y otros grupos reaccionen muy fuertemente, con lo que Israel y EE.UU. tendrían el pretexto perfecto para desacreditar el reciente gobierno de unidad palestino e incluso obligar a desmontarlo.
En consecuencia, es posible encontrar en concreto tres grandes conclusiones. En primer lugar, la aventura de Estados Unidos e Israel no es secundada por ninguno de los líderes de las grandes potencias mundiales. Por lo tanto, mas allá de un reto exclusivamente a los palestinos, la decisión de Trump es un reto a Europa, China y Rusia, dado que pretende imponer a Estados Unidos como molde del sistema internacional y hacer supeditar a su decisión a la política exterior de las otras potencias, al menos en los asuntos más sensibles de la agenda de Washington.
En segundo lugar, este reto a las potencias secundarias ya tiene un tablero de ajedrez y es el Medio Oriente. Rusia y China se han esforzado por construir un sistema de alianzas que le ha restado predomino a Washington y les ha dado oxígeno a través de países como Irán, Siria, Turquía, Qatar e incluso el mismo Líbano. Con esta decisión y su efecto de carambola, Estados Unidos pretende presionar un revolcón general en el Medio Oriente y sacar del camino a Rusia y China. derrotando o al menos castigando severamente a sus aliados regionales.
En tercer lugar, la decisión de Trump es una cachetada al fundamental principio del derecho internacional de "pacta sunt serenada" o en otras palabras, la obligatoriedad d de lo pactado. En ese sentido, existen suficientes resoluciones de Consejo de Seguridad que enmarcan a Jerusalén este como tierra ocupada por Israel, de manera que la decisión rompe don una tradición de legalidad y respeto al derecho internacional. Es sin duda, una ilegalidad flagrante, que golpea los derechos palestinos en lo más profundo, niega sus lazos desde hace 5.500 años con Jerusalén y asesina cualquier posibilidad de arreglo pacífico por medio de una vía negociada. Trump y sus aspiraciones acabaron de cometer un genocidio