Al concluir el año el problema de la pobreza en nuestros países tiene especial relevancia, empobrecimiento económico acompañado de una desigualdad en el esquema distributivo y un carácter regresivo en la distribución de la renta.
Agrava este panorama la presencia del neoliberalismo en la región, que al estructurar las economías incluye paquetes tributarios que acentúan la pobreza extrema.
Décadas donde el mercado externo ha redoblado la captura materias primas, fuerza de trabajo depauperada y ha expandido tecnologías obsoletas y residuos tóxicos.
Penetración del capital trasnacional que no depende de una lógica interna y de las necesidades nacionales, sino de la desterritorialización promovida por las corporaciones mundiales que, con su producción interna al tope, se ven obligadas a trasladar sus mercados a distintos países, como lo hacían los vendedores de baratijas en Macondo.
Durante años nos rotularon como países del Tercer Mundo o países en vía de desarrollo, estábamos alienados pero felices, con un esquematismo que nos llevaría rápido a un Estado de bienestar general.
¿Terminó la era del subdesarrollo? ¿Quiénes hicieron esa clasificación? ¿Quiénes demarcaron las líneas de los países pobres y los países ricos? ¿Fueron políticas emancipatorias o imposición de modelos fingidos?
Hoy sabemos que la aspiración de llegar a los niveles del Primer Mundo fue una burla histórica, el Segundo no existe y el Tercer Mundo es un espacio donde la empresa privada crece desmesuradamente, el Estado funciona como una representación al servicio de intereses foráneos y la empresa privada luce con orgullo el uniforme de las mayordomías.
Las clasificaciones con las cuales se caracterizó a nuestros países fueron ridículas y toscas, de países “en desarrollo” transitamos a fungir como “países socios” y, de países socios, Norte-Sur, pasamos a ser países amigos, para crear imágenes igualitarias.
Son tiempos de teatro universal, diferente al de Bertolt Brecht, el dramaturgo que buscaba un compromiso de los intelectuales con los trabajadores, otorgándole a su posición estética una misión heroica que se quedó en los anaqueles de las bibliotecas.
Postulación política que cumplió su ciclo, creó conciencia temporal, fusionó a los intelectuales con la clase trabajadora y procuró alcanzar un compromiso con la humanidad. Teatro hoy disuelto.
En su portentosa obra los espectadores estuvieron emocionalmente ligados al momento histórico en que la Unión Soviética competía con Estados Unidos en todas las áreas de la economía, la tecnología y el conocimiento, pero esa militancia, comprometida, al estilo sartriano, no alcanzó a fundir las losas de la unidad social, incluso, franjas de las clases favoritas estuvieron ligadas emocionalmente a la creación del hombre nuevo.
De la visión esperanzadora de ayer nos trasladaron a una época donde impera la trivialización de casi todo, teatro ramplón, de puro ornamento, mentalidad hipnotizada y pensamiento barroco. Esplendorosos Arbolitos de Navidad.
La humanidad pendiente de la pantalla de Facebook y la cajita del Iphone para aparentar que estamos juntos, mañana tendremos inteligencia artificial.
Son tiempos en que la política es consustancial a la descomposición de los valores éticos, fundida en la misma caldera, corrupción masiva para mantener el “status quo social” y afiliación gratuita a las doradas cloacas del capital.
Hablar de humanizar los sistemas causa desencanto hace prosperar sentimientos de vacío, mientras la disolución de los valores universales causa mudo beneplácito.
El ciudadano moderno, en cualquier parte del mundo, actúa como un zombie porque “le da la gana”, “Walking dead”. Muertos vivientes. Cadáveres resucitados para volverse momias.
Severo drama el de los excluidos, pero más severo el de la clase media, que por su quemeimportismo político no ha podido leer el entramado cultural en que vive, prefiriendo ejecutar con placidez la sumisión deliberada o la “obediencia debida”, como en el lenguaje militar.
Convencer a las gentes, en cualquier parte del globo, en torno a los objetivos puros y hermosos de construir sociedades más humanas es una tarea que tiene aristas infecundas, más, si se tiene en cuenta que son las mujeres y los hombres desesperanzados los que tienen el compromiso moral de conformar movimientos protagónicos capaces de cambiar el rumbo de la historia.
Tarea quimérica, pero no imposible, si admitimos que la conciencia colectiva puede asumir conductas de resistencia ante la manipulación mediática del pensamiento.
Derribado el modelo del Estado Nación, derribado el estatismo, derrumbada la democracia participativa por el poder del dinero y la tupida malla clientelar, se hunde, como se ha hundido, el modelo crítico y cooperante que debe existir entre el Estado y la gente.
Otorgarle en cada elección el poder a una élite astuta y perspicaz que institucionaliza la partidocracia y prolonga el dominio es la regla. Aburrido bostezo democrático.
Aprender a gobernar es el gran desafío de nuestros pueblos irredentos, gobernar para el ejercicio pleno de los derechos económicos, sociales y culturales, que no pueden dejarse en las manos de los ilustrados ni del mercado.
Hasta Pronto. Feliz Año.