El personaje educativo del año es sin duda el alcalde de Soledad, quien en medio de la corrupción que campea en la educación, particularmente con la alimentación escolar, decretó dos medidas simples pero revolucionarias: la prohibición de que los niños entre los 5 y los 10 años inicien la jornada escolar a las seis o siete de la mañana y la eliminación de las tareas para hacer en casa. Dos problemas que afectan a todos los niños del país, pero que nos hemos mal acostumbrado a convivir con ellos, pese a lo antieducativos, antipedagógicos y costosos que resultan para los estudiantes y los padres de familia.
El alcalde de Soledad, Joao Herrera, decidió que a partir de enero de 2018 los niños de transición y primaria de las instituciones oficiales del municipio, iniciarán la jornada académica a las nueve de la mañana. Así mismo prohibió la imposición de tareas para realizar en la casaSu iniciativa no fue una alcaldada como tantas otras. Argumentó así sus razones: “No más tareas para las casas. Las tareas y los ejercicios se hacen ahí mismo en clase y se desarrollan con los profesores. Ellos ganan para eso, a ellos se les paga un sueldo para que enseñen, para que hagan ejercicios, le ayude al estudiante a resolverlos y para que sea el estudiante el que realmente haga las tareas como son”. “Si un padre de familia tiene cinco hijos, debe hacer cinco tareas más”.
“Para los niños es un maltrato tener que madrugar para estar temprano en el colegio, razón por la que ven a la institución como una agresión y al profesor como quien los agrede”. “Está comprobado científicamente que, entre las cuatro y las ocho de la mañana, son las horas de sueño más restauradoras y también está comprobado que entre el 1 y los 10 años, el cerebro está en proceso de formación y que su alimento es el sueño”. “Los niños deben volver a ser el epicentro de la educación y no que lo sea el maestro como ha sucedido hasta el momento”. “Hoy en día todo está montado para el maestro, el horario es del maestro, el epicentro es el maestro y no puede ser”.
“El epicentro es el estudiante, queremos que el niño llegue al colegio con agrado, con ganas, con deseos de estudiar”. “Los niños no se van a volver perezosos para el estudio, sino que por el contrario permitirá desarrollar más sus habilidades e inteligencia, puesto que ahora asisten al colegio mal humorados y permanecen en las aulas sin ganas de hacer las actividades”. “Esto es una batalla y la vamos a librar. No es un acto de rebeldía, es de sensatez y de seriedad, es un acto de autoridad y de compromiso con la niñez y los soledeños”, explicó el alcalde.
La idea de no dejar tareas en horario extraescolar a los niños en Soledad, ha sido respaldada por docentes y rectores de los colegios públicos y privados.
El alcalde de Soledad se ocupa de dos problemas que a todos nos afectan, que en silencio renegamos de ellos, los vivimos en carne propia, pero resignados aceptamos por “el bien de nuestros hijos”. Corriendo los riesgos de romper con una tradición incuestionada, el innovador alcalde se arriesga, propone, se empeña en encontrar una solución.
La jornada se inicia para padres e hijos a las cuatro o cinco de la mañana, para presurosos tomar la ruta escolar,
la cual puede durar entre una o dos horas cada recorrido
Un elevado porcentaje de los estudiantes de Bogotá, y de las grandes ciudades, particularmente los que van a colegios privados, deben recorrer diariamente en bus varios kilómetros para llegar a sus colegios en medio de un tráfico infernal, por lo general ubicados a las afueras de los perímetros urbanos. La jornada se inicia para padres e hijos a las cuatro o cinco de la mañana, para presurosos tomar la ruta escolar, la cual puede durar entre una o dos horas cada recorrido. Es decir para recibir ocho horas de clase deben recorrer entre dos y cuatro horas diarias en bus.
Sobre las controvertidas tareas para la casa le asiste en gran medida la razón. Una vieja práctica cuestionada por su poca utilidad pedagógica y por los excesivos costos familiares. Las tareas no son solo una pesada e indeseada carga para los estudiantes, lo son también para padres y madres de familia. Muchos de ellos son víctimas de su propio invento, pues consideran que la cantidad de tareas que impongan a sus hijos son una muestra fehaciente de la calidad, seriedad y bondades del colegio. Para muchos hay que sospechar del colegio o del maestro que no ponga tareas.
Las tareas son un atentado
y una violación al tiempo libre de los niños,
especialmente al tiempo dedicado al juego
Las tareas son un atentado y una violación al tiempo libre de los niños, especialmente al tiempo dedicado al juego, de gran valor formativo y consagrado como derecho universal en la declaración de Derechos del Niño. Afectan la vida familiar al colocar a padres y madres en la conflictiva y penosa labor de ayudar a resolver y hacer las tareas de sus hijos o conseguir los exóticos materiales que de un día para otro les piden para realizar una tarea de ciencias o de geografía.
Por lo menos en la educación preescolar y primaria no deberían existir. Como lo propone el alcalde Joao Herrera, las tareas resultan más útiles y formativas si se realizan en el colegio con el apoyo de los docentes. En casa los niños podrían destinar el tiempo libre a labores formativas más productivas y gratas que un cumulo de tareas sin ton ni son.
Las tareas en su mayoría no cumplen con un fin formativo ni atienden las necesidades educativas de los alumnos. Se han convertido en un quehacer tradicional de la escuela. Son una imposición, un ritual mecánico, una mala disciplina, que antes que despertar el interés del niño por la ciencia, las matemáticas, la historia o la geografía, se convierten en una fuente de insatisfacción y rechazo a la actividad escolar.
Las tareas no gustan a nadie, ni a los alumnos que las encuentran tediosas, monótonas y muchas veces no son revisadas y calificadas, tampoco son fuente de valoración por parte de los maestros. Tampoco a los padres, quienes ven que su vida familiar en las noches gira alrededor de las tareas y su “deber” de revisarlas según sus precarios o muchos conocimientos.
No es extraño que la escuela esté llena de brillantes estudiantes que en clase se destacan, pero obtienen muy malas calificaciones por la “indisciplina de no hacer las tareas”, o lo contrario, estudiantes mediocres que obtienen mejores resultados gracias al cumplimiento estricto de las mismas.
Mientras en la educación campea la corrupción y la más educada de América Latina sigue siendo un eslogan de campaña, un eslogan publicitario, en un ardiente pueblo de la nuestra costa caribe, un alcalde con vocación de educador esta transformado con medidas concreta nuestro tradicional sistema educativo. Sin duda el alcalde de Soledad lleva un maestro y un niño en su corazón. Por eso debería ser proclamado como el personaje del año de la educación.