Cada vez resulta más evidente a dónde conduce este proceso entre el presidente Santos y la banda de las Farc. La relevancia y el orden de discusión de los asuntos pendientes da una idea de los intereses reales que se mueven tras este siniestro entramado de mentiras. Ellos decidieron por toda la ciudadanía que se abstuvo de manifestarse con contundencia ante la agresiva creciente de abusos.
¿Quién determinó cuáles son los requisitos para ser considerado como una víctima del conflicto? Yo me considero una víctima del conflicto. Me ha tocado vivir toda mi vida bajo el yugo del miedo, del terror impuesto por una banda de criminales dedicados a todo tipo de delitos contra el país, contra la gente que siempre han dicho defender; contra el medio ambiente y contra lo que la mayoría de seres humanos definimos como civilidad. ¿Quién me va a indemnizar por medio siglo de miedo, de no haber podido recorrer mi país, de no haber podido ejercer una labor comercial, industrial o agropecuaria sin el temor de ser extorsionado por esta agrupación de delincuentes?¿Quién me repara el daño sufrido por mis hijos, quienes nunca pudieron (y dudo que puedan) disfrutar de un país en paz, en donde la voz de la razón se imponga por encima de la voz de las mayorías negociables del Congreso y de las Cortes, siempre dispuestas a irse de juerga con quien les ofrezca más
Saben que los enviados del presidente tienen ya muy poco o nada que ofrecerles
a estos mercaderes de la democracia, pero algo habrá.
No por nada han logrado escalar a su actual posición
Y a todas estas, ¿dónde están los 102 o 99 senadores que conforman el Congreso? ¿Por qué solo aparece la mitad de ellos cuando hay que votar? Pues defendiendo SU democracia, maestros, como dijo en su momento el coronel Plazas Vega durante la retoma del Palacio de Justicia. Para ellos es una verdadera amenaza dejar colar a 26 nuevos congresistas, sin que se puedan primero amarrar a sus maquinarias. No van a permitir así como así que unos aparecidos, que no comenzaron desde abajo repartiendo camisetas en los días de elecciones, que no han hecho la fila para ingresar a esta rama del poder, terminen siendo una fuerza peligrosamente alta (y en consecuencia costosa) de manejar a la hora de las votaciones y del reparto del presupuesto. Y entonces desaparecen, sin siquiera tomarse la molestia de envolver sus mezquinos propósitos bajo el ropaje de la ideología. Y no votan. Y quienes lo hacen, quienes permanecen en sus curules saben que su voto se ha valorizado mil veces. Saben que los enviados del presidente tienen ya muy poco o nada que ofrecerles a estos mercaderes de la democracia, pero algo habrá. No por nada han logrado escalar a su actual posición. Y aceptan cheques sin fondos, como el que el exalcalde Petro le recibió en su momento al presidente Santos, cuando con el descaro que lo ha hundido en el muladar de las encuestas afirmó tener financiada la obra del Metro para Bogotá. Ellos son pacientes. Saben que deben hacer fila para llegar a la siguiente posición. Y por eso no aceptan que alguien trate de colarse, como estos advenedizos en política que son las Farc.
¿Por qué seguir insistiendo en creer que el presidente Santos es una persona de fiar? A estas alturas solo las Farc continúan manifestando públicamente su apoyo. En su afán por lavar su imagen y su negocio, reconocen la conveniencia de manifestar en público su decisión de seguir siendo actores de este largo y deprimente sainete.
La JEP pasó, lo que no vamos a saber es a qué costo. Las 16 curules adicionales pasarán. No sabemos a cambio de qué. Los nuevos padres de la patria se coyundarán con los de siempre, quienes a regañadientes les abrirán espacio en su exclusivo club, para dedicarse a seguir siendo los intermediarios entre las necesidades del pueblo y el presupuesto que le arrancan a todos, menos a ellos; cobrando una comisión cada vez mayor por sus innecesarios y costosos servicios.
