Los poemas recogidos en este libro son el testimonio de sus vivencias en Nueva York, “ciudad que hechiza, que intimida y que asombra, que acoge y despide cotidianamente” según el escritor.
La selección de poemas a bien titulada por el autor, New York no es el cielo, dada su estancia en la Babel moderna por una larga temporada, refleja su vivencia. Verso a verso nos permite saber y sentir que no todos los que llegan a esta ciudad quedan atrapados por la ambición, el neón, el deslumbramiento o cualquier otra de las mil razones por las que tantos se han quedamos en el exilio, propio o forzado.
Sobre el libro, el poeta Ricardo León Peña Villa señala en un texto que hace de presentación: “Este libro no tiene veneno pero sí ironía, algo de sarcasmo y de sardónico, además de amor, soledad y amistad. Es un hilar de sentires y efectos de un hombre que caminó la ciudad en días y noches de experimentación de la lejanía de su propia tierra, jugando a la búsqueda y sin propias intenciones de quedarse condenado a la seducción. Simplemente tomó el camino del regreso a su tierra en sur, donde con la vivencia e invicto de penas y culpas, pule los versos contenidos en este libro que ahora ocupa nuestras manos y el espíritu”.
Como hecho especial, cada poema del libro está acompañado por una ilustración que es el resultado de la complicidad de algunos amigos pintores quienes decidieron realizar un cuadro de acuerdo al poema que al azar les fue entregado, para que desde su quehacer con el color, interpretaran en un dibujo las emociones que el texto les produjo.
Sobre su libro el escritor señala: “Este libro es memoria hecha verso. Por sus estrofas caminan los tangos, el amor, y el recuerdo de gente amada con la que he compartido momentos para el no olvido”.
“La poesía siempre me ha acompañado, porque me ha permitido: señalar, decir, contar, cantar, esa fiesta tan corta que es la vida; con ella he podido dejar testimonio de mis anhelos, de mis soledades, de algunas rebeldías que no salvaron nada, de los amores que fueron efímeros o los que marcaron mi corazón viajero. Nada de lo que he hecho ha escapado al tatuaje en palabras: la alegría dibujada en versos y la muerte, la eterna vencedora, a la que he visto agazapada en las palabras que escribo”.
“Agradezco a la existencia lo que hasta hoy me ha dado; a los amigos la tolerancia y la solidaridad; a quienes me han amado, su amor sin exigencias. Con estos versos dejo testimonio de que aún late mi corazón en brindis por la vida que he vivido, y celebro la que aún queda en la copa para el sorbo final”.