Tras una larga ceremonia de confusión y después de una semana de infarto, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Honduras ha vuelto a entregar nuevos datos que revierten la tendencia que daba la victoria al candidato izquierdista Salvador Nasralla y conceden una ligera ventaja al candidato nacionalista y presidente Juan Hernández Orlando. Desde el principio del recuento, en la noche de las elecciones, la gestión del proceso por parte de este ente ha sido muy deficiente, lenta y poco transparente. Los magistrados electorales tardaron diez horas en dar los primeros datos, pese a que contaban con los medios tecnológicos más avanzados, tal como alardearon en los días previos a los comicios. Parecía que ese retraso encubría algo más y que se pretendía beneficiar al actual presidente Orlando. Los partidarios de Nasralla se echaron a la calle para reclamar su clara victoria —así lo consideraban en ese momento—, mientras que Orlando celebraba en un hotel su reelección al frente del país.
Mientras la gente esperaba en sus casas pegada a los televisores los resultados, los dos canditos, Orlando y Nasralla, bailaban y celebraban su victoria ante los atónitos ojos de miles de hondureños y centenares de observadores internacionales llegados de medio mundo para supervisar el proceso electoral. Durante unas horas e incluso días Honduras tuvo dos presidentes, en un espectáculo surrealista que no presagiaba nada bueno, sobre a todo a tenor lo que ocurrido en la crisis de 2009. El temor a un estallido violento estaba presente en la sociedad, al tiempo que miles de policías y militares fueron sacados a las calles para evitar incidentes y enfrentamientos. Un caos total, en resumen.
Nuevos resultados dan la victoria al candidato nacionalista
Ahora, despúes de que los resultados fueron mostrando una tendencia consolidada amplia a favor de Nasralla durante unos días, el TSE anuncia que hay una pequeña diferencia a favor del nacionalista y que muy pronto anunciará el resultado final. Sin embargo, estos datos son rebatidos por la izquierda, que anuncia que hay inconsistencias en los datos entregados e incluso que planea la posibilidad de un gran fraude. Nasralla se sigue considerando el virtual ganador de estas elecciones y no acepta los últimos reportes del TSE. El movimiento de Nasralla, Alianza, es una coalación de dos fuerzas que agrupa a la izquierda y a los partidarios del expresidente Mel Zelaya, un populista que fue depuesto en el 2009 tras haberse acercado al régimen del difunto Hugo Chávez y pretendido reelegirse fundando un régimen de corte izquierdista.
El golpe de Estado o el cambio institucional, según la denominación que se le quiera dar a los sucesos de 2009, en que Zelaya fue sustituido en la presidencia de la República por Roberto Micheletti —entonces presidente del parlamento hondureño—, tuvo su origen, entre otros asuntos, en el asunto de la reelección del entonces presidente. Ahora, sin embargo, las cosas han sido bien distintas, y Orlando cambió el ordenamiento constitucional para permitir su reelección, siempre criticada por sus adversarios y vista con susceptibilidad por algunos sectores del país que temían que esta acumulación de mandatos por parte del presidente sirva para que se altere el sistema de pesos y contrapesos en la democracia hondureña. De ganar Orlando, tal como parece finalmente, se consolida la reelección en el sistema político hondureño.
En cualquier caso, sea cual sea el resultado final que arrojen las urnas, el conflicto está servido. Si finalmente el candidato ganador es el nacionalista Orlando es más que seguro que la izquierda se echará a la calle, tal como ha hecho en estos días de incertidumbre y conteo a cuentagotas de los votos, y la crisis estará servida. Las heridas de los sucesos de 2009, en que hubo decenas de víctimas, nunca se cerraron realmente y las dos partes —los que apoyaron el cambio político y los partidarios de Zelaya— siempre han mantenido las espadas en alto. Además, la izquierda hondureña no lo es en el sentido tradicional, ya que se mantiene más bien en la órbita de los movimientos populistas que gobiernan en Bolivia, Venezuela y hasta hace unos meses en Ecuador. Incluso la ideóloga de Alianza, Patricia Rodas, fue canciller con Zelaya y durante su mandato mantuvo unas relaciones más que amistosas con Cuba, Venezuela e incluso Irán, alejando a Honduras de sus tradicionales lazos con los Estados Unidos y la Unión Europea.
Pero si los resultados favorecen a Nasralla —un escenario que ya nadie vislumbra en la capital hondureña—, tampoco las cosas pintarán mejor para el país, toda vez que seguramente los izquierdistas tampoco reconocerían los resultados y movilizarían a sus huestes para reclamar la victoria para su candidato. Se ofrezcan los resultados que se ofrezcan es evidente que al candidato derrotado le resultará difícil aceptar los mismos y felicitar a su contricante después de esta larga ceremonia de confusión que empaña la limpieza y la transparencia en el recuento por parte del TSE. Ya nadie cree en los magistrados electorales y sus voceros, han perdido toda la credibilidad tras haber mostrado al mundo su rotunda ineptitud e ineficacia manifiesta. En las próximas horas se esperan nuevos resultados, ¿pero quién puede creer ya a un organismo tan desacreditado y desautorizado? La sombra del fraude planea sobre el resultado final de estas elecciones. Pero también la credibilidad del TSE está en el punto de mira. Atentos a las próximas horas.
