Santa Marta es la muestra de que la justicia de este país se cimienta bajo la impunidad y el crimen. También, bajo la intimidación, la facultad de violar el libre proceso y de las malas señales que le llegan al ciudadano de unos operadores judiciales que se venden al mejor postor.
La detención del exalcalde Carlos Caicedo y del actual mandatario Rafael Martínez es la muestra de ello, del show mediático orquestado por una clase política tradicional que no ha podido entender que Santa Marta cambió; no solo en su infraestructura vial y de escenarios deportivos, sino en la forma en la que la política era utilizada por nuestros mandatarios para hacer sus negociaciones, chanchullos y corrupciones. De este modo, el ciudadano era sometido al atraso, a la impotencia, a la baja autoestima de ver a otras ciudades como Barranquilla y Cartagena progresar, mientras que la Perla de América seguía el mismo rumbo al que por más de 70 años la sometieron los Vives, los Dávilas, los Campos, los Cotes; en ese laberinto acéfalo de dejadez, corrupción, despotismo y sobre todo, de involución.
Ciudadanos que crecimos producto de una generación sometida al antojo de lo que querían hacer la oligarquía samaria. Crecimos pateando piedras en las calles porque no tuvimos la oportunidad de tener parques y canchas donde jugar. Generaciones que se levantaron viendo una piscina olímpica hecha un lodazal, una cría de cucarachas, un polideportivo que era la universidad de drogadictos y homosexuales, toda una olla del crimen; un estadio de béisbol donde solo se practicaban alabanzas y sanaciones, y si sigo esto se lleva un libro. Santa Marta estaba sometida y acostumbrada a que cualquier cosa que nos dieran era cariño, pero la historia cambió con Caicedo y Martínez que le han cumplido a una ciudad que progresivamente está avanzando, a los que no les ha cumplido son a esas aves de rapiña que quieren seguir imponiendo el temor y el miedo en la ciudad y que con el poder oscuro de la mafia, acolitado por el aparato judicial quieren rescatar lo que los ciudadanos no nos dejaremos arrebatar, la dignidad y el derecho a elegir quienes nos pueden gobernar.
Hoy alzamos la voz, hoy levantamos las manos en señal de protesta. Hoy le pedimos al país volcar los ojos hacia esta ciudad donde quieren vulnerar el derecho a la libre elección, les pedimos que respeten la decisión de la gente, de la mayoría, que sueña y aspira; los que no ganaron en las urnas quieren conseguir con el poder corrupto de la intimidación el arresto de una justicia mediocre y cómplice que juzga con el hambre politiquera de los que con dinero siempre quieren comprar lo que jamás les podrá reconocer la gente, y sobre todo, sacar del camino a aquellos que saben que la transformación se hace con trabajo, con sacrificio pero sobre todo con honestidad y no con apellidos.
Santa Marta no se dejará, no volveremos a esos tiempos oscuros, no seguiremos siendo la tierra del olvido, porque nosotros los de antes, ya no somos los mismos, y los de ahora tienen lo que por mucho tiempo nos habían prohibido, el coraje y la gallardía que da la conciencia.