La despedida de Mario Jacaminoy: crónica de un día doloroso en el Caquetá

La despedida de Mario Jacaminoy: crónica de un día doloroso en el Caquetá

Muy querido por su comunidad, lideraba procesos de recuperación de tierras como líder de los Ingas. Sixto Quintero estuvo en su conmovedor funeral en Florencia

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noviembre 28, 2017
La despedida de Mario Jacaminoy: crónica de un día doloroso en el Caquetá

El martes 21 de noviembre el líder Inga del Caquetá, Mario Jacanamijoy Mutunbajoy, desapareció de una finca en donde se encontraba trabajando. Aproximadamente hace un mes les había comentado a otros líderes de la región que se iba a tomar un año sabático, bromeando les dijo que ya no tenían que aguantarlo más, explicándoles que después de muchos años trabajando en Florencia decidió invertir un tiempo de vuelta al campo, pero que era por poco tiempo. La desaparición junto a un amigo tomo a todos por sorpresa, pero peor fue esta cuando el sábado 25 del mismo mes es encontrado su cuerpo sin vida y con signos de tortura.

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Este mismo sábado, aproximadamente a las 9 de la noche el cuerpo es recibido por dos hermanas, quienes lo trasladaron a la sede de la Institución educativa Inga Yachaikuri, que está dentro del resguardo de esta comunidad en el municipio de San José de Fragua, a 2 horas desde Florencia, en donde termina la carretera pavimentada que une a la capital caqueteña con Mocoa conocida como la “Marginal de la Selva”, aunque en todo el recorrido no hay atisbo de selva amazónica hoy en día. Esta institución queda dentro de la inspección de Yurayako, un pequeño poblado que fue colonizado por el abuelo de Mario, el taita Apolinar Jacanamijoy, quien proveniente del Putumayo se instaló en esta zona a mediados del siglo pasado y dono los terrenos para formar el caserío, como símbolo reconocido a su memoria la gente visita la piedra del Indio Apolinar que se encuentra después de pasar el rio; rio que hasta hace unos 30 años era navegable y servía para ir hasta la capital del departamento, y que ahora anida más piedras que agua. Este año precisamente la familia Jacanamijoy de la zona había sido homenajeada por los 50 años que cumplía la fundación de Yurayaco. El cuerpo fue instalado en el salón comunal, en medio del colegio, donde habían adornado con frases en su honor, ya estaba prepara la tradicional chicha y el mute para los que asistieran, de esta forma velarlo y realizar los ritos tradicionales de la comunidad.

A las 3 y media de la tarde, con toda la comunidad reunida y acompañada por asistentes de otras comunidades como huitotos, coreguaje y nasas, inclusive había lideres representantes de las comunidades LGBTI, lo que recuerda que todos estos colectivos no son minorías, realmente son excluidos, además asistieron representantes de instituciones como la Defensoría del Pueblo, Parques Nacionales, la OPIAC y hasta representantes del movimiento político por el cual se había lanzado como candidato a la Asamblea Departamental en las pasadas elecciones y según afirmaban había logrado algo más de 400 votos, sin haber tenido recursos para la campaña. El reconocido líder fue trasladado a la iglesia, al sacar el féretro el cielo se nublo y empezó a llover, todos dieron por entendido que los ancestros lo despedían de esta forma. Algunas personas preguntaban por qué no se realizaban sólo ritos propios, otros explicaron que históricamente los Inga para lograr pervivir su cultura la habían integrado a los ritos católicos, de esta forma mantuvieron la lengua, las tradiciones, hasta el derecho a tomar la chicha, que tanto molestaba a los curas.

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La lluvia ceso a las 3 y 45, cuando el cuerpo, en un corto recorrido, llego a la iglesia. La ceremonia duro 2 horas, en donde el sacerdote recordó las calidades como líder de su comunidad había tenido Mario. Su hermana recordó las luchas que durante años tuvo, de las cuales muchas salió victorioso, especialmente en la protección de la madre tierra y en el reconocimiento de los derechos de la comunidad Inga en la región. Por ultimo hablo su madre, tomando fuerza les recordó a todos que “Mario no lucho para él sino para toda la comunidad, luchar por la madre tierra es para beneficio de todos”, finalizo concluyendo “Nos pueden matar, pero seguiremos luchando”. Mario era él último de los varones de esta mujer templada en el trabajo del campo y la crianza de 5 hijos. Mientras algunos compañeros se preguntaban por la ausencia de personas de todas las instituciones gubernamentales de la región si tanto lo querían, decían que siempre andaba por la gobernación del departamento como si fuera su casa y que todos lo conocían, que dejaba mucho por pensar sobre su solidaridad con la comunidad por no asistir.

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En medio del rito algunos exponían sus hipótesis sobre lo sucedido, para algunos era posible que fuera asesinado por su liderazgo, lo cual preocupaba porque era una forma de aterrorizar a los otros líderes que se encuentran representando a las diferentes comunidades en la exigencia de sus derechos. Otros decían que había sido por robarle el ganado y que ya la policía había recuperado 40 cabezas de ganado, pero que no habían atrapado a nadie, que eso en tiempo de la  guerrilla no hubiera pasado, que ellos siempre se encargaban de castigar a los ladrones, por lo que era raro que se presentaran esos casos, pero que la fuerza pública no estaba haciendo suficiente presencia para que la región no se vuelva un caos, que ya es común que se presente tantos robos y que pueden presentarse más problemas volviendo invivible la región. Algunos líderes indígenas recordaban que este año habían sido asesinados por la policía unos compañeros A’wa en Tumaco y a una compañera Kokonuco, que además era periodista, en el Cauca, sin que se hablara de detenidos o llevados a la justicia, que si eso hacía la fuerza pública que no harían las otras fuerzas oscuras de los poderosos de este país.

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A las 6 de la tarde se dirigió el cuerpo al cementerio de Yurayaco, sitio pequeño y ubicado a la entrada del caserío, atravesando el pueblo que vio nacer, convirtiéndose con el tiempo en líder y amigo de todos, desde los tiempos de la guerra hasta estos tiempos de supuesta paz. El sol se iba escondiendo y la luna en cuarto menguante brillaba en lo más alto del cielo mientras bajaban el féretro en la tumba. Se escuchaba el llanto de sus hijas pequeñas junto al de su esposa, su madre y sus dos hermanas desgarrando el ánimo de todo el que se encontraba ahí.

La noche llegó y todos poco a poco se fueron retirando sin mediar palabra; una canción de cantina sonaba al fondo “no me lleven rosas que ya no las veo, bajo a la tumba del olvido”.

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