Me parece acertada la apreciación de Humberto de la Calle: en Colombia hay más pensamiento liberal que Partido Liberal. Sin embargo, predomina dentro del pensamiento liberal, sobre todo en las clases altas y medias, el liberalismo del laissez faire, laissez passer, no como lo expusieron los fisiócratas sino a la manera de Adam Smith y sus discípulos; es decir, un liberalismo de derechas y hasta de ultraderechas; liberalismo de izquierda, muy poco.
Es este liberalismo el que conecta mucho y tiene en estos tiempos más de conservadurismo, y es por ello, como también he oído decir, que existen muchos godos en el Partido Liberal. En La tele letal Ramiro Bejarano calificó de infiltrada a Viviane Morales, una senadora que hace parte del Partido Liberal, pero que su cristianismo a ultranza la ubicaría más bien en algún partido distinto, porque, no lo olvidemos, el Partido Liberal tenía (¿tiene?) por principios la separación de la Iglesia (Católica, y de paso cualquier iglesia, corriente religiosa) y el Estado y la educación laica.
Como escribiente, mi trabajo me dio a conocer personajes del Partido Liberal que bien podrían pertenecer al Partido Conservador. La filiación al Partido Liberal se da por herencia. La clase de personas que han crecido con privilegios y viven usufructuando tales privilegios, dentro del Partido Liberal, accediendo a cargos públicos porque desciende de fulano, quien era liberal y participó en la Guerra de los Mil Días. Liberales de racamandaca, porque es la tradición familiar, mas que van todos los domingos a misa, adoran al papa, conforman o hacen parte de instituciones católicas, no aprueban la unión libre o el matrimonio notarial sino solamente el matrimonio bendecido por un sacerdote católico (las otras religiones se respetan pero no se aceptan), no están de acuerdo con la eutanasia porque solo Dios da y quita la vida..., en fin, liberales como estos son capaces de celebrar un nuevo concordato entre el Estado Vaticano y el Estado colombiano. Heredaron la filiación mas no las convicciones básicas del liberalismo. Lo que no es liberalismo les viene por otras fuentes y ha arraigado en esas personas tanto como agitar el trapo rojo.
El pensamiento liberal en gente así, por lo general de clases altas y medias, se reduce a lo económico, a lo Adam Smith, como decía, la libre competencia y el sálvese quien pueda, porque sus privilegios les aseguran (no del todo) la sobrevivencia en la cúspide de la sociedad; tienen las relaciones, el capital y las influencias necesarias para prevalecer. A los pobres se les ayuda, muy católicamente, con limosnas.
Este es el Partido Liberal que hay y que no seduce a los pobres, Humberto de la Calle, porque no se diferencia mucho del Partido Conservador, ni del Centro Democrático, ni del Partido de la U, ni de Cambio Radical... Recuérdese, asimismo, que estos nuevos partidos (la U, Cambio Radical, Centro Democrático, etcétera) están nutridos por individuos que otrora eran preclaros dirigentes del Partido Liberal.
Todos estos partidos recuerdan las primeras líneas de Anna Karenina, la novela de Lev Nikolàevič Tolstòj (León Tolstói): "Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada". Tales partidos vienen a ser, en lo superficial, como las familias felices para el pueblo raso; aunque, si miramos más a fondo, sabemos que en su interior hay infidelidades, imposturas, desvergüenzas y traiciones como en las familias infelices. La crisis de los partidos en Colombia se reduce a ello: el descrédito.
El Partido Liberal está lleno de perros que no quieren soltar la presa. Los pobres se cuentan como reses de una finca, se les ve como vacas para el ordeño. La política es una actividad económica muy rentable. Ese es el problema, Humberto de la Calle.