Al cumplirse el primer año de la firma de los acuerdos del proceso de paz, hay que decir que tiene mucho de “nobelezco y novelezco”, porque se encuentran las dos facetas. Una por el premio Nobel concedido al presidente Santos, a pesar de haber sido derrotado en las urnas mediante un plebiscito en donde más de 6 millones de colombianos rechazaron dichos acuerdos. Y novelesco porque la novela del proceso de paz cada día tiene nuevos e interminables capítulos, mucha gente se pregunta… ¿Cuándo se inicia el proceso de paz?
La novela la escribe el mismo gobierno cuando reconoce que las Farc están descontroladas. La etapa del posconflicto que ya supuestamente está en marcha se une con el cambio de gobierno y ya se tienen duros enfrentamientos entre congresistas, partidos políticos, Fiscalía, cortes judiciales, sociedad civil, víctimas y victimarios, que le ven más reparos que consistencia en todo lo que se ha venido aprobando y firmado. Son tantas las discrepancias, que ya el vicepresidente, general Óscar Naranjo, admite sin rodeo alguno, que existe una fuerte disidencia creciente en las Farc. Y por otra parte, de manera autónoma la veeduría de la ONU, tiene establecido que el 50% de los exguerrilleros concentrados en las Zonas Especiales de Paz (ZEP) ya no están y ni se sabe por dónde andan ni qué están haciendo.
La aprobación de la Ley de la Justicia Especial para la Paz (JEP), que se considera la columna vertebral del proceso y los acuerdos, ha tenido muchas dislocaciones según las partes. A las Farc no les gustó lo que la Corte Constitucional aprobó, en el Congreso tiene cientos de reparos, y para el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, hay cosas que le huelen a maluco. De tal manera, que a la fecha no se sabe qué va quedar siendo aprobado. Lo único cierto es que hoy, se puede aplicar el adagio popular: “los muertos no resucitarán, ni los desaparecidos aparecerán, pero de la cárcel hay esperanza de salir”. Este galimatías, por quienes son víctimas verdaderas y victimarios que nacieron supuestamente por extensión de haber sido víctimas, está dejando caer un gran manto de impunidad de insospechadas proporciones, pero procura de cerrar ese capítulo amargo y violento.
Otro capítulo novelezco es que siendo Colombia unos de los países más desiguales del mundo, también tiene el honroso reconocimiento de estar entre las naciones más corruptas, simultáneamente goza positivamente de la ventana mediática internacional que el presidente Santos tiene, mientras en su propio país más del 70% de los colombianos le tienen fastidio, inverosímil pero cierto. Con la excepción de Venezuela, afuera nos ven y creen que en Colombia es un remanso de felicidad, y desconocen sobre los casi 8.000 homicidios que van ocurrido en el primer año de la Colombia en paz.
Pero hay más y la novela de la paz continúa con un nuevo y extenso capitulo, como son las nuevas elecciones presidenciales. Existirán dos bandos no de partidos sino de sancochos políticos: un bando que se compromete a mantener incólumes los acuerdos de paz firmados. Por ahora, toda la izquierda “mamerta” pintada de verde y amarillo, el grupo Odebrecht-La U, el museo arqueológico del Partido Liberal, la línea antipastranistas del Partido Conservador y en el otro bando, que promueven la modificación de los acuerdos, están ya Vargas Lleras y su Cambio Radical, Uribe y su Centro Democrático con la venía del sector conservador del pastranismo. Estos últimos tuvieron un golpe de opinión, cuando ganaron con el “no” el plebiscito que buscaba el presidente Santos refrendar popularmente los acuerdos de La Habana.
El final de la novela al parecer no está cerca, porque ya están listas las coaliciones políticas que patrocina el gobierno nacional y estas traen el riesgo de una mayor polarización, porque además, con estas macroalianzas en el poder, la oposición resulta inocua. Hoy impera en el país una de las mayores incertidumbres políticas frente a un proceso de paz, que es totalmente conveniente para todos, pero como fue negociado con demasiadas prebendas ya se está observando al país en una “gran encrucijada”, que quiera Dios no traiga más violencia, pobreza y corrupción; de lo contrario sería volver casi al mismo capítulo inicial de la novela que dio origen al conflicto interno.