En su libro Principios de autocuración, Norman Coussins señala algunas cualidades que al poseerlas el médico —y digo yo, al cultivarlas—hacen que tenga un mayor éxito no solo en la relación con sus pacientes, sino en la tasa de acierto en el diagnóstico y en el porcentaje de cura o alivio verdadero de sus pacientes.
Exploremos mi visión sobre algunas de ellas, aunque comience con una(s) de mi propia cosecha. El médico debe ser multifacético. Sí, creo que una cualidad del ser humano es la de no dedicar todo el tiempo la energía de vida a un solo tema, sino ser capaz de actuar en diversos ambientes. Esto nos hace integrales y el médico debe ser integral en su participación de la vida. Aunque piense y sienta la medicina como parte de él las 24 horas del día, considero debe ejercerla solo entre 8 y 10 horas máximo. (¿Utopía? No, puede ser real).
Es cualidad el desarrollar un talento artístico, un pasatiempo o deporte diariamente, repito todos los días, no solo fines de semana, lo recarga de energía que luego puede usar en el estudio y la práctica médica como tal; además lo hace creativo, recursivo.
Se ha vuelto cualidad el compartir espacios con la familia a horas normales, la cena o el desayuno, incluso el almuerzo, participando las emociones vividas durante la jornada, lo liberan de tensión y lo recargan del amor familiar que tanto nos impulsa.
No se toma como tal, pero el ocio es cualidad. Saber no hacer es cualidad. Saber usar el tiempo no agendado, el "dulce hacer nada", relaja cerebro y mente, liberándolas para ser creativo, en ese espacio libre de compromisos surgen las mejores soluciones a los retos del día a día. El médico encuentra el diagnóstico esquivo, tanto como la innovación en su campo.
Otra cualidad, la de ser un buen lector, no de medicina, sino de literatura universal, ya que nos amplía el panorama de la condición humana, de sus comportamientos, sus sueños, sus traiciones, los desengaños y los actos de solidaridad sin límite —que también vemos en la calle, incluso en el mismo consultorio, pero que por estar enfocados en algo llamado enfermedad, con frecuencia pasamos por alto.
Escuchar música, cantar, tocar un instrumento, es conectarse con la humanidad, ¡bueno, depende del tipo de música!, pero si en general expande el alma, alma que se contrae ante el sufrimiento humano puesto ante nosotros sin tapujos en cada consulta. La consulta es el alma de la práctica médica, es la que pone en relación a esos dos seres que se necesitan, médico y paciente, para sanar y expandirse mutuamente. La música aumenta la capacidad de empatía del médico, porque es una musa inspiradora del contacto humano, en lo inconsciente hace vibrar nuestras mismas cuerdas emocionales.
La duda metódica, como la de Descartes, es cualidad, diría yo, indispensable. La falta de certeza saludable y cuestionar sus propias decisiones conduce a explorar nuevos tratamientos, métodos diagnósticos y a replantear diagnósticos que con frecuencia encasillan a la persona y que no permiten ver otras verdades. Sin ello, la estrechez de visión es desventaja.
El médico que cultiva estas cualidades, que vive todos los aspectos de la vida a plenitud, que dispone de tiempo y dedicación a todo lo anterior, y no solo la medicina, se enriquece en sensibilidad, por supuesto.
Se me quedaron para el final las cualidades que refieren en el libro, las dejo a reflexión de cada cual. Estas son: oído comprensivo; respeto por las decisiones del paciente; simpatía; apoyo, no imposición; afectuoso; ser instruido en humanidades; ser consejero e incluso agente de empleo.
Una ñapa o extra. He aquí las características —podría decir cualidades— que tienen en común las personas que sanan de una enfermedad grave, descritas en el mismo libro. Yo las comparto plenamente. Son: amor, voluntad de vivir, juego, diversión, risa, esperanza, coraje, objetivos, justicia, bondad, misericordia, vena artística, perseverancia, y lo más importante, asumen el control de su proceso y desafían los veredictos médicos. Como ven, no son ni características genéticas, ni tipo de alimentación o ejercicio, ni nivel socio-cultural, económico. Son netamente resilencia personal.