En el más reciente tiempo nunca antes el fútbol colombiano se había visto envuelto en escándalos tan grandes como el de la FIFA Gate, en donde se conoció que el hasta hace poco presidente de la Dimayor, Luís Bedoya, recibió mensualmente y durante varios años $800 millones, producto de sobornos.
Ese panorama de escándalos y malas administraciones, sumadas a decisiones parcializadas en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría es lo que abandera el presidente de la Dimayor, Jorge Perdomo.
Fiel a su formación política, que inició en el Huila como diputado y posteriormente como candidato a la Gobernación de ese departamento por el partido Conservador, Perdomo no deja de ser politiquero, fiel a aquella canción titulada “A quien engañas abuelo” de Silva y Villalba, este último pariente cercano de otro político opita.
Perdomo como dice este tema “anda prometiendo escuelas y puentes donde no hay ríos”. En el diario El Espectador de este fin de semana ante la pregunta ¿Cómo quiere que lo recuerden? respondió que como un hombre que transformó la Dimayor. En la publicación destaca el Plan Decenal que lidera y de toda una transformación del fútbol que solo cabe en el papel pero que en la realidad está llena de escándalos.
Son tantos los desaciertos que mencionarlos en orden es una dura tarea. A lo Maduro le cerró la boca a los dirigentes de los clubes, especialmente los comprometidos con el descenso, que denunciaban la parcialidad exagerada del dirigente en favor de Jaguares.
Sigue permitiendo que los cordobeses jueguen a las 3:30 p.m. con la promesa incumplida desde hace cuatro años de mejorar la iluminación. Obligó a Cortulua a buscar estadio porque no reunía las condiciones mínimas para el fútbol profesional pero si permitió que el Huila lo hiciera en el derruido Plazas Alcid.
Facilitó que el clásico de “los felinos” no fuera con Junior, su vecino de geografía. En una “perdomada” más argumentó que el emparejamiento con Junior era desigual y lo emparentó con el ascendido Tigres.
En ese afán de ayudar a Jaguares fue nombrado Carlos Mario Herrera para que pitara en una misma fecha dos compromisos (Patriotas vs Jaguares y Bucaramanga vs Rionegro). El partido jugado en La Independencia fue fuertemente criticado porque Herrera ayudó a Jaguares.
Se le suma también la sanción paupérrima contra el presidente de Jaguares, Nelson Soto por visitar los árbitros antes de los partidos (apenas 1,4 millones de pesos y dos fechas de prohibición para entrar al estadio).
Hablando de sanciones se hizo evidente la persecución contra unos equipos y el favorecimiento para otros. A América por ejemplo le aplicó todo el peso de la Ley, pero al Cali no. Al DT del Cali, Héctor Cárdenas, quien provocó los disturbios originados en un clásico vallecaucano cuando incitó al error al arbitro Norberto Ararat lo exonero de toda culpa.
Sin impórtale que los futbolistas son seres humanos, y que deben descansar, permitió que el campeonato se alargara originando la protesta de estos que anunciaron que irán a huelga si el torneo termina después del 10 de diciembre. Para ello aplazó partidos, como el caso del Huila, su equipo del corazón y del cual fue presidente, que se favoreció con tres. Si bien había paro de pilotos de Avianca no se explica que uno de estos fuera con Millonarios, que fácilmente se podía desplazar en bus.
El proceso de carnetización de los hinchas dizque para evitar la violencia no ha pasado de ser una simple campaña. Apenas se han enrolado 125.000 y eso con la amenaza de no dejarlos ingresar a los estadios a partir de este 22 de noviembre. Mientras tanto la Dimayor recibe millonarios dividendos producto de la comercialización y en las calles siguen muriendo aficionados y el ente rector del fútbol no invierte un solo peso en campañas. Se limita a promocionar una llamada “fútbol en paz” en redes sociales que no tiene ninguna incidencia.
En otra salida en falso anunció la creación de un canal Premium para obligar a los televidentes a pagar más para ver el futbol colombiano y como si fuera poco se empeña en poner a funcionar el próximo año el VAR con la finalidad de terminar con las polémicas arbitrales, cuando a excepción de Italia, por ahora ha sido un fracaso.
Perdomo, en su afán mediático, no repara momento para dar explicaciones fuera de contexto. En la pedrea al bus de Pasto en Barranquilla el sábado anterior corrió a decir que ese hecho nada tenía que ver con el futbol, pero si le negó a los “volcánicos” la petición para que el partido con Junior no se jugara a las 9.00 am sino en las horas de la tarde porque uno de sus jugadores resultó lesionado.
En el propósito de sancionar Perdomo anunció medidas drásticas para el caso del jugador de Cortuluá Carlos Ibargüen, quien mencionó que se pagaron $700 millones para que Caldas los enviara a la B. En Tuluá, como sucedió con un jugador del Quindío implicado en arreglo de partidos y en el cual un apostador habría pagado 10 millones de pesos para “arreglar” una expulsión en un partido del Pasto, se anunció que el tema será puesto en conocimiento de la Fiscalía porque no hay garantías en la Dimayor y porque hay pruebas suficientes que aseguran que si hubo dinero de por medio.
Por ahora, el presidente de la Dimayor niega los rumores sobre un complot para sacarlo del cargo. Afirma que tiene tranquilidad y reconocimiento por parte de los clubes y que no hay división en lo que ahora llama el G36 (los equipos que conforman la división mayor del fútbol colombiano).
En los mentideros no políticos, sino del fútbol, dicen que Perdomo fiel a su reciente pasado político prepara filas para hacerse al puesto de Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol.
Mientras Perdomo abona terreno para llegar a la silla de Jesurún, en medios radiales se asegura que una carta que se firmó hace unos días por equipos grandes y chicos en contra de la programación de los partidos decisivos para el descenso ha cogido fuerza y estarían pensando seriamente en darle un 'golpe de estado' en la próxima Asamblea de Dimayor que dejaría al opita sin cargo.
