La noticia que sacude el mundo político en el continente de África es la inminente caída de la dictadura de Robert Mugabe, en Zimbabue, un dictador que llevaba 37 años en el poder y a sus 93 años, pretendía seguir gobernando en este país de 16 millones de habitantes, situado en el África del Sur.
Se sabe que desde el martes las Fuerzas Armadas se tomaron las principales instituciones del Estado y lo mantienen bajo arresto domiciliario en su capital Harare. Crisis política que se desató la semana pasada cuando Mugabe, destituyó a su vicepresidente Emmerson Mnangagwa. De hecho, la destitución del vicepresidente provoco la intervención de las Fuerzas Militares y las reacciones de los partidos políticos que exigieron la inminente restitución en su cargo, se espera que en las próximas horas el vicepresidente asuma el poder y se comience a vivir una nueva era política en Zimbabue.
Ahora con la inminente caída de la dictadura de Mugabe, resulta interesante hacer un comentario sobre el libro Cenando con Mugabe, escrito por la sudafricana Heidi Holland, publicado por la editorial Punto Cero. Su libro condensa una historia reveladora sobre la vida del llamado libertador de Zimbabue (antigua Rodesia), donde describe a Robert Mugabe como un personaje paranoico, enigmático y calculador que con el trascursos de los años paso de ser un héroe nacional idolatrado a un tirano despiadado, odiado y temido por los 16 millones de zimbabuenses.
En 1980 cuando Mugabe asumió el poder en Zimbabue, este países se le conocía como “el granero de África” por su prosperidad agrícola. En virtud de que, tenía una de las economía más prósperas de África. Un país que, además de ser autosuficiente en materia de producción agrícola y pecuaria, era exportador de sus excedentes a otros países africanos y a Europa, además, donaba millones de toneladas de alimentos para combatir las hambrunas a los países del Cuerno de África.
Una dictadura de 37 años, cuyo el balance de después de tres decenios es un completo desastre, Zimbabue es un Estado quebrado y en ruinas, con una de las inflaciones más altas del mundo. La reforma agracia que puso en marcha la dictadura de Mugabe llevo a la quiebra el agro y actualmente se importan más del 90% de la comida que consumen los 16 millones de zimbabuenses y más de la mitad sufren hambre.
Holland hace una radiografía muy bien documentada sobre la vida de Mugabe, examina su vida desde su niñez y muestra cómo este personaje es un reflejo claro de los grandes problemas que aquejan a las naciones africanas. Analiza con ecuanimidad cómo este hombre que salió de la más espantosa pobreza, se convirtió en un héroe, un ídolo guerrillero, en uno de los líderes más eruditos de África, terminó siendo uno de los dictadores más terribles en la historia de los países africanos.
Un líder que logró derrotar al régimen de la supremacía blanca y durante los primeros diez años de gobierno, a pesar de las medidas represivas y de la creación de un régimen de partido único fue considerado uno de los líderes más progresistas en el continente africano en la era poscolonial.
Un hombre que inicialmente fue idolatrado por un pueblo que soñó que con él tendría un futuro mejor, pero se desencantó debido a que seguía sumergido en una creciente pobreza, la desventura y bajo un régimen de represiones y violaciones de los derechos humanos.
Mugabe fue un dictador que no hizo otra cosa que perpetuar la corrupción del colonialismo, utilizó el factor tribal y la tortura para asesinar, aniquilar, encarcelar, exiliar y proscribir a los opositores del régimen. Uno de los grandes enigmas de este octogenario fue que cuando asumió el gobierno, tenía el mundo a sus pies, pero perdió la brújula como consecuencia de su corrupta y sanguinaria tiranía y termina saliendo por la puerta de atrás.
Holland demuestra cómo ante el fracaso de su política de distribución de tierras, una de las promesas de la campaña libertadora, estructuró una política con tinte racial de invasiones de las tierras de los agricultores blancos por los veteranos de guerra y seguidores del partido de gobierno, que destruyó la prosperidad agrícola y precipitó el colapso de la economía de Zimbabue.
Puso en marcha un racismo idéntico al de la era colonial, donde una minoría de su círculo íntimo se convirtió ilícitamente en la nueva elite rica del país. Elite que discrimina y segregan a blancos y negros como en los peores períodos de la Rodesia colonial.
La escritora Heidi Holland en su texto hace un interesante paralelismo entre el racismo de Ian Smith, el último gobernante colonial y el de Mugabe. Sustenta que ambos como dictadores tienen en común ser antidemocráticos, autoritarios, represivos, beligerantes y racistas. La única diferencia entre ellos es que Smith lo hizo defendiendo la supremacía blanca y Mugabe la hegemonía negra. En conclusión Mugabe sostuvo su régimen sobre las mismas estrategias despóticas que utilizaban los colonizadores que él tanto rechazó. Un libro que recomiendo leer porque describe la grandeza y la decadencia de un gobernante que a los 93 años sigue embriagado por el poder y se considera un iluminado irremplazable en su país.