La pesadilla venezolana en Colombia, más que un sueño

La pesadilla venezolana en Colombia, más que un sueño

Un trabajador informal de calle en Bogotá cuenta cómo ha sido su experiencia con la llegada de venezolanos al país. Dice que muchos de ellos solo vienen a victimizarse

Por: Oscar Andrés Chaves
noviembre 23, 2017
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La pesadilla venezolana en Colombia, más que un sueño
Foto: El Espectador

Soy Óscar Chaves, trabajador informal de calle en Bogotá y durante los últimos 4 años ha sido mi fuente de ingresos. He visto de primera mano lo que sucede en la vida real con la avalancha de venezolanos que día a día crece en Bogotá.

Primero que todo, debo darle la razón al presidente Santos cuando dice que Venezuela es su peor pesadilla, aunque es paradójico que le mortifique, ya que él se ha visto complacido en abrirle la puerta y entregarle la ciudadanía a cualquier venezolano que quiera cruzar la frontera. Yo puedo entender que los ciudadanos perciban la calle y las cosas que en ella suceden con recelo y se limiten a transitar sobre ella con el imaginario que le aprovisionan los medios para "evitar problemas", pero no se puede esperar lo mismo del cuerpo diplomático que encabeza el presidente. No se puede manejar esa doble moral, o sea, vamos a esperar a que en Venezuela las cosas mejoren en vez de tomar nuestras propias decisiones migratorias, más aun cuando es evidente que Venezuela ya se encaminó en su proceso revolucionario, su oposición se fragmentó y las protestas cesaron. Además, en Panamá y en Ecuador ya tienen condicionadas la entrada de venezolanos lo que hace que el flujo migratorio se entorpezca.

Ahora bien, en la calle se cuece la siguiente catástrofe bogotana, no es un río desbordado ni un volcán que estalló, pero sus rumores, al igual que las catástrofes naturales, siempre son ignorados en nuestro país. Estos son los síntomas de una catástrofe que puede ser evitada con decisiones diplomáticas, que adviertan, protejan, prioricen y legalicen las derechos de los ciudadanos oriundos de nuestro país, desde los trabajadores informales hasta los empresarios sobre la bandada de venezolanos que sin ninguna exigencia legal entran y salen del país a sus anchas.

Cuando hablas con ellos con franqueza te das cuenta que para ellos es atractivo venir a Colombia a hacer plata; buscan mejores oportunidades y poder ayudar a sus familias, algo como lo que diría un centroamericano en Estados Unidos. Con esto me refiero a que los argumentos para venir aquí y victimizarse buscando lucro no parten de la miseria física real, esa que va más allá del show político y económico.

En TransMilenio, particularmente, hasta hace solo un año se veían unos cuantos venezolanos que se amoldaron muy bien al sistema y no había gran problema, eran como uno más. No obstante, en los últimos 6 meses, luego de que cesaran las protestas en Venezuela, comenzaron a llegar en bandadas. De hecho, las pensiones, hostales, pequeños hoteles y casas que arriendan están atestadas de venezolanos. En el centro hay hostales donde solo hay venezolanos y donde ellos mismos cuentan llegan más y más cada día. Viven hasta 9 en un sola pieza y salen a trabajar en grupos para "que les rinda". Incluso, se les puede ver en grandes grupos en estaciones como los Héroes o Gratamira.

Allí hasta hace solo un año solo había un venezolano, un vendedor local y muy rara vez se veía un músico. Nosotros solíamos ir, pero hoy día ya no vamos, es territorio venezolano. La estación está literalmente tomada, ocupada, por un grupo de venezolanos que a toda hora podrá encontrarlos, a veces desaseados. Muchos de ellos aprovechan el aislamiento y la falta de pertenencia del capitalino para fumar y botar basura en la zona verde contigua de la estación, esto lo puedo constatar cualquiera que visite la estación. Esta circunstancia volvió mi día a día como músico en un constante herraje para evitar estos vértices venezolanos, quienes acaparan al mismo tiempo los vagones de los buses uno tras otro.

Suelo hablar con algunos de ellos, quienes se ven plácidamente recostados en las barandas de las estaciones, uno me explicó que se turnan entre amigos para venir a trabajar, vienen por unas semanas desde Venezuela hacen el relevo y luego vienen los otro. El dinero que consiguen aquí, por poco que sea, se vuelve valiosísimo allá, y muchos parecen conformes. Se cuidan los puestos en TransMilenio y los espacios que logran acaparar en las calles. Realmente no es una cuestión humanitaria para ellos, es un negocio que explota argumentos humanitarios para que la gente ejerza su piadoso apoyo.

Digamos, más allá del derecho a la libre competencia en lo inmenso de Bogotá, y de que de todos modos la gente ya está acostumbrada a que la conmuevan y timen con argumentos lastimeros, y de que esto raye en una especie de "turisbisnes" hay problemas graves de fondo en este rumor de catástrofe social.

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