Quiero comprar un pasaje ida y vuelta Bogotá-Cúcuta para el 23 de diciembre. En pleno paro de Avianca los precios son un abuso: cada trayecto sale en 450 mil pesos, una ridiculez teniendo en cuenta que viajar a La Habana por Wingo sale en 700 mil pesos los dos trayectos. Así que, cansado de especular enfrenté mi realidad: pagar un pasaje en 150 mil pesos por Expreso Bolivriano.
Cuando era estudiante, en la década pasada, tenía que cruzar la cordillera en bus. El viaje era un infierno. La película que pasaban, cuando por fin paraban de darle duro al vallenato de los Chiches o Diablitos, era una de Steven Seagal, Charles Bronson o Jean Claude Van Damme. El bus siempre olía a vomito. El baño era tan sucio como el de Trainspotting. Era imposible dormir adentro primero porque el frío era glacial y segundo porque no se podía reclinar la silla. Antes de comprar un pasaje de un viaje de casi 13 horas decidí viajar a Tunja en uno de esos como para probarme. La verdad quedé impactado.
Expreso Bolivariano, fundado en Fusagasugá en 1954, es la empresa de transporte terrestre más antigua de Colombia. En el 2016 cubre el 77 por ciento del territorio nacional. Las únicas capitales a las que no llega es a Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Riohacha, Sincelejo y Montería. Por año están movilizando por las carreteras del país a 4.2 millones de colombianos. Así que me monté. La sorpresa fue total.
Ya no estaban esas sillas recubiertas en sus cabeceras por un trapo que se asemejaba peligrosamente a una prenda interior masculina. No. Los buses eran de dos pisos y ninguno superaba los tres años de haber sido fabricados. Ya no había un televisor viejo para que todo el mundo viera la película de acción de Chuck Norris, no. Todo había cambiado. Ahora cada puesto tenía una pantalla individual, como las que tiene Avianca, con canales de cine, música y hasta jueguitos como el Quien quiere ser millonario. Había hasta una primera clase, salas VIP para esperar a la hora en la que saliera el bus y enchufes por todo lado para conectar el celular en donde, por cierto, siempre hay wifi. Ni una aerolínea de primera clase uno se da tanto caché. Las sillas se reclinaban en 100 grados, osea uno iba acostado en la parte de arriba porque solo habían 12 sillas. Había espacio suficiente para sacarle provecho al Mareol y dormir a pierna suelta todo el trayecto.
La tecnología que le ha puesto a sus buses el Grupo Empresarial Expreso Bolivariano -del que también forman parte la Sociedad Fronteras, flota que solo viaja en el sur del país, Fosesbol, una especie de aseguradora y la firma de seguridad privada Cinturones de Colombia- es tan innovadora que los buses ya tienen cada uno un GPS por el cual, desde la página web de la empresa, uno puede rastrear sin dificultad el trayecto del bus en donde está la persona que se está esperando. El monitoreo se puede hacer los siete días de la semana las 24 horas. Además existe una torre de control que todo el tiempo está pendiente de los imprevistos que puede tener el bus.
Sí, nada que hacer. El paro de Avianca no podrá afectar en nada mis vacaciones. Teniendo en cuenta las esperas en los aeropuertos, los cambios de horario de los vuelos tan abruptos y el carreteo que se extiende durante horas en las pistas de aterrizaje del país, no viene siendo tan mala opción viajar por tierra.