Consciente hasta la médula que toda opinión es subjetiva y en donde cada cual se ducha bajo la misma agua y para unos estará agradable, para otros quema, otros ni se meten de lo fría y siempre hay quien afirme que no hay agua y algún radical gritará que no hay cortinas, consciente de ello hablo hoy de un asunto que me queda alejado por los kilómetros, pero muy cerquita por los lazos que tengo con España.
Viví mi temprana adolescencia en la España de Franco, en un Madrid anclado en 1940, épocas en las que se decía que Europa comenzaba en los Pirineos y, dentro de ese mundo cerrado para mí Cataluña era otra cosa. Estaban pegados a Francia y su libertad, eran liberales y golpeados al no permitírseles hablar su idioma, el catalán. Mi único acto de solidaridad fue convertirme en hincha del Barça a pesar de parecerme el fútbol un deporte aburrido.
Años después viví en Madrid la España de Aznar, Rodríguez Zapatero y Rajoy y ya España era otra. Ya no era un país cerrado y gris, sino un país abierto y liberal, uno de los más bellos en lo que respecta a libertad dentro del mundo occidental y Cataluña no era la pequeña ventana al mundo libre, sino una comunidad autónoma, dependiente de Madrid y en donde el tema del asunto de la lengua catalana estaba resuelto. En Galicia hablan su gallego, en el país vasco hablan su muy complicada lengua y en Cataluña, Valencia, Alicante, Islas Baleares y otros sitios se habla sin censura el catalán. El problema radica cuando la arepa se voltea y en los colegios oficiales solo se habla catalán, llegando a absurdos tales como prohibir que los establecimientos comerciales publiciten en el idioma de Cervantes, alimentando por años y años a los niños catalanes para que odien a España.
Los absurdos inquietan cuando los llenan de banderas nacionalistas que solo recuerdan épocas pasadas y actuales en donde siempre hay una raza mejor que las otras, se abona el odio escondiendo que todos los partidos políticos españoles, y los catalanes, casi que sin excepción, están manchados por aquello tan usual en Colombia: la corrupción, llevándose todas las medallas en esta materia el PP gobernante que muchas veces parece una mala copia del franquismo olvidado.
Sería muy triste convertir a Cataluña
en una república de cuarta sin industria
y Barcelona una ciudad sin español
Cataluña, como bien lo acotó Vargas Llosa, es el motor de España, y Barcelona la capital cultural del mundo hispano y sería muy triste convertir a Cataluña en una república de cuarta sin industria y Barcelona una ciudad sin español.
Bueno, ahí está escondido Puigdemont en una monarquía después de decretar o no decretar el nacimiento de una república diciendo que hay presos políticos cuando lo que hay es políticos presos por secundar a un político pirómano.
Y hablando de…
Y hablando de pirómanos, me parece errada la posición de aquellas escritoras que exigen en el mundo cultural una especie de ley de cuotas, vale decir, que la mujer debe tener la misma representación que los hombres cuando se trate de presentarse al exterior, aduciendo sexismo y el consecuente machismo al designarse por parte de franceses y colombianos una comisión de literatos liderado por muchísimos hombres.
Así las cosas, habría representación igualitaria de afros, indios y blanquitos, homosexuales y heteros, y ya pediremos los cojos nuestra propia cuota.
Vivimos en un país machista, la violencia hacia la mujer cada vez es más fuerte y triste, pero paradógicamente el mundo cultural es ajeno a ello y siempre es bienvenida cualquier escogencia en donde lo que prima es una supuesta calidad literaria dada por la subjetividad de cada cual.
