Al pasar los días en Colombia, se empieza a hablar cada vez más de la época electoral, nada raro. Sucede que las próximas elecciones serán decisivas para la implementación del proceso de paz, que cada día se hunde más. Así, resuenan voces de “salvadores” que avivan hacer una “Colombia humana”, que es algo muy parecido al discurso de la expresidente Cristina Fernández (K) que simboliza la llegada al poder del “pobre” y el fin de la oligarquía.
El fenómeno K llega a su auge en el año 2007 con una senadora que toma al poder y que reformula el legado peronista de subsidios para el pobre, luchas feministas llevadas al extremo, lucha contra los “conspiradores” empresarios y el “ajuste” como ella siempre le ha llamado. Hasta ahí se piensa que tiene un “gran sentido”. Sin embargo, ese periodo K avivó lo que Weber en sociología nombraba como una dominación carismática, al que “descansa en la entrega extracotidiana al heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenanzas por ellas creadas o reveladas” (Cfr Weber, 1992, p.172). En otras palabras, la dominación carismática llega por un caudillo que adoctrina la gente con su carisma sobrenatural.
Usted debe estar pensando, ¿qué me importa la Argentina? Sucede que en Colombia hay una analogía tardía que ha llegado desde el sur del continente, la voz de asco del pueblo se está sintiendo cada vez más y eso genera la llegada del fenómeno K a Colombia.
El fenómeno K en Colombia lo representa un hombre pobre, perseguido, intachable y un “gran administrador”: Gustavo Petro. Él se muestra como el que nos defenderá contra la tercera revolución industrial, las empresas conspiradoras y hará un metro subterráneo en Bogotá. Algo tan igual a lo que la expresidenta progresista Kirchner intentó en la Argentina y que terminó bastante mal. Petro es la representación viva de un líder carismático, igual que Uribe, porque se dedican a coptar a la gente y prácticamente sesgarla con respuestas como “soy un perseguido”, “la oligarquía bogotana la acabaremos”, “los medios desinforman”, “la gente solo quiere ayudar a los ricos” y así se incentivan ambientes de odio en ambas posiciones políticas, por lo cual, no trate de hacer alguna crítica contra algunos de los ya mencionados, porque lo mínimo que se ganará es una cantidad de vulgaridades donde defienden a su caudillo y el salvador del pueblo. Algo bastante parecido, con los grupos de la izquierda argentina que han sido adoctrinados por la señora Cristina, que posa como una pobre, inofensiva y luchadora contra el ajuste.
Solo queda esperar que el fenómeno K fracase en Colombia. No siendo posible esto, estaremos presenciando la llegada de una “Colombia humana”, en donde los medios son de grupos empresarios que desinforman, donde “los capitalistas desgraciados, corruptos, oligarcas, que solo quieren quedarse con todo lo del país, sucumbirán ante el pueblo”. Ojalá no nos dejemos atrapar por discursos políticos “bondadosos” que nombran la justicia y tengamos la inteligencia y la voluntad de elegir bien nuestra casa común. Cabe resaltar que el fenómeno K también lo representa los gritos y la histeria, como una senadora que tenemos. Lo olvidaba, Vargas Lleras no representa el fenómeno K, porque él es la copia exacta de Santos. Se puede.