¿Cómo se llegó a que según encuestas solo el 2% de los colombianos sientan suyo el Partido Liberal?
¿Por qué, quiénes y cuántos son los inconformes con que César Gaviria actúe como director del partido?
¿Por qué desde 1998 cuando en la jefatura y dirección del partido la sucesión ha sido Serpa, Gaviria, Serpa, Gaviria, Gaviria, Pardo, Simón Gaviria, Serpa y hoy Gaviria, las votaciones presidenciales han decaído paralelamente a 57 %, 47 %, 33 %, 11 %, 4 % y 0 % pues en las últimas ni candidato pudo presentar?
Como en todos los partidos las divisiones entre los dirigentes regionales hacen que quienes no son beneficiados por la dirección central tiendan a estar en contra de esta o por lo menos inconformes con la situación que les deja.
Pero esto solo reduciría la molestia al orden del 50 % puesto que la otra mitad debería sentir lo contrario.
Pero no es así y los otros inconformes tienen además casi todos la calidad de indignados.
Unos, la mayoría, porque consideran o sienten que la línea ideológica que hoy supone representar al partido no coincide con su tradición, ni con sus principios, ni con sus objetivos, ni está en sintonía con lo que los motiva a sentirse Liberales.
No comulgan con que estando el partido afiliado a la Socialdemocracia lo dirija y oriente quien encarna la filosofía contraria, la del neoliberalismo; no apoyan el orden exclusivo del mercado donde los poderosos siempre tendrán ventajas para aprovecharse de los menos afortunados; no gustan del modelo que privatiza los bienes y servicios públicos, y menos cuando los entrega para su explotación por empresas particulares; no aceptan el modelo político que solo muestra interés por el desarrollo económico sin prestar atención prioritaria al bienestar del ciudadano.
No simpatizan con que el partido de la tolerancia, del libre examen, de la pluralidad de pensamientos, hoy exija a quien espera representarlo que renuncie a sus convicciones religiosas, a la objeción de conciencia, a la defensa de sus propias creencias. Ya no es aquel de ‘detesto sus ideas pero daría mi vida por defender su derecho a expresarlas’.
No entienden que si la filosofía política liberal se define como reivindicadora de ‘el gobierno de las instituciones por encima del gobierno de los hombres’, hoy se pretenda qué hay que adherir a las directrices de un director no solo sin discusión o debate alguno sino sin que siquiera se conozcan.
En ese sentido los 2,5 millones de liberales que votaron ratificando los estatutos nacidos de una Constituyente no aprueban que se desconozca que en todos los órganos directivos deba existir participación de los sectores sociales (mujeres, campesinos, pensionados, etc.); que ya no se escojan Secretarios de Participación por sus miembros, sino que los nombra el ‘Director Único’; que no sea un Congreso del Partido quien elija al Secretario General sino el ‘Director Único’; que la colectividad no sea quien nombra los órganos de control -Tribunal de Garantías y Tribunal Disciplinario- sino que el ‘Director Único’ escoja unos nombres para un ‘Tribunal de Ética’; que el director del Instituto de Pensamiento Liberal (responsable de mantener la ideología del Partido) deje de ser seleccionado por los diferentes centros de pensamiento reconocidos como asesores del partido (Sociedad Económica de amigos del País , etc.) sino sea designado por el ‘Director Único’; que se hayan impuesto unos ‘estatutos’ en los que alguien ejerce como soberano.
Aún entre los beneficiados por las ‘bondades’ del ‘Director Único’ hay indignación por la forma en que los maltrata, repitiendo entre los seguidores del oficialismo la ‘disciplina para perros’ que usara en otras épocas Laureano Gómez en el Partido Conservador, tal como sucedió en la última reunión de bancada donde el ‘Director Único’ notifico que los avales los expide él personalmente y que a quien no le guste se atenga a las consecuencias.
Liberales que creen en el principio de legalidad no están satisfechos
con las maniobras descaradamente ilegales
usadas para apropiarse del partido como si fuera un bien personal
Y otra buena cantidad de liberales que creen en el principio de legalidad no están satisfechos con las maniobras descaradamente ilegales usadas para apropiarse del partido como si fuera un bien personal; se indignan de que ante la sentencia del Tribunal de Garantías declarando inválido unos estatutos proclamados unilateralmente por una persona, esa persona decida utilizarlos para destituir a ese órgano de control; les indigna que cuando una sentencia del Consejo de Estado declara que deben ser restituidos en sus cargos los funcionarios legítimamente elegidos, una Dirección espuria saque una resolución diciendo que le compete nombrar el remplazo de todos ellos; les indigna que se desacate una resolución judicial de una Alta Corte durante dos años y medio sin que se produzca ninguna consecuencia; les indigna que se saque provecho no se sabe si de la venalidad o de la banalidad de algunos Magistrados de la Corte Constitucional para que produzcan un ‘Comunicado’ en el que antes de que exista un siquiera la ponencia para una sentencia informan de una decisión insostenible e indefendible en lo jurídico y de propósitos eminentemente politiqueros.