El presidente Bill Clinton durante su campaña utilizó una frase que se convirtió en un ícono para diagnosticar problemas monetarios: "Es la economía, estúpido" le decía a Bush padre. La recordé después de leer la crónica de Sinar Alvarado en el New York Times, sobre la situación de nuestra frontera sur del Pacifico resulta ajustada con la realidad. En ella focaliza correctamente los problemas del territorio con mayor producción y mayor productividad de cocaína del mundo, pero arrastra un error estratégico: se traga la impostura de quienes desde el narco se presentan como guerrilleros. En contraste es importante tener claro que en Tumaco no existen disidencias de las FARC, como si las hay en el Guaviare.
Para entender que son las llamadas Guerrillas Unidas del Pacífico GUP, bien vale escarbar quien es su máximo “comandante”, el señor “Cachi” es el narcotraficante local, desde hace años dueño de la infraestructura de cristalización del Alto Mira. Hagamos historia:
Cuando a finales del 2015, Édison Romaña -enviado por la comisión negociadora de las FARC- socializó en el Alto Mira lo acordado en La Habana, durante una asamblea en el Punto de Pre-concentración Transitoria PPT ubicado entre Playón y Tandil, 3 decenas -entre guerrilleros y milicianos- dieron un paso al lado manifestando que no se acogían al Acuerdo (entonces aún sin firmar), esas “unidades” acto seguido entregaron el arma y el uniforme que portaba cada uno y salieron del PPT.
Cuando a inicios de 2017, la guerrilla se trasladó del PPT hacia las inmediaciones de lo que sería la ZVTN Ariel Aldana en La Variante, en cercanías del kilómetro 54 de la vía Tumaco-Pasto, el narco “Cachi” empezó a reclutar una banda armada para su servicio y así imponer sus condiciones al mercado de la coca del Alto Mira. Algunos de los reclutados eran parte de los 30 auto-excluidos al final del 2015, entre ellos “Guacho”, “Fabián” y “Johan” (los 2 últimos aparecen en las declaraciones al periodista Wiston Viracacha, del 7 de octubre).
La diferencia entre guerrilla y banda armada narcotraficante, es clara cuando vemos las formas radicalmente opuestas como intervienen el mercado de la coca, las FARC lo regulaba fijando un precio alto que garantizaba la utilidad del campesino, permitía la entrada de un solo comprador por territorio, definía el pago al contado, estipulaba un aporte de los campesinos para obras comunitarias y cobraba un impuesto para su funcionamiento. Mientras que la lógica de un narco como “Cachi” es inversa, compra al 60% del último precio fijado por la guerrilla, y lo que es peor no paga al contado, sino que como cualquier intermediario capitalista, impuso pagos diferidos a 30 y 45 días.
Este cambio en la operación del mercado, es clave para entender porque a pesar de la presión de la banda armada narcotraficante, las familias campesinas del Alto Mira agrupadas en ASOMINUMA quieren sustituir, no ver esto ha sido un error craso de la Agencia para la Sustitución de Cultivos Ilícitos, que de esta forma confunde la presión de “Cachi” y las amenazas de su banda narcotraficante contra cultivadores y funcionarios, con una posición supuestamente anti-sustitución de las familias campesinas, quienes por eso son falsamente calificadas como cultivadoras industriales, justificando así la erradicación forzada.