Escribió Neruda sobre esta sede del Mundial de Fútbol Rusia 2018, “Honor a ti por lo que el aire trae, lo que se ha de cantar y lo cantado, honor para tus madres y tus hijos y tus nietos” y las palabras no son menores; lejos de las trampas y dicotomías ideológicas, Roosevelt escribió “… en tus campos se han cubierto de gloria no solo los brazos de un país, sino que has dado inspiración y renovación con tu ejemplo y determinación a todas las naciones unidas”.
Esta ciudad de orillas del Volga ubicada a casi 1000 km de Moscú, a la que se puede llegar por carretera en esos eternos, cálidos y sofocantes días de verano ruso, el desprevenido hincha futbolero verá kilómetros y kilómetros de una alfombra dorada de girasoles. Esos mismos que veía con ojos vidriosos Sofía Loren en búsqueda de su marido en la película de 1970, Girasoles de Rusia, son los mismos que estuvieron tanto tiempo ocultos por un mundo divido entre capitalismo y socialismo.
Volgogrado fue fundada en 1589 con el nombre Tsaritsyn, pero en tiempos de la Unión Soviética fue rebautizada en un autohomenaje que se dio el jefe del país para aquella época; Stalingrado fue llamada.
A esta ciudad la llaman “Heroica” y no se sorprenda aficionado al fútbol; en esas tierras murieron defendiendo a su país por la razón que sea, comunismo, patriotismo, Stalin o Santa Madre Rusia más soldados soviéticos que todos los franceses e ingleses juntos durante la Segunda Guerra Mundial. Por esta ciudad pelearon hombres, mujeres, abuelos, abuelas, maridos, esposas, hermanas, hermanos, hijos, hijas, padres, madres y vecinos que se volvieron amigos y compañeros de guerra para dar resistencia al invasor, durante cada día, noche y hasta a 40 grados bajo cero sin descanso por 6 meses.
Por esta ciudad, por Volgogrado, lucharon, murieron y finalmente ganaron los soviéticos contra la Alemania Nazi teniendo que soportar el yugo de un régimen que ni siquiera evacuó los civiles, esta fue una guerra como nunca la memoria humana recuerda.
Fue en esta Sede del Mundial 2018 donde en cada casa, en cada pared, en cada esquina, el diablo se carcajeaba orondo al ver el ballet de la muerte; nunca en la historia de los Mundiales de Futbol se puede encontrar una ciudad que padeciera lo que Volgogrado padeció, por eso no se puede limitar a ir a ser solo un asistente a un partido de futbol. A poco menos de un medio kilómetro a pie del Estadio Central de Futbol, se encuentra el tributo ruso a sus caídos, la colosal Estatua de Rodina-Mat zavyot (La Madre Patria Llama) una figura de una mujer de hormigón de 85 metros de altura sosteniendo amenazante una espada desenvainada advirtiendo la proeza de sus defensores en un conjunto arquitectónico absolutamente deslumbrante.
Así que Volgogrado no puede ser una ciudad más en el listado de sedes futbolísticas, es un paseo por la trágica esencia destructiva de la humanidad, aunque también es un recuerdo para todos de cuanto puede costarle a un pueblo la paz o qué tan bajo podemos llegar como especie; pero también es un ejemplo vivo de que el alma humana es irreductible cuando se cree en lo que se está luchando y finalmente para vivir y contar por años infinitos lo que escribió Neruda “… Mi voz estuvo con tus grandes muertos contra tus propios muros machacados, mi voz sonó como campana y viento mirándote morir, Stalingrado.”