El pasado 11 de octubre la prestigiosa revista médica The Lancet publicó un estudio dirigido por el Imperial College de Londres y la Organización Mundial de la Salud (OM S) muy alarmante: relacionaron el peso y talla de cerca de 130 millones de individuos, entre cinco y 19 años, con el índice de masa corporal (IMC). Se demostró que el número de obesos en la población mundial infantil se multiplicó por 10 en los últimos 40 años, pasando de 11 millones en 1975 a 124 millones en el 2016. Más conmovedor es el cálculo proyectado a 2022 donde se dice que la población de menores con obesidad superará a los desnutridos.
Otra cifra llamativa se relaciona con los países pobres, donde los niños han pasado rápidamente de tener un peso bajo a presentar sobrepeso. Este cambio podría ser consecuencia del mayor consumo de comestibles procesados, baratos, de alta concentración calórica; que engordan y afectan al estado de salud durante toda la vida.
En Colombia, uno de cada seis niños muestra sobrepeso y uno de cada dos adultos padece el exceso. El Cauca es el tercer departamento con los más altos índices de obesidad.
Algunos ejemplos de compuestos ultraprocesados son: todo lo promocionado en paquetes o envasado. Productos fritos, salados o dulces. Helados, chocolates y caramelos. Cereales endulzados, mermeladas, jaleas, margarinas. Bebidas gaseosas y energizantes, jugos artificiales. Lácteos azucarados, fórmulas de leche para lactantes, preparaciones lácteas complementarias. También la comida lista para calentar. Aunque suelen presentarse como nutritivos y saludables, en verdad no lo son.
Dice Majid Ezzati, uno de los autores principales del trabajo: “Viene una generación de niños gordos y con mayor riesgo de enfermedades crónicas. Necesitamos alimentos saludables y nutritivos en el hogar y la escuela, regulaciones e impuestos para proteger a los pequeños de los comestibles malsanos".
Se incrementa la presencia de adultos jóvenes con complicaciones debidas a la gordura y sedentarismo: diabetes, hipertensión, aumento del colesterol, obstrucción circulatoria e infartos. Además: cáncer, hígado graso, trastornos respiratorios, óseos, caries, matoneo escolar y depresión.
En promedio, los chicos reciben 7.500 comerciales al año incitantes a la ingesta de comida perjudicial, advierte la ONU. Disponer de televisión e internet en el dormitorio y dedicarle más de dos horas diarias, acrecienta el número de calorías y del IMC.
Ante la situación, la OMS pide a los padres disciplina y educación en la promoción de bocados nocivos para los niños. Al Estado, instaurar normas para controlar la publicidad engañosa y el gravamen con impuestos al consumo de ellos. Simultáneamente se debe persistir en la cultura de vida saludable: evitar dulces y comida chatarra. En su remplazo, tomar agua, jugos naturales y leche descremada. Aumentar frutas, legumbres y hortalizas en la dieta. No tabaco ni alcohol. Impulsar el ejercicio físico. Detectar la presencia de endulzantes en las marcas: jarabe de maíz, glucosa, dextrosa, fructosa, sacarosa, melaza, o sintéticos tipo sacarina, aspartame, advantame, sucralosa.
A partir del 11 de octubre se dio trámite en el Congreso a un proyecto de ley con tres objetivos principales: reglamentar la comercialización (fabricación, importación, expendio) de estos preparados perjudiciales. Establecer la forma correcta de presentar la información acerca de los ingredientes y aditivos que contienen y crear un régimen sancionatorio a quienes incumplan estas normas. Se viene una lucha tenaz contra los poderosos fabricantes de refrescos y productos procesados, quienes montan campañas y tretas para eludir el reglamento y mantenerse en el mercado, a costa del menoscabo en la salud de los colombianos, como si con la Ley 100 no fuera suficiente suplicio.