El escenario político actual no puede ser más incierto. Los partidos políticos tradicionales son moribundos afectados por la corrupción y desprestigio de sus líderes más representativos. Carentes de directivos renovados, languidecen a la par de sus eternos dirigentes. La posibilidad de inscripción de movimientos políticos y sociales por listas abre la puerta a las aspiraciones presidenciales de muchos que no quieren ser identificados con las prácticas políticas que la sociedad colombiana rechaza, pero fragmenta la masa electoral, haciendo imposible para la mayoría de los candidatos ganar la presidencia en el 2018 sin conformar alianzas.
El debate electoral debe dar prioridad al planteamiento de estrategias para rescatar la transparencia y credibilidad en las instituciones del Estado infiltradas de corruptos. Como bien ha dicho la senadora Claudia López, la solución a los problemas en salud, educación, empleo y justicia es impensable con los niveles de corrupción actual. La insistencia en la polarización del país por cuenta de los acuerdos de paz afecta negativamente la posibilidad de enfocarse en lo relevante para el país.
Planteemos algunas reflexiones sobre las posibilidades de los precandidatos:
Parece que el partido de las FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) ya tiene candidato a la presidencia. Sus listas al Senado y Cámara están en proceso de formación. La dirección nacional del partido, conformada por 111 personas, deberá trabajar en la selección de la jefatura del partido que por ahora será colegiada. El reto para este nuevo movimiento en la escena política es enorme y el camino está plagado de dificultades, pero nadie debería siquiera pensar en la posibilidad de negarles el derecho a sus integrantes de luchar pacíficamente y desde la legalidad por sus ideales. Sera un ejercicio fundamental y muy pedagógico para el fortalecimiento de la democracia colombiana.
Lejos de representar una amenaza para el país como insidiosamente el Centro Democrático se ha encargado de propagar, la participación política de los exguerrilleros confirma su fe en la defensa civilizada y no violenta de los ideales y derechos de los más pobres del país. Y si bien han demostrado ser una colectividad disciplinada, las posibilidades de que lleguen a la presidencia en el 2018 son prácticamente nulas. No solo por las trabas que los enemigos del proceso le están poniendo al tránsito de la Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sino porque además aún no alcanzan un nivel de credibilidad que les permita captar el caudal electoral para llegar al poder. Todas las encuestas muestran que Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común no llega ni al 1.0% de la intención de voto de los encuestados. Este tema de las posibilidades electorales de las FARC no es más que un sofisma de distracción para desviar la atención del electorado colombiano de los reales y más graves problemas del país.
Germán Vargas Lleras, nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo, tiene prácticamente reducidas a cero sus posibilidades de ser presidente en el 2018 por cuenta de los escándalos de corrupción en la justicia y las acusaciones de su afinidad con grupos paramilitares. Las encuestas así lo indican y no hay plaza pública donde no sufra el repudio de la población. Pese a iniciales acercamientos con el senador Álvaro Uribe (léase Centro Democrático) —con quien comparte afinidades no solo en cuanto a la posición frente al proceso de paz, sino también en señalamientos por parapolítica y corrupción— no podrá concretar ninguna alianza entre su partido político Cambio Radical y el Centro Democrático. El desplome de su nombre en las encuestas sepultó cualquier posibilidad. En lugar de sumar, su adherencia a cualquier campaña restaría credibilidad y votos. Uribe lo sabe.
El Centro Democrático, de otro lado, no tiene todavía un candidato a quien Álvaro Uribe le pueda endosar con éxito el capital electoral que pueda tener este movimiento en las elecciones. Sin un candidato fuerte, la única opción es concretar alianzas para llegar al poder de nuevo. La imagen del expresidente ha decaído y para muchos colombianos el mayor legado de Uribe será el de haber polarizado al país en torno a la paz, condenando a lo menos dos generaciones más al atraso socioeconómico. Para el senador Uribe los puntos más importantes y progresistas de los acuerdos de paz le son odiosos, no vislumbra en la implementación de los mismos, la posibilidad de alcanzar la solución de los problemas estructurales que persisten y que dieron lugar al conflicto: inequidad, impunidad, exclusión, discriminación y abandono de la población más pobre del país por parte del Estado.
Recientemente, el excandidato Óscar Iván Zuluaga, posible ficha del Centro Democrático, explotó de júbilo al divulgar la primicia de la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de archivar la investigación en su contra por los aportes de Odebrecht a su campaña en el 2014. Sin decirlo abiertamente se siente el candidato de su colectividad hacia la presidencia del 2018. Sin embargo, actuar con cautela sería lo más sabio, ya que las declaraciones de la Fiscalía y Procuraduría esta misma semana dejan en claro que la investigación por estos hechos aún no está concluida.
El argumento de las dos entidades es simple y preciso. Los dineros objeto de investigación, pasaron directamente de Odebrecht a Topsail, empresa de Duda Mendoça, el asesor estratégico de la campaña de Zuluaga en el 2014, según lo ha corroborado Eleuberto Martorelli, ejecutivo de Odebrecht, encargado del pago. Queda claro que la prueba de las acusaciones no puede hallarse en los libros de la campaña, pues obviamente allí no hay ningún rastro de ello, pero todavía no se puede concluir la inocencia del candidato.
Quedan muchas preguntas por resolver sobre este penoso episodio, pero ojalá que esta vez no vuelva a hacer carrera la triste frase del expresidente Ernesto Samper en relación con la infiltración de dineros del narcotráfico en su campaña a la presidencia: “Si sucedió, fue a mis espaldas”, pues Colombia merece respeto. Zuluaga arrastra al menos la sombra de la sospecha y el ultraconservador ideario político de Uribe que no encaja con las aspiraciones de cambio de millones de colombianos que anhelan la paz.
El Partido Liberal tiene tres candidatos, entre esos el Dr. De la Calle cuenta con el prestigio de haber conducido con éxito los acuerdos de paz en la Habana. Es un intelectual, un humanista, un librepensador, un hombre honesto, pero para los contradictores de los acuerdos un vende patria. Nada más injusto y odioso. Sin embargo, la presidencia se gana con votos y las encuestas no le favorecen. Sería un presidente serio y comprometido con la paz y el progreso del país, pero le falta respaldo popular.
Juan Manuel Galán, joven promesa de las nuevas generaciones, aún en formación, necesita hacerse por sí mismo un espacio en el espectro político nacional. La sombra de su padre, el asesinado Luis Carlos Galán, suma, pero también puede restar en popularidad. Los delfines han sido una constante en la actividad política nacional con resultados no muy alentadores para el país. Los que han llegado a la presidencia han demostrado con sus ejecutorias que hijo de tigre no siempre sale pintado. El país quiere desarrollo, no el continuismo de las castas políticas.
Viviane Morales, senadora por el Partido Liberal, abogada de la Universidad del Rosario con una maestría en derecho público de la Universidad de París II, evangélica desde muy joven, cuenta además de su preparación con una amplia trayectoria en el sector público. Siendo fiscal solicitó las órdenes de captura contra Andrés Felipe Arias, Bernardo Moreno y Luis Carlos Restrepo por actuaciones cuando eran altos funcionarios del gobierno de Uribe.
La senadora Morales podría ser “el gallo tapado” de la contienda electoral por el Partido Liberal, pero su posición frente a los acuerdos de paz la acerca más al Centro Democrático. ¡Que contradicción! El fundamento del cristianismo es el amor y el perdón, y ella al igual que muchos líderes cristianos es incapaz de creer en el arrepentimiento de los guerrilleros y en su derecho a la reinserción a la sociedad y a la actividad política. Sin embargo, su postulación por listas podría dar sorpresas.
Gustavo Petro tiene sin duda la capacidad y experiencia para lidiar el enorme reto que afronta el país hacia el futuro. Es un librepensador con sensibilidad social que cree en el empoderamiento de las comunidades, cualidad fundamental de los líderes progresistas del mundo actual. Defensor de los acuerdos de paz, entiende que no se trata solo de la desmovilización o de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sino de sacar adelante una agenda política que reduzca la brecha de la desigualdad, la impunidad y la corrupción.
El exalcalde sabe que es urgente devolver la credibilidad de la ciudadanía en las instituciones, que lo que puede profundizar las dificultades del país no son las aspiraciones de las FARC de llegar al congreso o a la presidencia como arguyen los contradictores de los acuerdos de paz. El verdadero peligro yace en el derrumbe institucional originado en la corrupción que tiene la nación sumida en la desesperanza y frustración. Transparencia y credibilidad es el clamor de los colombianos honestos, reclamo que Gustavo Petro y candidatos como Claudia López, Sergio Fajardo y el senador Jorge Robledo comparten.
Desafortunadamente, Petro tiene muchos enemigos, su discurso progresista y socialdemócrata es incómodo para las élites feudalistas que quieren repetir presidencia y para funcionarios corruptos enquistados en las instituciones que requieren transformación y saneamiento. Su ideario político es renovador y reformador, aunque muchos erróneamente lo tilden de izquierdista por sus aguerridos debates y cuestionamientos al capitalismo neoliberal, causante del desmantelamiento industrial del país, de la privatización de los servicios públicos esenciales, de la concentración de la riqueza y del rampante deterioro de la biodiversidad y medioambiente nacional.
Petro está entre los favoritos según las encuestas, pero necesita alianzas para llegar a la presidencia, además de recursos para financiar su campaña. Petro no es un hombre rico y por cuenta de sus perseguidores está casi en la ruina.
El senador Jorge Robledo es también un hombre pensante y valiente, pero las encuestas no le dan hasta ahora fuertes posibilidades y posiblemente termine sellando alianzas con los candidatos Claudia López de Alianza Verde y el exgobernador Sergio Fajardo del movimiento Compromiso Ciudadano. La senadora Claudia López ha demostrado su compromiso contra la corrupción y la parapolítica de manera decidida y vehemente, pero al igual que a sus compañeros no le alcanza aún para llegar con posibilidades claras a la presidencia. La inteligencia emocional de una mujer le haría mucho bien al país en los momentos actuales.
Sergio Fajardo puntea en las encuestas y su discurso pausado es un elemento positivo e inteligente para reconciliar un país polarizado por cuenta de los acuerdos de paz. Él es un defensor de los mismos, entiende que sin paz Colombia tiene grandes dificultades para avanzar. El fin del conflicto armado ya es ganancia, pero más importante es la posibilidad de trabajar como un solo país en la búsqueda del desarrollo que desde la independencia nos ha sido esquivo. En esto hay coincidencias con Gustavo Petro, Claudia López y Jorge Robledo con quienes ya hay planteamientos de alianzas con miras electorales.
Queda claro que el panorama político es incierto y ningún candidato tiene nada ganado. Aún faltan piezas de este rompecabezas para poder arribar a una mayor comprensión del desenlace electoral por la presidencia. La designación del candidato por el Centro Democrático es una de ellas. La orientación estratégica de las campañas será fundamental para derrotar la polarización y capitalizar las posibilidades que el proceso de paz le abre al país. Hay que divorciarse de las simpatías personales y los apasionamientos irracionales para enfocarse en las ideas, en las propuestas sociales que tienen que ser progresistas y constructivas para el bien de todos los colombianos.
Un elemento más, en el cual debe pensar seriamente toda la sociedad colombiana hastiada de la corrupción, es la elección de senadores y representantes a la cámara. Colombia no verá cambios y resultados contra la corrupción y los problemas estructurales si no hay una renovación (léase cambio) de la mayoría del congreso. Esta es la institución del Estado más vulnerable a la corrupción y donde se deben dar las batallas decisivas para erradicarla. Se necesitan postulaciones al Senado y Cámara de Representantes de colombianos honestos, capaces, comprometidos y solidarios con el futuro de la nación para purificar la institución más importante de la democracia.