De lo primero que se aprende al estudiar Derecho Penal es que, en términos generales hay dos tipos de delitos, los culposos y los dolosos.
Si tomo un machete y hago mi justicia aniquilando varios enemigos, pues sería juzgado por homicidio doloso, vale decir, cometido con intención y a sabiendas de lo que hago, y ya habrá lugar a aplicar agravantes dependiendo del caso.
Si por pelar cocos y por mera torpeza le bajo el coco al vecino, pues por la falta de intención me juzgarían por homicidio culposo.
Y cuando en una campaña presidencial trabajan para el candidato una serie de personajes (doctores con altos cargos y notorias narcotoyotas) que se reúnen con los malos en hoteles de cinco estrellas para recibir jugosos maletines cargados de dinero, podemos quedarnos tranquilos si la justicia, en cuya objetividad e imparcialidad se duda hasta el infinito, ¿podemos quedarnos tranquilos cuando se archivan procesos con la misma facilidad como se guardan billetes en el bolsillo? Y como somos bobos nos creemos el cuento que el candidato no sabe nada de esas cosas triviales, ¿dinero, a quién interesa el dinero?, y se dedica solo a abrazar políticos de quinta categoría mientras suelta emotivos discursos que hablan de la educación, de la buena educación.
Como somos bobos nos creemos el cuento
que el candidato no sabe nada de esas cosas triviales,
¿dinero, a quién interesa el dinero?
Y la cosa se agrava aún más cuando si llegamos a definir el gobierno Santos en seis palabras, solo diríamos: Un gobierno corrupto hasta la médula.
Pues no, hacerse el loco y decir con ojos de buitre que me acabo de enterar solo denota a un dirigente cuya máxima es que, ante todo, el fin justifica los medios, y olvidando que los medios usados fueron de la peor calaña, solo sabemos que el fin conseguido es lo más alejado al concepto de educación que uno pueda esperar.
Y estas palabras son aplicables a los dos candidatos ensuciados con dineros sucios.
Y hablando de…
Y hablando de cosas oscuras, aterra, por decir lo menos, la ceguera general al no querer ver la repetida aniquilación programada y perversa de líderes sociales en donde solo se ve el negocio de la coca cada vez más intenso y en donde el terror y la ausencia de Estado son las reglas.