Así como se vienen haciendo campañas necesarias contra la violencia a la mujer, contra los violadores sexuales de los niños y se viene legislando para controlar estos casos, también es necesario combatir y legislar el fenómeno de la alienación parental, un auténtico lavado de cerebro en el niño(a). Este es un fenómeno que cada día se está acrecentando y nuestras autoridades judiciales aún no toman en cuenta o no lo consideran para efectos de emitir un pronunciamiento al respecto.
Es urgente tratar este fenómeno como una forma de maltrato al menor, porque se violan en el menor sus derechos y se vulneran sus sentimientos. Por eso, debe tratarse como una forma de delito dentro del marco legal de la Ley de Protección a la Violencia familiar y que se pueda dictar a favor del menor alienado una medida de protección adecuada, atendiendo al principio del interés superior del niño. Este fenómeno ya es considerado delito en otros países del continente como Venezuela, México, y Argentina, y se viene dando especialmente con los hijos de parejas con separaciones o divorcios conflictivos, buscando uno de ellos en desquitarse de sus heridas.
Este síndrome de alienación parental no aparece de repente, es un proceso gradual y consistente y la falta de contundencia y la lentitud judicial más los enredos jurídicos que establezca el alienador para dilatar la toma de decisiones fomenta involuntariamente la actitud del alienante.
El progenitor alienador generalmente es una persona con una importante perturbación emocional. Este delito que el alienante perturbado busca ocultar o matizar con propósitos falsos de seguridad y bienestar para el menor, repercute injustamente y a mediano y largo plazo en mal trato emocional para los niños. Los niños alienados llegan a ser abogados del padre abusivo y sus portavoces contra su progenitor aborrecido. Los niños alienados son maltratados al manipular sus sentimientos mediante maltrato psicológico, para obtener usualmente una sentencia judicial favorable. El menor no tienen consciencia de cómo está siendo utilizado(a), porque es chantajeado emocionalmente con comportamientos laxos y complacientes del alienante para enamorarlo y obsesionarlo con rechazar y odiar a uno de sus padres, vulnerando así los derechos a estos niños, como son entre otros, el tener una familia y no ser separados de ella, y a la libre expresión de su opinión.
El niño alienado es inducido a denigrar del padre o la madre alienada, porque ha sido obsesionado a odiarlo, mediante débiles, o frívolas justificaciones para el desprecio, supuestos maltratos inexistentes y a menudo ridículos para no querer estar cerca del alienado. En ellos ahora todo es bueno en un padre y todo es malo en el otro. Y cuando son entrevistados, refieren que es una decisión de ellos y que nadie les ha influenciado o les ha dicho que decir, algo que se conoce como el fenómeno del pensador independiente. Al ser entrevistados repiten frases o hechos no propios de ellos, usando argumentos prestados pues no son parte del lenguaje de un menor, animadversión que usualmente se extiende a toda la familia del progenitor alienado.
Todas estas características se distinguen en el caso de mi hija con su niña, quien viene siendo alienada por un político, empleado público y abogado de la región del Norte de Santander, que está tomando venganza por la decisión unilateral de mi hija de separarse de él. En este caso en particular, las pruebas de falso maltrato presentadas a la ley han sido totalmente desmentidas por el médico forense a pesar de un fallo inicial de Medicina Legal, emitido 10 meses antes.
Este comportamiento que lesiona los intereses de la familia alienada y de los menores debe ser castigado duramente por la ley, haciéndose necesario establecer leyes claras al respecto que castiguen esta conducta egoísta que dejará en los menores graves lesiones psicofisiológicas, que solo con los años serán develadas en un comportamiento poco común.