Los juegos del hambre 2: En llamas

Los juegos del hambre 2: En llamas

Mucho más que una película de adolescentes.

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diciembre 08, 2013
Los juegos del hambre 2: En llamas

 

Era de lejos el más viejo en una larga fila de jovencitos histéricos que venían con los libros en la mano  a la oscuridad de una sala de cine para apoyar a la cada vez más hermosa Katniss Everden, en esta, su segunda aventura. Me senté en la silla y me sentí en un cine interactivo: existía una comunicación constante entre los personajes que estaban en la pantalla y el público. Lamenté mucho haberme quedado dormido hace un año cuando el mundo se sacudió con la adaptación a la gran pantalla  de la primera parte de la tetralogía que había escrito Suzanne Collins, con toda esa crítica que tenía acerca de la televisión y el uso que le daban a ella los regímenes totalitarios y todo eso, pero al final me aburrió un poco la presión que tuvieron los realizadores por satisfacer el gusto de millones de  adolescentes alrededor del mundo que habían comprado la boleta para ver, de nuevo, una historia de amor bonita y es por eso que me acomodé más de lo que debía en la butaca y cuando volví a abrir los ojos una señora me estaba barriendo los pies.

Por eso sin mucho convencimiento entro a ver su segunda parte, la ferozmente promocionada En llamas y vaya si me sorprendí. Al parecer le vino bien a la saga el cambio en la dirección que efectuaron. Francis Lawrence, cansado de hacer videos para artistas tan disímiles como Shakira o Green Day, sustituye con acierto a Gary Ross, profundizando, en la primera hora de metraje, los aspectos sicológicos de los personajes. Es decir tanto Katnuss como Peeta dejan de ser tristes títeres para convertirse en seres de carne y hueso, que sufren la furibunda exposición mediática a la que los ha condenado El Capitolio después de haber ganado Los juegos del hambre en su versión 74.

La verdad no tiene lógica que uno teniendo a Jennifer Lawrence, acaso la mejor actriz de su generación, la use solamente para darse besitos y para decirle cariñitos en el oído a un tonto de su misma edad. Acá está soberbia, es pura intensidad, cuando está ante las cámaras del reality, asumiendo el papel de enamorada de Peeta, uno puede intuir, por el brillo de sus ojos por un leve, casi que imperceptible movimiento de su rostro que está mintiendo. Es algo tan sutil, tan delicado pero a la vez tan contundente que nos damos cuenta que está sufriendo, que comparte el dolor de los oprimidos y que tarde o temprano abandonará la confortabilidad de haber salvado el pellejo para liderar, como corresponde, la revolución que intentará poner fin a ese  sistema fascista que desde hace 75 años los está aniquilando. No se les haga raro que la Lawrence le vaya a disputar a Cate Blanchet el Óscar a la mejor actriz.

Una muchacha que estaba al lado mío le comentaba todo el tiempo a su novio que la adaptación era muy fiel a la novela. Estaba feliz porque por fin el mundo iba a conocer de que estaba hecha Katnuss, “aspecto que no se vio en la uno” le dijo al oído a su novio mientras este contestaba un mensaje en su Smart phone. Atrás se escuchaban gritos de inconformidad, más de uno había llegado a la sala sediento de sangre o en busca de una historia de amor bonita como la que tienen Kristen Stewart y Robert Pattison en Crepúsculo y llegan y se encuentran es con casi tres horas “De pura garladera” y ni siquiera los restantes sesenta minutos contentarán a este público cada vez más sádico ya que la acción se da a cuenta gotas y para colmo, el final no es más que el principio de Sinsajo, la tercera parte de Los juegos del hambre que se estrenará hasta dentro de un año.

Invito a ver En llamas para todos aquellos que creen que es sólo una película para adolescentes. No se dejen asustar si son los más viejos de la fila o si no están familiarizados con los libros de Suzanne Collins, esta es, ante todo,  una gran película de ciencia ficción en dónde se profetiza un futuro dominado por el fascismo y manipulado por los realities show, un llamado de atención directo a la apatía política que caracteriza a las nuevas generaciones que, anestesiadas por las ventajas que traen los nuevos avances tecnológicos, han perdido la garra, el liderazgo y la rebeldía  que necesita la juventud para sacudir el mundo y hacerlo avanzar.

3 estrellas, sobre cuatro.

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