A orillas del caudaloso río Mira, a escasos 12 kilómetros del casco urbano de Tumaco, cinco narcos mexicanos del Cartel de Sinaloa encaletaron, a principios de junio del 2017, dos toneladas de cocaína. El plan era dejarlas ahí un par de días, evitar la policía colombiana y comenzar luego la travesía hasta las costas de Colima en México. Al frente de la operación estaba alias Puma.
El mexicano pagó en territorio colombiano USD 3.4 millones por las dos toneladas, un precio de promoción ya que esta misma coca puesta en México alcanzaría los USD 20 millones y aumentaría USD 30 más al cruzar la frontera con Estados Unidos. El dinero para pagar la droga llegó en dos costales mal cocidos, húmedos, que habían sido lanzado por un barco pesquero a tres kilómetros de Tumaco. Un pescador de la zona llevó los costales pesados hasta los manglares en los esteros afluentes al rio Mira donde permanecían los mexicanos a la espera de poder completar la vuelta.
Puma estaba tranquilo a pesar de saber que la policía le pisaba los talones. Los manglares tienen ojos y, sobre todo, bocas. Todo el tiempo están hablando. Delatando. Las delaciones cuestan la muerte, previo al sufrimiento del desmembramiento a machete. Ya ni siquiera eso genera temor en Tumaco donde los lugareños están dispuestos a todo por conseguir dinero para comer y beber de vez en cuando al lado del sonido estruendoso de un bafle escupiendo reggaetón. Los mexicanos contrataron cuatro lanchas con motores de 200 caballos de fuerza cada una y con ellas esperaban llegar hasta las costas mexicanas. El río Mira los llevaría hasta las aguas profundas del Pacífico. La droga tenía un destino: el Cartel de Sinaloa
Con tranquilidad fueron embarcando la droga en las lanchas y en cinco horas, entre la oscuridad espesa de la noche entre los manglares, los cinco mexicanos se esfumaron sin dejar huella en tierra colombiana. A los tres días ya estaban en México. Habían coronado.
Este no era un hecho aislado. Así ha ocurrido durante los últimos 15 años de crecimiento exponencial de la coca en Tumaco que cubre 26.000 hectáreas sembradas y que sigue repitiéndose después de los acuerdos de paz firmados con las Farc. La guerra por la coca se ha incrementado y de manera caótica antes que aplacarse. Si bien la guerrilla, involucrada en el negocio, mantenía una orden a punta de fusil, su desmovilización dejo el espacio para que grupos disidentes y nuevas bandas se pelearan a sangre y fuego el negocio en donde los grandes compradores finales, el Cartel de Sinaloa, juegan un papel fundamental.
La presencia del poderoso grupo creado por el Chapo Guzmán no es nueva en Tumaco y el Pacífico colombiano. Hizo su aparición en el 2012. Dos años después, en abril de 2014 su jefe en Colombia, Héctor Coronel alias Rincón, cayó en un hotel de Cali. Nacido en Culiacán, era tan cercano al Chapo que mantenía comunicación directa con el capo de capos y luego con su sucesor Mayo Zambada. Su labor en Colombia era establecer alianzas con los Urabeños, los Rastrojos, la Empresa y con el Frente Daniel Aldana de las Farc para verificar que los laboratorios donde se procesaba la coca, ubicados en Tumaco y Buenaventura, aseguraran la pureza del producto para garantizar el valor final.
Obsesionados con el control del negocio, los de Sinaloa decidieron comprar los laboratorios en el 2013 y, con el apoyo de los grupos armados que controlaban la zona, sacar la droga por el Ecuador y de allí mandarla por el Pacífico hasta México. Contaban además con un submarino, mejor conocido como el Narco Sumergible, capaz de soportar 1.5 toneladas. Alias “Rincón” cayó por las fiestas estrambóticas con las que agasajaba a sus socios colombianos en Cali.
Hasta ese año los mexicanos hacían los cruces de sus negocios y las celebraciones en hoteles en Cali y Pasto. Luego empezaron a ganar confianza con los grupos armados locales y los capos y, desde mediados del 2016, las lujosas y excesivas cuatro por cuatro y los mexicanos empezaron a ser comunes en Tumaco. Las fiestas y el cierre de negocios no sucedían en el casco urbano sino en Bajito de Vaquería, un islote cercano, y en Llorente, la población que siempre ha sido un corazón cocalero y en los tiempos del Plan Colombia durante el gobierno Uribe y la intensa aspersión área. se convirtió en el centro de pilotos norteamericanos y policías antinarcóticos colombianos.
Con una producción de 200 toneladas de cocaína al año, que representan aproximadamente 500 USD millones Tumaco es la nueva capital mundial de la coca. Los grandes capos no viven ahí. Solo llegan al puerto a cerrar tratos, supervisar laboratorios y apoyar muchas de las movilizaciones de campesinos para intentar frenar la erradicación forzosa. El Cartel de Sinaloa controla el 20% del mercado y es mucha la plata que se queda para alimentar una guerra que dejó el año pasado 137 muertos y que en lo que va del 2017 ya ha pasado ampliamente la cifra.
Integrantes del Clan del golfo convencen a jóvenes sin posibilidades de trabajo –el desempleo allí alcanza el 70%- o a los cerca de 400 disidentes que dejó el frente Daniel Aldana de las Farc con un Smartphone y un sueldo que nunca supera los 5 mil pesos diarios. Incluso el remanente del frente Daniel Aldana ha cambiado de nombre y ahora se conoce como Gente de orden, otro de los grupos armados que azotan Tumaco.
Desde abril del 2017 el propio Fiscal Néstor Humberto Martínez reconoció la presencia del Cartel de Sinaloa en el puerto. Hace tres meses fue detenido Luis Andrés Jilón Romo, alias “Carlos” o “El Compadre” principal enlace con Ismael Zambada García “El Mayo Zambada” sucesor del Chape Guzmán con el Pacífico. Junto a él cayeron otros narcos mexicanos como Onofre Junior Aguiño Arboleda, alias El Ciego y Nemesio Oseguera Cervantes del cartel de Jalisco Nueva Generación, otro de los carteles mexicanos que empiezan a aparecer en el puerto.
La pugna a plomo entre grupos como los Matamba o Renacer, ex paras como Cusumbo o el Zorro, la disidencia “Gente de orden” y los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación detrás de una de las zonas más fértiles para cultivar coca en el mundo se ha llevado por delante además cinco líderes sociales sin que el gobierno encuentre aun un camino claro para derrotarlos y tomar control legal de las costas y las planicies de la húmeda Tumaco con sus 259 veredas, infinidad de esteros y frondosa selva tropical.