Hay un dicho popular que dice: “En la universidad pública se sabe cuando se entra, pero no cuando se sale”. Además existen muchas leyendas urbanas y una estigmatización irresponsable, amarillista para todos los que estudian en una universidad pública, calificándolos de ser tiradores de piedra, revolucionarios y guerrilleros.
Por otro lado, el presupuesto y la educación han sido un tema problemático en nuestro país, un problema que se repite cada año al realizar la repartición de la torta presupuestal. Aunque el presupuesto para la educación aumentó en 5.8 % para el 2018, quedando en $ 37.4 billones, los recursos educativos aprobados en el 2017 eran de $35.4 billones, representando un incremento. No obstante, la educación que está propuesta en el Plan de Desarrollo 2014 – 2018 como una prioridad y con el objetivo de lograr la meta de hacer de Colombia la más educada, requiere de un país que invierta mucho más en educación pública superior, ya que las universidades públicas están desfinanciadas para invertir en investigación científica, infraestructura, programas de bienestar.
Existe un gravoso déficit presupuestal que agobia al sistema universitario público. Aunque esta difícil situación financiera de las universidades públicas no es un secreto para nadie. Uno de nuestros grandes males ha sido la clase política, el clientelismo, la corrupción y la prebenda; es así, como esas almas mater se han convertido en un fortín de muchos políticos corruptos, la clase política es uno de nuestros grandes problemas y males, marcada por el clientelismo, la corrupción, el autoritarismo, la prebenda y la pararectoria como sucedió hace pocos años.
Otro punto neurálgico de la educación pública es la alta carga pensional, por tener profesores pensionados que siguen devengando salario de planta y no dictan clases, esta es otra forma de desviar estos recursos que se reflejan en la desfinanciación de la educación. La crisis de la universidad pública también se origina de la matriz socioeducativa del país y aquí es pertinente hacer una reflexión de tipo social, económico y hasta político, para que el gobierno, la academia y la sociedad entiendan a profundidad la problemática y aporten a la discusión del tema. La sociedad de una vez por todas debe ir cacareando para aprender la lección.
Otra causa de esta desfinanciación en la universidad pública es la Ley 30 de 1992. Esta norma estableció que el incremento de la inversión en educación superior dependería del índice de precios del consumidor (IPC); hasta ahí todo iba bien, pero vino el Decreto 1279, que es el escalafón docente de los profesores universitarios y ahí vienen los problemas. No se tuvo en cuenta el aumento salarial de la planta docente, que cada año crece según el escalafón y los artículos científicos que publiquen los profesores en revistas indexadas, esto genera una brecha entre ingresos y gastos. Así mismo, existe un déficit estructural donde los ingresos crecen a una tasa inferior a los egresos, no se necesita ser un gran economista para ver que existe un gran déficit.
Otro problema ha sido la reforma tributaria que destina unos recursos del recaudo del IVA en 0,2% y en renta del 0,6% para la financiación de la educación superior, pero también le otorga el mismo poder y garantías al ICETEX de utilizar estos recursos para su funcionamiento, enfrentándose así las universidades públicas y el ICETEX por estas partidas y porcentajes.
Adicionalmente el desarrollo de las vías 4G o vías de cuarta generación les ha quitado la posibilidad de acceder a los recursos de regalías para ciencia y tecnología que se usaban para la capacitación e investigación en la universidad pública y ahora son utilizadas para el desarrollo de las vías 4G.
Por último, el programa Ser Pilo Paga tiene muchas limitaciones, aunque este es un tema para debatirlo en otra columna. Visto como logro personal acompaño emocionalmente a cada pilo de nuestro país, pero infortunadamente como política es un despropósito y refleja una falla de mercado. Si voy a ser becado con una matrícula de $ 600.000 en una universidad pública o una matrícula de $ 11.000.000 en una universidad privada es totalmente evidente que se elegirá la privada, el mercado tiene sus enormes fallas. A su vez se desmotiva a los potenciales estudiantes quienes ven en las universidades privadas espacios e infraestrucruturas con gimnasio, piscinas, mejores laboratorios, pues las universidades públicas no son atractivas en términos de infraestructura, sus edificios están a punto de caerse. Es previsible que un Pilo escoja las carreras y las universidades más caras, no solo por la percepción de mayor beneficio, sino también por el acceso a mayor capital social. Esperamos estar equivocados, pero da la impresión que hay sectores interesados en entregarles los recursos públicos a las universidades privadas y diseñan estrategias para que los dineros no se trasladen hacia la educación pública.
Colofón:
La invitación es pensar en el futuro de la educación pública, la salud financiera de estas almas mater no es buena, los nubarrones siguen ahí. La educación debe ser una fuente de desarrollo en nuestro país, es inaudito que siempre sea un problema asignar el presupuesto para la educación.
Colombia paga un precio muy alto por no tener una universidad pública fuerte, que eduque sin distinción de clases sociales, como ocurre en países como México, Argentina, Brasil y cuando la universidad no cumple con esa tarea se reproduce la segregación de estudiantes según clases sociales, se ha querido remediar esa falta de justicia social con el programa Ser Pilo Paga, pero es una cadena fallida del mercado, pues estos recursos siempre se giran a las universidades privadas, desfinanciando aun mas a la educación pública.