La alcaldía, con su complejo de viuda de Petro, bien buscando categorías de sentido para denominar a los que se oponen a Troncal TransMilenio en la carrera Séptima, como hipsters nostálgicos del comunismo o reduciendo la oposicion del macroproyecto al barrio de Chapinero, hace mal y es mal intencionada.
Vivo en Ciudad Salitre, en frente de una troncal. Como muchas personas de todos los credos, edades y barrios me opongo al incentivo estatal del problema de movilidad llamado troncal de TransMilenio, porque simple y llanamente, entre muchas cosas, ha contribuido a acabar más con la ciudad que nos vio nacer a jóvenes y a viejos, con el agravante de que existen otras alternativas menos dañinas, mejores y accesibles.
La premisa divide y vencerás ya no funciona para los bogotanos, cuando toda la ciudad está colapsada dentro de una fábrica de ollín y se ve un gobierno hábido por agrandar el mercado de biarticulados apoyando la premoderna revolución de la rueda, y donde sin importar dónde se habite, se palpa el caos de buses varados, atracos, y muertes.
A todos en Bogotá nos urge y angustia el transporte masivo de pasajeros. A todos. Y más cuando usted ve que al albur del capricho del ego de los alcaldes, los billones que se han invertido para alcanzar sobrediagnosticada tecnología del subterráneo existente en la humanidad desde 1863, nota que ya no hay espacio en la Bogotá que no deja de crecer y le salen con que el TransMilenio es bueno para el saturado espacio público porque gusta en las clases populares. Se da usted cuenta que nos están estafando a todos con ese cuento de las clases y del TransMilenio.
Nadie quiere que el medio de transporte principal sea TransMilenio o por lo menos, eso se oye en todas las estaciones inundadas de gente y agua, llenas de cucarachas, con olor a orines, sin baños y fabricadas de espaldas al flujo de personas que a diario se mueven en el espacio urbano. Ahora, qué van a pensar los dueños del metro cuadrado más caro en Colombia ¿Serán comunistas ellos? Este problema poshegemónico le importa a pobres, clase media, a los ricos y a todos los partidos políticos.
Ya las troncales no son solución, los usuarios lo sabemos, ni arriba en los puentes, ni abajo en los deprimidos, nadie se quiere bajar otra vez a TransMilenio, todos quieren mejor tecnología, pensar lo contrario y apoyar con vehemencia e impuestos la construcción de troncales es equivalente a preferir la tracción de un animal sobre la de un avión, eso lo sabe hasta un niño.
Ahora, en la Séptima dividir las calzadas con esa barrera virtual que crea la troncal tiene efecto económico incalculable y se ha visto en toda la ciudad como más allá de contaminar en el sentido amplio y producir altos impactos sociales como la calle del Bronx no da a basto la superficie tan dividida, tan llena de carros, personas, bicicletas, edificios y seres humanos. El inmenso fraccionamiento crea más fronteras, no solo de metal, sino urbanísticas y económicas.
Y no es la discusión de Peñalosa como innovador urbano de la modernidad o como farsante, ni la del metro por los aires o abajo, esos son distractores pendejos. Es un tema de todos.
Es una realidad que desde la cumbre ambiental, en el mercado se premian y financian sistemas de movilidad no fósil dependientes. Un hecho evidente en Colombia, que se nos ofrece metro o muy barato, o gratis. ¿Gratis? si señor, no solo se ha ofrecido a 10 años sin pagar un peso, sino que actualmente existe la solución de emisión de bonos de infraestructura, ya se hizo en el macroproyecto parques del río Medellin donde todo puede financiarse con muy poco esfuerzo de los contribuyentes y se ha hecho con la infraestructura de metro en Japón y Hong Kong.
El hecho. Queda uno con la pregunta, por qué en la actualidad que se ha logrado conectar ciudades por debajo del mar, existe la energía magnética, hay carros voladores y hasta Norcorea aislado del mundo tiene sistema de metro urbano tipo metro, aquí se descarta avanzar al siglo XX, mientras habitamos en el XXI. ¿Corrupción? ¿Bogotá a la penúltima moda? O bueno, seguramente los menos favorecidos y las clases medias quieren un darle su dinero a un sistema en quiebra, ineficiente y obsoleto, pudiendo tener algo mejor.
¿Mermelada? Abramos los ojos. Los habitantes de Bogotá usamos TransMilenio al ser el único producto de movilidad que impone el distrito, no porque sea actualmente el mejor sistema. Y no no es mermelada, es monopolio. ¡Y si! En algún momento fue deseable, bueno, hermoso, es innegable que descongestionó, pero hoy no es 1998, nuestros políticos deben enterder eso o condenarse al olvido.
Estamos en el año 2017, todos sabemos que seguir proyectando ese medio de transporte y la construcción de esta faraónica obra en tan saturado corredor amenaza logística, urbanística, y financieramente la ruina en toda la ciudad, existiendo tantos sistemas de transporte como sistemas de financiación que podrían hacerlo. Es también lamentable tener que pagar en trancones por la obra.
En fin, si no se quiere matar el septimazo que han conocido 7 generaciones, el agrado caminable de la vía y condenar a la civilización bogotana al atraso en infraestructura disponible en la industria, marchemos en forma de carnaval y propongamos de forma seria alternativas como el corredor verde con metro ligero, el tranvía, o el subterráneo.
Nadie va a robar el derecho constitucional a oponernos a ser condenados al atraso. Todos merecemos más, la dignidad no es cuestión de clases.