El mundo agoniza por la descomplicación humana y la ambición al poder económico. Cada individuo lucha por su riqueza y el planeta cada día se deteriora más. El “desarrollo” económico es uno de los factores que ha desencadenado las tragedias ambientales más grandes en el planeta y hasta hoy ninguna entidad ha luchado para frenar el deterioro ambiental. Llegó el momento de entender que la juventud es el camino que le queda al mundo para detener este fracaso, que somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de cambiarlo o de frenar esta extensión económica a causa de los recursos naturales. No más minería, no más industrias petroleras, no más tala de bosques. Debemos levantar una voz de protesta, una voz que haga sentir la unidad joven de Colombia y toda Latinoamérica, y esta voz nace desde la amazonia colombiana.
Desde la puerta norte de la amazonia colombiana se hace el llamado a salvar nuestra amazonia, recuperar nuestros recursos, darles a las etnias indígenas su territorio, educar a la juventud con propósito de vida y venerar al campesino por su labor ardua por el país. También, dejar a lado las diferencias políticas, de religión o de estrato social, porque para cuando no haya agua, no exista un árbol, los peces hayan sucumbido en los lagos de petróleo, nuestros hijos sufran enfermedades incurables, allí será muy tarde para intervenir.
Estamos a tiempo de recuperar el medio ambiente en Latinoamérica y la juventud es el poder. Debemos plantear la unificación de líderes sociales con sus organizaciones con la juventud latinoamericana y el resto del mundo para que gritemos a una sola voz: Basta ya al deterioro ambiental, nuestro hijos necesitan un mundo mejor para vivir.